No hay duda alguna de que los seres humanos somos propios y exclusivos en nuestra forma de pensar, en nuestra forma de interactuar, en nuestra forma de cohabitar. Para poder vivir y generar una realidad, recurrimos continuamente a una praxis de autodefensa, que nos indica la forma de poder hacer frente a una verdad determinada, así como lo que debemos tomar en cuenta para superarla sin morir en el intento.

Por lo tanto, nuestra manera de enfrentar cualquier circunstancia indica que somos seres inteligentes, capaces de organizar los medios que nos hacen falta para existir, ordenándolos de formas diversas. Esto se logra a través del trabajo y el empeño en aprender, pero al mismo tiempo reflexionando sobre nuestros logros y fracasos, porque contamos con plena libertad para poder disfrutar de nuestro libre albedrío. Esto se traduce en la eterna búsqueda que tienen los hombres y las mujeres entre lo que es y lo que se quiere ser.

Antes de continuar, hay que entender lo importante que es el entorno para los seres humanos y su relación con él. Básicamente ayuda a satisfacer nuestros instintos, que consisten en cubrir las necesidades de nuestros diferentes sentidos. Pero, sin dejar atrás nuestra eterna curiosidad para generar cambios favorables en el contexto que nos desenvolvemos, por eso investigamos nuevas realidades y a su vez siempre somos receptivos a nuevos conocimientos.

Esto nos lleva ahora a una reflexión filosófica y espiritual, es decir, ¿qué es el yo sujeto?   Aquí nos estamos adentrando en la esencia de la especie humana, en pocas palabras, la capacidad que tenemos para pensar, valorar y ponderar la verdad de la mentira, la utilidad de la inutilidad, lo bueno de lo malo, esto lo hacemos de manera selectiva, además, de darle sentido a la existencia. También es debido a que cada persona es única, singular e inimitable, en su manera de percibir el mundo lo hace como un YO, pero es capaz de difundir esa visión, para convertir una verdad en colectiva y así compartir los beneficios de la misma, porque todos tenemos la capacidad y podemos pensar, sufrir, desear y amar. Esa es nuestra sustancia, esa es nuestra alma.

Esta forma tan particular de entender nuestro ambiente, nos facilita tener una mejor percepción del espacio y el tiempo. Me refiero a la mente y nuestra capacidad de concebir nuestras circunstancias. A su vez, somos capaces de estar conscientes del devenir para darle sentido a la vida, porque no vivimos solo el ahora, ya que sentimos que la existencia es continua, larga y finita.

Sabemos que la muerte está allí, todos, tarde o temprano nos tocará llegar al fin de nuestro viaje, sin embargo hacemos hasta lo imposible para prevenirla, a pesar que de vez en cuando cometemos algunas locuras. Para no pensar que podemos morir en cualquier momento, nos aferramos a nuestro pasado, reflexionando sobre lo que hemos hecho, para mejorar el presente y dominarlo, para tener las herramientas necesarias para orientar nuestro futuro, pero evadiendo la fatalidad, porque no aceptamos que somos seres finitos, en pocas palabras, somos históricos.

Por lo tanto, construimos una verdad expresada a través de los símbolos, que identifican nuestro mundo, nuestras situaciones, nuestros contextos. Esa posición nos permite, por convenio entre los humanos, admitir una verdad y crear otras, que nos ayuda a conocer y expresar nuestra materialidad de manera inteligible, es decir, que todos la podemos entender y compartir.

Es allí cuando aparece el lenguaje, el sistema más representativo de los hombres y las mujeres. El habla nos permite darle significado a las cosas que percibimos, a su vez nos faculta para reflexionar sobre nuestras acciones y a la vez ayuda a relacionarnos con otros humanos. En pocas palabras, podemos pensar y sopesar toda la información que captamos a través de nuestros sentidos y lo expresamos a través de las palabras. El habla es el vehículo que utilizamos para transmitir realidades a los demás.

Los humanos, al poder comunicarnos, somos capaces de transmitir un sentimiento, una idea, una impresión, crear belleza a través del arte cuando sensibilizamos las formas, porque siempre estamos en la búsqueda permanente del perfeccionamiento de la naturaleza humana.

Aquí es cuando nace la esencia de la cultura, que consiste en el cultivo por el hombre y la mujer de todo lo humano. Tenemos la capacidad de vivir en sociedad, creando una civilización con habilidad de apreciar la fortaleza creadora de los seres humanos, con una curiosidad infinita de mejorar el entorno y tener una mejor calidad de vida. En resumidas cuentas, es un círculo virtuoso, donde el hombre aprende del hombre y lo mejora.

