El polémico Jorge Lanata regresó con su programa Periodismo para todos en la televisión argentina.

Pude desglosar su capítulo del domingo pasado, “Nos estamos volviendo locos”, dedicado al impacto psicológico de la cuarentena.

Considero oportuno compartir las conclusiones del colega porteño, porque permiten comprender problemáticas familiares, a la distancia.

Lanata vino a Venezuela durante una época. Lo conocimos y escuchamos en la UCV, durante una conferencia. Por lo general, tiende a ser controversial con sus posturas políticas en contra del progresismo latinoamericano.

De Caracas a la tierra del fuego, descubrió conexiones inquietantes, patrones de control social, lugares comunes del chavismo aliado al régimen de los K.

Por tal motivo, el reportero fue injustamente detenido en Maiquetía y deportado a su país en un procedimiento ilegal de violación de la libertad de expresión.

Las autoridades rojas le prohibieron el ingreso al territorio nacional, de por vida, al cargarle el estigma de persona no grata.

Antes Lanata realizó el documental Deuda, la serie Bric y el especial sobre los Malditos de la cultura pop del continente.

En sus trabajos audiovisuales adopta la expresión enunciativa de la primera persona, poniéndole voz y cuerpo a la noticia del momento.

Una cuestión duramente criticada por la academia, en la época del maestro Pablo Antillano, pero actualmente normalizada por la dinámica de las redes sociales.

Aun así, debemos recordar las advertencias de los profesores de la universidad, quienes señalaron el preocupante ascenso del culto a la personalidad en los medios de comunicación.

Sin esperar por la regulación discrecional del Estado, los receptores y los comités de usuarios ejercen una necesaria contraloría, a la hora de orientar al ciudadano ante la ingente cantidad de híbridos, logrando separar la información de la publicidad y la opinión.

A veces, los códigos se intercalan en un hipertexto, influido por el diseño de los nuevos portales.

De cualquier modo, usted merece contar con herramientas metodológicas y teóricas, para separar la propaganda del comentario realmente veraz.

En los meses del covid-19, hemos visto una inundación de técnicas de intoxicación en Twitter y Facebook, las cuales incentivan cuadros de ansiedad, angustia y fuerte polarización.

No es casual la cobertura reactiva de asuntos como el tema del racismo, la campaña de Calvin Klein y la pedofilia, llegando al extremo de vender por buenas, simples agendas de odio e intolerancia.

Todos se sienten víctimas de una conspiración, atribuyéndosela generalmente al bando contrario.

Se revive el fantasma de la cacería de brujas del nazismo, bajo la sombra del macartismo digital de los negadores de cualquier diferencia.

Frente a ello, reivindicamos la labor de la prensa profesional independiente, enfrentada al poder de turno.

Celebro el empeño de resistir desde las páginas de periódicos como El Nacional y de los portales de oposición a la dictadura. Aportan luz en tiempos de confusión y dispersión.

En tal sentido, recomiendo revisar la referida emisión de Jorge Lanata. Ahí descubrirán un espejo de enfermedades tan graves como el coronavirus, generadas por la mala gestión del confinamiento eterno.

Argentina y Venezuela son víctimas de un encierro, de un encarcelamiento, con las consecuencias nocivas de un aislamiento prolongado: violencia intrafamiliar, aburrimiento, locura, epidemia de divorcios, depresión, suicidio y deterioro del sistema inmunológico. Un auténtico genocidio silencioso, grave como el de la pandemia.

Nos mandaron para la casa, en una traumática reclusión radical, carente de alternativas, de soluciones y de instrucciones de vuelo.

Cada uno se las arregla, se las apaña, buscando superar el escollo de la falta de agua, de luz, de empleo, de Directv, de gasolina, de ingresos mínimos, de alimentos, de medicina.

El remedio de la cuarentena extremista ha sido peor que la enfermedad. Cuenten los números de decesos y saquen sus conclusiones.

El plan de reducción de la población les ha rendido fruto a los captores y torturadores, aprovechando la ignorancia de la gente, la sumisión que activa la represión de los colectivos del terror.

Estamos a tiempo de recuperar el amor propio, la autoestima ciudadana, para hallar la salida del túnel en que nos metieron.

Es el dilema que plantea Lanata.

Restaurar la cordura o continuar en la estrategia de los que nos quieren volver locos.


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