Darle una mirada cuidadosa al mapa de Crimea, me lleva a imaginar que la controversial península cuelga desesperada de la frontera sur de Ucrania con temor de hundirse en el mar Negro,  mientras la frontera oeste de Rusia actúa como un perverso agujero negro, ansioso por devorarla y al extender la mirada hacia la frontera oeste de Rusia con Ucrania, me parece ver al mapa ruso transformarse en una gigantesca y voraz ameba, también negra, intentando engullir el  territorio ucraniano conformado  por los distritos de Donetsk y Lugansk,  transformados por la injerencia rusa en repúblicas populares, durante la guerra inconclusa del Donbass, como una típica  respuesta “soviética” al Euromaidán.

Imposible no sentir una “cierta tristeza y algo de lástima geopolítica” por su estratégica  ubicación en el mar Negro.

El Euromaidán fue, o es, un movimiento proeuropeísta, promovido por los nacionalistas ucranianos. Se inició el 21 de noviembre de 2013, cuando el presidente Víktor Yanukóvich, prorruso, auspiciado por Putin, se negó a  firmar el Acuerdo de Asociación con  la Unión  Europea. Este movimiento causó muchas muertes y profundos cambios políticos. Entre sus muchas consecuencias, motivó la huida del presidente Yanukóvich, el 2 de febrero de 2014 y el nombramiento de nuevas autoridades.

Rusia aprovechó las encendidas protestas para promover de manera encubierta el movimiento anexionista en Crimea y para fomentar la insurrección de los separatistas del este ucraniano que originó la llamada guerra del Donbass.

Moscú junto con los prorrusos de Crimea organizaron un referéndum para votar la incorporación a la Federación Rusa, el cual pese a ser declarado ilegal por las autoridades de Kiev y la comunidad internacional, fue realizado en marzo de 2014. Los anexionistas obtuvieron resultados favorables a la incorporación a la Federación Rusa y los separatistas del Donbass crearon las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk.

Apenas realizado el referéndum, Moscú formalizó la incorporación de la península de Crimea y de la ciudad de Sebastopol.

Los acontecimientos en Crimea tuvieron una celeridad que evidencia su preparación: el 2 de febrero de 2014 huyó Yanukóvich, el 27 del mismo mes los separatistas apoyados por los militares rusos encubiertos tomaron los edificios de la Presidencia y el Parlamento de la República Autónoma de Crimea e izaron la bandera rusa, el 6 de marzo el Parlamento de Crimea aprobó una moción que “preveía” la incorporación de Crimea a la Federación Rusa; por su lado, el Consejo de la Federación Rusa autorizó por unanimidad la entrada de sus Fuerzas Armadas en todo el territorio nacional ucraniano «para proteger las vidas amenazadas de los ciudadanos rusos, nuestros compatriotas», según  lo expresado por Vladímir Putin, adelantaron el referéndum  para el 16 marzo y el 18 de marzo ya estaban firmados los acuerdos de anexión a la Federación Rusa, Crimea con el estatus de República y Sebastopol como una Ciudad Federal.

En cuanto al referéndum, resultaron sorprendentemente abrumadores a favor de la anexión, 96%, del total de votantes, las encuestas para la fecha señalaban una intención de 70% a favor de la “Unión Aduanera Con Rusia”, que era lo que estaba en discusión antes de los conflictos del Euromaidán, y 30% a favor de la Asociación con la Unión Europea.

Para entender las relaciones de Ucrania y Rusia y el vaivén geopolítico de Crimea es necesario repasar la historia.

En los siglos que van del IX al XIII de esta era judeocristiana, los ucranianos formaban parte de  la federación de tribus eslavas conocidas como la Rus de Kiev, cuyos territorios   se extendían desde el mar Báltico hasta el mar Negro, estos territorios estuvieron sometidos a la dominación polaca, otomana y por el zarato ruso.

Cuando se conformó el Imperio Ruso (1721), ocuparon los territorios de Ucrania, durante este periodo la población ucraniana fue terriblemente discriminada, la dispersaron  por territorios  remotos y  su idioma fue prohibido.

Después de la revolución bolchevique, en 1917, Ucrania inició su guerra de independencia hasta convertirse en la República Popular de Ucrania en 1919, año en que realizó el reclamo de todos los territorios donde los ucranianos fueran mayoría, ante la Conferencia de Paz de París de 1919. Estos reclamos incluían a Crimea, que le había sido arrebatada  en 1783 por el Imperio Ruso; sin embargo, Ucrania resultó derrotada en su guerra  independentista y sus territorios fueron repartidos entre Polonia y Rusia, quien le asignó un reducido espacio territorial durante el periodo que duró la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.

En 1922, mediante la firma del Tratado de Creación de la URSS, paso a ser una de las repúblicas fundadoras de la Unión Soviética.

