Pocas cosas son tan graves para una sociedad como permitir que la educación deje de ser un tema prioritario en su preocupación. Sería el síntoma más inquietante de que se está perdiendo el horizonte de futuro. Habrá quien pregunte cómo mantener el foco en la educación cuando la sobrevivencia ocupa toda la atención. Está claro, sin embargo, que un estado de aceptación resignada y pasiva del presente implica la renuncia al futuro posible. Como está claro también que las responsabilidades frente al tema de la educación no recaen ni prioritaria ni exclusivamente en los gobiernos o en las instituciones educativas, sino que corresponden a toda la sociedad.

Mantener la atención sobre el tema de la educación implica preguntarse por sus condiciones actuales, pero sobre todo por las profundas transformaciones estructurales y de visión que se requieren para atender las exigencias de una sociedad en permanente y acelerado proceso de cambio en todos los órdenes, de las ideas a las necesidades, de las condiciones de vida a las de trabajo, de la tecnología a los valores, del desarrollo personal al de las relaciones con el otro y con la naturaleza.

Las soluciones para abordar el problema de la educación, en este contexto, han sido, en muchos casos, parciales, reducidas, marcadas por la falta de preparación, de estrategia y de capacidad. Es el caso de Venezuela. Contrasta con lo que vienen haciendo las sociedades organizadas no solo para para no agrandar las brechas de formación y conocimiento, sino para mantener la vigencia de sus sistemas de educación, revisarlos, actualizarlos, pensarlos en función de las grandes necesidades y preocupaciones de la humanidad.

En las actuales circunstancias, la respuesta forzada por el confinamiento ha sido la educación virtual. Lo que desde los avances de la tecnología al servicio de la información se veía como oportunidades, la pandemia se ha encargado de convertir en una urgencia una necesidad temporal. Otros la han visto, al contrario, como una ocasión para un cambio radical, para la implantación de un modelo global y permanente de educación virtual. El sistema educativo en tiempos de pandemia ha tenido que transformarse de forma urgente e imprevista a una modalidad virtual, modificando de manera sustancial la participación tanto de los maestros y los estudiantes como de las familias y de la comunidad. Limitar el cambio a la educación virtual sería, sin embargo, reducir la educación a la transmisión de contenidos, olvidando que es sustancialmente mucho más. Es formación, es aprendizaje en la interrelación con los otros, es transmisión de conductas y valores.

Quienes se han ocupado de los desafíos de la escuela en el siglo XXI coinciden en afirmar que los nuevos parámetros del sistema educativo exigen la disposición de maestros, alumnos y familias al uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, no basta con implementar recursos tecnológicos y cumplir con el requerimiento básico de garantizar el acceso universal de profesores y alumnos a las nuevas herramientas y a la infraestructura de comunicaciones. No atender esta exigencia implicaría el abandono a grandes contingentes de la población, con la consecuencia inmediata de la deserción escolar y, más estructuralmente, de la desigualdad. Se hace necesario que la escuela se reinvente y realice las reformas necesarias para una verdadera cultura digital que incluya la interactuación alumno-maestro como un proceso creativo. De allí que una de las claves de la transformación sea la formación del profesorado en competencias digitales y en las modalidades de educación a distancia en línea. El papel clave asignado al maestro amplía su responsabilidad y la urgencia de mejorar su preparación en todos los órdenes. Para la sociedad, en reciprocidad, significa la obligación de un mayor reconocimiento social, en consonancia con la importancia de su función y con su dignidad.

Son muy escasas las voces que se ocupan del tema de la educación en Venezuela. Hay que agradecer a quienes lo hacen, desde la investigación o desde foros de divulgación. Sería deseable que se convirtiera en preocupación activa de las élites, en convocatoria para pensar y hacer, desde una visión actualizada y realista, profunda y eficaz.

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