Desde mis días de infante, cuando ya escribía relatos, anhelé convertirme en escritor. Y sucedió. Tras la publicación de cada uno de mis libros, los críticos literarios insistieron en calificarme hacedor de ficciones. Durante mucho tiempo, también lo creí. Empero, entre mis narraciones, varias irrumpen en la realidad que experimento: fustigándome por haberme equivocado al presumirlas imaginarias. Latinoamérica es un hombre armado, implacable e inimputable asesino.

Ultimomundano (que limita con la «Insurgencia Guerrillera» y la «Corporación de Genocidas Unidos» del Mundo) logramos identificar el ADN de la Traición, Corrupción y Abuso de Autoridad. Nada estigmatiza más al Funcionariado Mayor de la Urdimbre y Prevaricato, junto a su Bufonariado Institucional, que negarse a toda exigencia de rigurosa pulcritud en funciones de gobierno. Rechazan, entre tantas cosas, las siguientes: debatir ideas, ser impelidos a rendir cuentas de la administración del Tesoro Nacional ante los millones de ciudadanos que (sin asombro pero indignados) los miramos y escuchamos delinquir en concierto.

Cuando se les sugiere debatir ideas, agitan sus lenguas, se exhiben prolijos en palabrejas, injurias y difamaciones. Por otra parte, cuando («notitia criminis», «delatio criminis» o «flagrancia» mediante) cometen delitos tampoco pueden ser investigados: no forman parte del perraje de ciudadanos iguales ante constituciones, leyes y tratados internacionales por los derechos humanos (se arrogan infalibilidad: es decir, son petulantes y ad infinitum soberbios). Investida o no de autoridad, que a ninguna persona se le ocurra solicitarles informes de ingresos y gastos de los inmensos recursos financieros que administran: porque, pronto, la curiosidad los hará vulnerables e imputables frente a las fauces de fémina justicia que recibe instrucciones de férula. Mucho menos que grupos de ciudadanos denuncien sus sistemáticos e ininterrumpidos abusos de autoridad: en respuesta, tendrán que enfrentar a la Fuerza Mercenaria y Enmascarada de Funcionarios Antimotines. En Ultimomundano, la protesta, opinión y hasta los legítimos reclamos laborales o de asistencia médica constituyen actos desestabilizadores.

Cualquier institucionalidad de Estado que, corrompida, alcance el máximo nivel de encubrimiento y maquillaje, semejará a una enfermedad terminal que socava a un cuerpo humano. La férula que, a través de su diplomafia nacional e internacional extorsiva, ha impunemente gobernado en Ultimomundano, ya muestra su acelerado declive. Los lastres que todavía quedan y capitanean ese que se creyó un «hegemónico crimen político-financiero organizado, hombres y mujeres sin moral y traidores de sus patrias, ya expelen sus pústulas. Saben que se aproxima la hora del cese de sus fortuitas hostilidades contra pueblos indefensos e inocentes: por las luchas independentistas hermanados, pero que les confiaron los destinos de sus países a sujetos de pésima reputación.

Al Funcionariado Mayor de la Urdimbre y Prevaricato en América Latina no le importa que cualquier desasistido y empobrecido pueblo les reclame el uso indebido de las finanzas, bienes e inmuebles del Estado (que teóricamente deberían pertenecer a todos los ciudadanos). En las materias electoral y publicitaria son habilidosos y hace tiempo montaron sus digitalizadas mamparas que los legitiman o absuelven de tanta inmundicia. Jamás vista, es cierto, pero si imaginada en la Historia Política de Ultimomundano.

@jurescritor


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