En mi exposición anterior hice un esfuerzo importante por hacer una síntesis de la compleja y dramática  problemática, tanto económica como social, que embarga a nuestra comunidad desde hace más de una década y que no hace otra cosa que crecer y multiplicarse, “no hay hueso sano” en la infra y superestructura del Estado Venezolano.

Frente a semejante “tsunami estructural”, cuya dinámica ha sorprendido a la élite dirigente de nuestra República, la magnitud del deterioro nos ha impuesto desde hace unos años la elaboración de una respuesta tanto económica, como social y política, que nos permita confrontar con éxito el derrumbe que vive la nación; sin embargo, lamentablemente las soluciones siguen sin aparecer.

Con todo el respeto que me merecen mis interlocutores políticos, tanto los de la oposición democrática como los presentes de “buena voluntad” aún en el gobierno, que es de  una de una imperiosa necesidad organizar a nuestra sociedad en la contribución sistemática del rescate de la productividad, extraordinario e indispensable aporte en la solución del gigantesco problema que significa el rescate de nuestra economía.

¿Y de qué se trata entonces? De una inmensa y colosal tarea educativa, destinada a la construcción de una nueva ciudadanía dedicada a la transformación de la conducta individual, es necesario superar la “cultura” del aprovechamiento clientelar por otra en la cual se resuma la idea y la práctica de más y mejor democracia con más y mejor trabajo y rendimiento personal.

Solo así podremos alcanzar transparencia en la gestión pública, éxito en la lucha en contra de la corrupción, nutrir a las organizaciones partidistas con un militante seriamente comprometido con los intereses de la comunidad, soporte de un comportamiento respetuoso con el interés y los recursos públicos.


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