«There’s a bluebird in my heart» (CHARLES BUKOWSKI)

A veces me parece que no soy yo quien busca tema para escribir. Algunas veces me da la impresión de que es el tema el que me busca a mí. Un conocido comunicador de la televisión española ―el Gran Wyoming, Juan Miguel Monzón― hablaba el mes pasado en su programa sobre la masacre del martes, 24 de mayo de 2022 en la Escuela Primaria Robb de Uvalde, Texas («Masacre en Texas: al menos 19 niños y dos maestras mueren en un tiroteo en un aula de una escuela primaria«. Redacción BBC News Mundo/ 24 mayo 2022)* y, entre otras cosas, citó un compendio de normas de urbanidad que había copiado casi 300 años atrás un adolescente de 16 años. Ese adolescente que se convertiría años más tarde en el primer presidente de Estados Unidos se llamaba George Washington. Como suele decirse aquí, me quedé con la copla, es decir, tomé nota y puse un recordatorio en mi agenda. Me lancé al mar para descubrir en mis primeras brazadas un documento empapado y lleno de sal, «Las reglas de la civilidad y el comportamiento decente en la compañía y la conversación» **. Estos papeles los había encontrado el joven Washington en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Al parecer el texto original fue escrito por jesuitas franceses y posteriormente traducido al inglés.

No me conformé y continué mi aventura ―esta vez subido a una tabla de surf― hasta llegar a aguas internacionales. Me dejé llevar por la marea. El sol no ayudaba. Ya tenía la piel quemada. Quise resistir un poco más. Las olas me golpearon con una botella de vidrio que contenía un rollo de papel, ocho páginas redactadas en lengua inglesa «George Washington’s Rules of Civility & Decent Behaviour» ***. Guardé mi tesoro en una bolsa especial para protegerlo del mar salado y el efecto del sol. Sabía que era una prueba importante para esta columna y que debía adjuntarla en el correo de hoy a Patricia Molina de la Redacción del periódico al otro lado del Atlántico. La verdad es que las normas de civismo y comportamiento decente tratan muchos aspectos de interés. El texto me hace sonreír mientras leo, por ejemplo, el número 5: «If you cough, sneeze, sigh, or yawn, do it not loud but privately; and speak not in your yawning, but put your handkerchief or hand before your face and turn aside» [Si toses, estornudas, suspiras o bostezas, no lo hagas públicamente, hazlo en privado; no hables a la vez que bostezas, coloca un pañuelo o tu mano delante de la cara y gírate a un lado]. El número 15 aconseja: «Keep your nails clean and short» [Mantén las uñas limpias y bien cortadas]. Seguiría copiando aquí muchos otros artículos, mas el texto se haría interminable, y si hago caso al artículo 35: «Let your  discourse with men of business be short and comprehensive‘ [Haz que tu discurso ―con los hombres de negocios― sea breve y entendible] debería detenerme aquí; sin embargo, soy incapaz de no compartir el número 110, el último artículo: «Labor to keep alive in your breast that little sparkof celestial fire called conscience» [Esfuérzate en mantener vivo en el pecho ese pequeño destello de fuego celestial llamado conciencia].

El texto de ocho páginas lo valoro mucho. Es mi tesoro, el mensaje de una botella perdida en el océano. El respeto al prójimo, la convivencia y las normas de cortesía bien aprendidas hacen del mundo un sitio habitable, un mundo sin violencia, quizás un mundo sin tanto odio. A nadie se le ocurriría disparar a un niño. Nadie haría tanto mal a un hermano puesto que eso es lo que somos, hermanos. Al principio del mensaje, en la introducción, Richard Brookhiser escribe que los buenos modales del mundo occidental fueron originalmente aristocráticos, lo que hace pensar que, por paradójico que resulte, el civismo y la cortesía proceden de un ánimo poco común, de un espíritu individualista y noble.


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