Al listar los enormes daños que el chavismo le ha hecho al país en sus más de dos décadas en el poder, mucha gente incluye entre ellos la degradación moral y espiritual que habría sufrido el venezolano. Y es verdad que los embates a los que ha estado sometida el alma nacional durante todo este tiempo han sido muchos y duros: han promovido el odio y la división entre nosotros; han embestido contra nuestra dignidad repetidamente y de muchas maneras como cuando, por ejemplo, intentan cambiarnos un cargo en el gobierno o una caja de comida por lealtad política. Han perseguido, reprimido y torturado gente. Han llegado hasta vilificar nuestro lenguaje público, haciéndolo soez, vulgar.

Pero el espíritu humano es resiliente y más que eso. No solo puede volver adonde antes estuvo; también puede hacerse mejor de lo que nunca fue, aun si hubo de haber transitado por los caminos más oscuros y degradantes. Siento que los venezolanos, después de mucha desolación y tal vez en parte debido a ella, nos hemos hecho mejor gente; gente más sufrida, pero mejor. Unos datos recientes acuden en mi ayuda. Desde el año 2006 Gallup realiza una encuesta anual en más de 140 países entre los cuales se encuentra Venezuela. La encuesta incluye preguntas de diverso tipo, alguna de las cuales pudieran enmarcarse en lo que se denomina capital social. Por ejemplo, se le pregunta a los entrevistados si en los últimos 12 meses ha trabajado como voluntario para alguna causa social, si ha donado dinero o si ha ayudado en alguna forma a un extraño. Resulta alentador constatar que a pesar de toda la destrucción que el chavismo trajo al país, las respuestas positivas a esas preguntas se han incrementado de manera significativa, alcanzando en los dos últimos años sus máximos valores desde que se hace esta medición. Encontramos que quienes afirmaron haber hecho trabajo voluntario pasaron de 9% en 2008 a 31% en 2023; los que donaron dinero pasaron de 10% a 19%, y los que ayudaron a un extraño de alguna manera se movieron de 28% a 73% entre las fechas mencionadas.

Es notable el aumento de la solidaridad y el compromiso social de la gente en medio de la destrucción masiva y de todo orden que ha traído el régimen chavista al país. Ha sido una de sus formas de resistencia ante la barbarie. Eso habla bien de nosotros. Ese es un motivo de esperanza. Esa mayor solidaridad, ese mayor capital social, serán palancas muy valiosas para emprender la reconstrucción nacional. Otras dimensiones de la dinámica social apuntan en la misma dirección. La división que introdujo entre nosotros la narrativa chavista se diluyó y se ha transformado más bien en un reencuentro masivo tras un mismo objetivo: salir del régimen, recuperar la democracia y comenzar la reconstrucción. De eso nos habló el 22 de octubre. Nos dejó un mensaje de gran esperanza para el 2024. ¡Feliz Año!


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