Si durante su ocupación por el Imperio Ruso, en el siglo XVIII, los ucranianos fueron discriminados, dispersados y su idioma prohibido; durante su participación en la Unión Soviética su suerte no fue diferente, padecieron todo eso y un poco más, su idioma  fue suprimido, fueron sometidos a un proceso de “colectivización forzosa», en 1933, lo que pareció una  limpieza étnica amparada en la aplicación de la Ley de las Espigas que le permitió a Stalin la confiscación de la comida de los ucranianos y su confinamiento hasta dejarlos morir de hambre; el Holodomor causó  la muerte de entre  4 y 9 millones de ucranianos

El 24 de agosto de 1991, meses antes de la disolución de la Unión Soviética se convirtió en un Estado independiente que, gracias a tener presidentes prorrusos, pudo mantener  relaciones cordiales con el gobierno  de la Federación Rusa, mientras los nacionalistas ucranianos promovían la incorporación a la Unión Europea.

Esta situación se mantuvo hasta los acontecimientos de 2013 y  2014 que, como quedó escrito anteriormente, motivaron la intervención rusa, a quienes no les conviene la incorporación de Ucrania a la Unión Europea y menos a la OTAN.

El origen de la reciente escalada del conflicto puede ubicarse en la violación del Protocolo de Minks (2014) y el acuerdo denominado Minks II (2015), suscrito por las recién proclamadas  repúblicas de Donetsk y Lugansk, Ucrania, Rusia, Alemania, Francia y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Ucrania, lejos de respetar la relativa autonomía pactada, acordó en su parlamento el compromiso de recuperar sus territorios, en la ley de 2017, declara a los territorios como temporalmente ocupados y a Rusia como un país agresor.

En 2020 se intenta un nuevo cese al fuego sin éxito y en 2021 Rusia, que siempre ha permanecido al acecho de Ucrania, movilizó 120.000 efectivos y diferentes fuerzas con el propósito de invadir (aunque lo niega) Ucrania. Estados Unidos, utilizando a la OTAN, realiza maniobras (evidentemente disuasivas) en el mar Báltico y el mar Negro, además de enviar asesores militares y armas a Ucrania, a través de algunos países miembros de la OTAN. Esta organización expulsó a los observadores rusos acusados de malas prácticas. Rusia, por su parte, cerró las Oficinas de Información de la OTAN en Moscú y movilizó más fuerzas militares hacia la frontera.

Diplomáticamente, Rusia ha hecho dos propuestas de acuerdo a la OTAN y Estados Unidos, en las que básicamente proponen que la OTAN detenga su expansión hacia el este de Europa, retire el apoyo militar a Ucrania y el compromiso de NUNCA incorporar a dicha república a la organización atlántica, principios que evidentemente no son negociables porque desvirtuarían el objeto de la OTAN; por su lado, Europa y Estados Unidos le piden que retire sus tropas de la frontera y respete la integridad territorial de Ucrania y amenaza con aplicar severas sanciones.

Después de dos reuniones entre el canciller Rus Serguéi Lavrov y el secretario de Estado Antony Blinken, el conflicto no parece desescalar.

Y cómo explicar el conflicto actual…

El análisis se puede empezar a partir de la expresión de Vladimir Putin, cuando calificó la disolución  de la Unión Soviética como el mayor error geopolítico del siglo XX. Esta expresión puede tener muchas interpretaciones, pero viniendo de un hombre formado en las labores de inteligencia, dentro de un organismo revestido de tanto poder como la KGB, acostumbrado a considerar al mundo occidental como un enemigo que quiere destruir a Rusia, resulta fácil entender que quiera recuperar la vieja hegemonía y el poderío soviético y su protagonismo personal en el concierto de las relaciones internacionales.

En el marco de esta suposición, es lógico pensar que vea como una amenaza la expansión de la OTAN hacia el este de Europa y especialmente hacia la costa norte del mar Negro, de allí el pedimento muy preciso de su canciller Serguéi Lavrov, que reclama el compromiso escrito de los norteamericanos de que NUNCA incorporarán a  Ucrania como miembro de pleno derecho a la OTAN.

Los sucesos de Crimea y el Dombass, junto a la amenaza de invadir Ucrania se enmarcan en esta pretensión.

Crimea desde que le fue arrebatada a Ucrania por el Imperio ruso, fue utilizada como un punto de avanzada hacia el Mediterráneo y como una salida relativamente rápida hacia al océano Atlántico, razón por la que el mundo occidental ha mantenido el interés en sus rutas de navegación. La salida desde el mar Negro hacia el Mediterráneo requiere el uso de dos controles naturales, el primero es el estrecho del Bósforo para tener acceso al mar de Mármara y el segundo el estrecho de los Dardanelos para acceder al mar Egeo y poder entrar al Mediterráneo, sin considerar lo que pueda significar en tiempos de conflictos el paso por el Estrecho de Gibraltar para llegar al océano Atlántico.