Sin embargo, la forma de hacer las cosas genera en los seres humanos dos realidades. La primera, subjetiva, es decir, personal, que nace del espíritu, del pensamiento, cuyo destinatario es otro ser humano. Eso permite mejorar la percepción de la realidad y ayuda al crecimiento de la concepción de la verdad y a su vez, hacerle llegar a otros ese mensaje.

La segunda realidad es la objetiva, la tangible, la real, la de cada día. En donde el hombre proyecta su imagen en el exterior y con sus acciones, crea todo el saber y el conocimiento que permite construir el patrimonio cultural con sus diferentes actividades. Entonces nace el arte, la ciencia, la tecnología, la poesía, las obras maestras más emblemáticas, que son fiel reflejo de la concepción que tienen los seres humanos de su realidad.

Los hombres y las mujeres siempre están en la búsqueda de encontrar los principios lógicos y las causas de los fenómenos, porque no se amilanan en hallar el conocimiento para poder entender lo que nos pasa. Al mismo tiempo, nos cuestionamos sobre lo que debemos ser y cómo hacerlo, porque creemos que la vida debe ser coherente, con una actitud intachable, siempre teniendo como norte la razón como elemento disipador del engaño. Es así cuando nace una nueva característica del ser humano, que no es otra cosa que la dignidad, que viene representada a través del comportamiento, que es la respuesta más palpable que tenemos hacia el bien.

No obstante, no podemos dejar de ser espirituales, porque es una manera de dar las gracias por el solo motivo de estar vivos. Queremos entender de dónde venimos y hacia dónde vamos y al no encontrar respuestas en el mundo material, acudimos al alma, para entender nuestra esencia, nuestra bondad. Creamos religiones que nos ayudan a estructurar la civilización y la vida. No importa que dios veneremos, si somos monoteísta o politeístas. Lo que vale es la capacidad de reflexión y culpa, de esta forma apoyamos a otros y no hacemos lo que no nos gusta que nos hagan. Pero hay grupos humanos que lamentablemente renuncian a buscar razones cuando interponen la fe al conocimiento.

Seamos espirituales o materialistas, creyentes o agnósticos, los seres humanos nunca dejan de interrogarse sobre el sentido de los acontecimientos y de toda la realidad que lo rodea. Porque nuestra aspiración es y será siempre entender la vida, para darle significado a nuestras acciones. Pero hay situaciones en la cual la verdad permanece oculta, que sentimos que no tenemos la capacidad de entender el porqué suceden las cosas, que todo es un misterio y eso muchos lo llaman dios.

Ese dios de diversas religiones se convierte en la búsqueda de la razón para entender ese enigma que nos ayude a comprender la acción de seres excepcionales, que su existencia va más allá de lo comprensible, en pocas palabras, es la síntesis de nuestra espiritualidad, para darnos cuenta de lo importante que es la vida y el destino, pero que a la larga no descifra el misterio de Dios.

Así que lo veneramos de diferentes maneras, en el cual la risa y el juego forma parte de las diferentes celebraciones para enaltecer a aquél que no tiene explicación, solo con la finalidad que al recordarlo, nos hará llegar su influencia para que sigamos disfrutando de un bienestar, que es producto de la acción del hombre y los designios de la religión profesada. Eso es inevitable, ya que tenemos miedo a morir, no aceptamos morir y nos aferramos a todo aquello que nos permita tener una percepción favorable de la vida, a sabiendas que tenemos el tiempo contado.

Convertimos entonces nuestra vida en un continuo gesto social, de compartir con otros, para disfrutar con otros, de esta manera nace la fiesta, que es una celebración para recordar, para volver a vivir y para olvidar que el tiempo es nuestro peor enemigo.

Para concluir este pequeño viaje en la realidad humana, podemos afirmar que el comportamiento de la humanidad, consiste en las acciones de los hombres y mujeres en un entorno físico y social, en la cual hay una interdependencia entre las personas y el ambiente, para poder así construir lo más importante que tenemos los seres humanos, que es la vida. Esto es con la finalidad de edificar el camino para poder enfrentarnos a la realidad con una postura firme y así configurar lo que somos, porque gracias a que tenemos la capacidad para pensar, podemos elegir lo que queremos ser en cualquier momento de nuestra existencia.


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