Está claro que los venezolanos son más inocentes de lo que parecen. O puede ser que se hagan. Hasta para el presidente interino fue motivo de declaración la afirmación del vicecanciller de Rusia, Sergei Ryabkov, de que estaría dispuesto su gobierno de establecer bases militares en territorio venezolano.

“Rusia no tiene que desplegar ninguna fuerza militar en Venezuela porque somos un país soberano”, afirmó Juan Guaidó el jueves, como si fuera una novedad, como si la sola invocación de la palabra “soberano” fuera la reafirmación de una condición que perdió el país desde hace muchos años.

Y, por cierto, la presencia rusa en suelo venezolano no es autoría del actual gobierno, que comenzó en 2013 después de la muerte de Hugo Chávez. Fue el mismo comandante, el fundador del chavismo y del socialismo del siglo XXI (el monstruo sin pies ni cabeza), el que le abrió la puerta grande. Muy bien lo reseñan los articulistas de este prestigioso periódico Edgar Cherubini y Antonio Guevara. Pero, además y como guinda de la torta, para decirlo coloquialmente, se lo reafirma el propio ministro de la Defensa de Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López.

“No asombra ver a la vil vocería de la antipatria hablar de soberanía nacional después de rogar intervención militar y sanciones contra Venezuela, cuando Rusia asoma la posibilidad de profundizar las relaciones de cooperación militar de nuestras naciones, las cuales YA EXISTEN”. El grito final (como se interpretan las mayúsculas en las redes sociales) es del autor del tweet, el propio Padrino López, el más ferviente servidor de Chávez, Maduro y Putin.

Pudiera entenderse como una fanfarronada del vicecanciller del Kremlin, pero de que Vladimir Putin ha tenido la vista puesta en el territorio venezolano, la ha tenido. Siempre ha sido un anhelo de Rusia tener en el Caribe algún terrenito desde donde amenazar a Estados Unidos, ¿por qué sería esta la excepción? Un poco más lejos que las costas estadounidenses, pero igual de efectivas y con más dinero.

No se olvide que desde 2004 Chávez y su homólogo ruso firmaron acuerdos de asistencia técnica para manejo de armamento sofisticado que se compró precisamente a ese país. Tenemos aviones Sukoi, y con ellos vinieron los pilotos rusos; el sistema de misiles antiaéreos es manufactura de allá, así como los vehículos de combate, armas y fusiles de corto y largo alcance y hasta una fábrica de AK y municiones que hace poco se dijo que comenzaría de nuevo a operar. ¿Qué más quieren? Si hasta los edificios de instalaciones como el Fuerte Tiuna están llenos de soldados de diferentes rangos de esta nacionalidad.

Y no hay que hablar de la invasión cubana, porque sería menospreciar la memoria de los lectores. Lo que es imposible pensar es que Estados Unidos no conozca estos detalles de hasta dónde llegan las relaciones entre Rusia, Cuba y Venezuela.

Pero lo que sí es cierto es que para hacer valer esa soberanía que invoca Guaidó hacen falta más que unas tibias declaraciones ante una audiencia opositora. Hay que explicarle a la gente que fue el propio Chávez el que entregó el territorio a extranjeros para que lo usaran a su mejor conveniencia y ya va siendo hora de que desalojen. Hay que dejarse de medias tintas si quieren recuperar la credibilidad. Ni Rusia ni Cuba tienen nada que hacer aquí. Mucho menos exponer a los venezolanos a las tensiones de las grandes potencias.


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