El mar Negro durante la existencia de la URSS fue el coto privado de los soviéticos y una especie de colchón protector, respecto al bloque occidental. Con la caída del muro y la incorporación de Rumanía y Bulgaria, su hegemonía resultó notablemente afectada, el mar Negro ya no es su barrera de protección, los mencionados países por ser ribereños gozan de libre acceso al mismo, incluso dentro de las restricciones que impone la Convención de Montreux, en vigencia desde 1936. Este convenio concede a Turquía  el control de acceso al mar Negro,  desde el mar Egeo y el mar de Mármara, a través de los estrechos de los Dardanelos y el Bósforo.

Turquía, pese a que antes ha negado el paso a embarcaciones de la Armada de Estados Unidos, es miembro de la OTAN y en situaciones de conflictos donde esté afectado algún miembro de la organización, debe dar cumplimiento al artículo 5to del tratado de la OTAN, que establece el principio de defensa colectiva que estipula que un ataque contra uno de los aliados, se considerará un ataque contra todos los miembros de la organización.

En el caso de Crimea, la península estuvo bajo el control ruso desde su anexión al Imperio; fue cedida a Ucrania, en 1954 por Nikita Jruschov, situación que permaneció hasta la caída de la Unión Soviética, por lo que Rusia aceptó de jure la posesión de Ucrania sobre la península. En 1995, ambas naciones se repartieron mediante acuerdo la flota de la base naval de Sebastopol, lo que también supone el reconocimiento de sus derechos sobre la península, la  Federación Rusa se quedó con 87,5% de las embarcaciones y Ucrania con el porcentaje restante; en 1997, Yeltsin ratificó esta posesión cuando suscribió un acuerdo que establecía a Sebastopol como la base de la Flota del mar Negro de la Federación Rusa  y se comprometía a pagar a Kiev un arrendamiento de 100 millones de dólares anuales, por 20 años, a cambio de la ocupación de tres bahías y algunos derechos en la ciudad. Ese acuerdo fue ampliado en 2010 hasta 2042.

Sin embargo, pese a todos estos reconocimientos, los rusos no están dispuestos a renunciar a las ventajas estratégicas de Crimea, que les permite, entre otras muchas, neutralizar las costas de Turquía, Rumania y Bulgaria, que son miembros de la OTAN.

Además de las motivaciones descritas, Putin pretende conseguir que la Unión Europea le apruebe el gasoducto NordStream 2, que le permitiría inundar de gas a Europa desde Alemania, evitando así pagarle Ucrania por el gasoducto utilizado actualmente para llevar su gas a Europa, que atraviesa el territorio ucraniano, igual ventaja obtendría si le permiten su ocupación, por otro lado el conflicto le hace aparecer a los ojos del mundo, como un protagonista situado al mismo nivel que los Estados Unidos, la OTAN  y la Unión Europea.

Si bien las anexiones que ha logrado Rusia de los territorios ucranianos, no reconocidas por la comunidad internacional, pudieran significarle un logro; también le han significado algunas contrariedades geopolíticas, a raíz del conflicto Ucrania que solo contaba con un ejército de voluntarios y ahora cuenta con un ejército adiestrado por y de acuerdo con los criterios de la OTAN. La comunidad internacional le está aplicando severas sanciones, tales como la paralización del gasoducto. Además, la OTAN se está planteando la creación de una fuerza de intervención rápida y nuevas bases en Letonia, Estonia, Lituania, Rumania y Polonia.

En cuanto a las severas sanciones con que amenaza Joe Biden, parecieran estar sujetas al nivel de las acciones de Putin en Ucrania, como se desprende de las torpes declaraciones del presidente norteamericano, lo que pudiera llevarnos a pensar que Putin podrá mantener el control de las recién creadas repúblicas, mediante un estatus especial concedido por el parlamento ucraniano, que les conceda una relativa autonomía, derecho a la doble nacionalidad incluido el pasaporte ruso para los habitantes de la región del Dombass, mantener la base naval rusa en Sebastopol y dejar en el  limbo la incorporación de Ucrania a la OTAN y la negociación sin conclusiones de su incorporación a la Unión Europea a cambio del retiro de las tropas rusas de la frontera.

En resumidas cuentas, la situación actual del conflicto, pese a su escalada, se mantiene a nivel diplomático, está signado por dos realidades que Putin tiene por ciertas, ni la OTAN  va a incorporar a Ucrania en el presente y en el mediano plazo, ni la Unión Europea lo hará tampoco, por lo que los únicos protagonistas de este conflicto son Rusia, Ucrania y Estados Unidos si está dispuesto a enfrentar solo a los rusos.

@wilvelasquez


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!