Toda era política estadounidense tiene una película que la ilustra, la ejemplifica y la encarna. Así como Harry el Sucio era el héroe que reflejaba la presidencia imperial de Nixon, el juvenil e ingenuo Luke Skywalker de la Guerra de las Galaxias era la imagen del muy iluso Jimmy Carter. Si hubo una película capaz de resumir en dos horas el espíritu, la ambición y la visión del mundo de la era Reagan esa fue en 1986 Top Gun, dirigida por un director en ascenso, Tony Scott. Es difícil volver a verla, el tiempo la ha vuelto aun más caricatural de lo que era en su momento, lo cual ya es mucho decir. La trama era previsible. Tres pilotos distintos, buenos muchachos, ambiciosos y bastante negligentes en materia de respeto a las jerarquías se encontraban en Top Gun, escuela de aviación donde solo llegan los mejores. Antes de ello, habían estrenado sus habilidades en el Golfo Pérsico, hostigando a los MIGs soviéticos y superando una que otra barrera emocional. En el curso de sus aventuras, el más débil moria y los otros dos se enfrentaban por la primacía aérea y el amor de la muchachita del caso. La película era una oda al videojuego, aun en pañales en aquella época.

Un paréntesis. La aviación siempre fue un subtema recurrente en el cine estadounidense, tal vez porque el cine y el avión vieron su nacimiento y desarrollo más o menos por las mismas fechas y porque ambos cumplieron, cada uno a su manera, con la tarea de hacer el mundo más pequeño, ya sea acercando a los pasajeros a tierras remotas o trayendo esas tierras a los espectadores. En todo caso más de un cineasta fue antes piloto (William Wellman dirigiría Wings en 1927) o algún piloto intentaría dirigir y producir películas como Howard Hughes. Acaso el vértigo del aire se emparente de alguna forma con la magia de la sala oscura.

Pero estamos en 2022, el tiempo ha pasado y los enemigos de antes de ayer han dejado de ser. El “imperio del mal” que denunciaba Reagan tenía al menos la virtud de estar ubicable y bien emplazado, aunque nadie sospechara que le quedaban muy pocos años de vida. En su lugar, y para beneficio de Hollywood han surgido villanos igualmente letales y planetarios, pero menos identificables. Tan poco identificables de hecho, que los “briefings” para explicar la misión suicida a los nuevos reclutas de Top Gun, ni siquiera los nombran. Resumamos la trama. Sobreviven a duras penas dos de los héroes del mundo bipolar, uno, cuasi arrasado por el cáncer, ha llegado a ser el numero 1 de la fuerza aérea, el otro, como es previsible, es el juvenil muchachito de hace cuarenta años ahora todavía díscolo y por travieso castigado con un mandato maquiavélico. Transformarse en instructor de una banda de buenos muchachos encargados de hacer añicos un reactor nuclear en construcción, en un país innombrado pero imaginable. Es difícil encontrar algún rasgo de imaginación en este “potpourri” de lugares comunes, nostalgia rancia de un mundo que ni siquiera Donald Trump pudo revivir. La película busca mantener al espectador del lado de acá del bostezo apelando a los giros de los aviones, las piruetas previsibles, y las imposibles historias de amor o despedidas nostálgicas de los héroes de ayer. Logra parecerse un poco a la vida de Tom Cruise, saltando de franquicia en franquicia para mantener su carrera a flote. Ocurre que el mundo de hoy es, aunque suene inimaginable, más siniestro y peligroso que el de los 80. Y, en paralelo, la trama de la Top Gun original, parece incluso más inteligente.

Y al final, cumplen con la misión. Aunque usted no lo crea.

Top Gun Maverik. Estados Unidos .2022. Director, Joseph Kosinski. Con Tom Cruise, Val Kilmer, Jennifer Connelly.


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