Noches redondas… qué alegres pasan, qué bellas cruzan por mi balcón… Noches redondas ¡cómo me tienen! y… cómo me afinan el corazón… Se habían retado para ver quién entre ellos podía llegar a hacer la mejor imitación de María Antonieta Peregrino, de la célebre Toña La Negra, pues. Aquellos hombres hirsutos se maquillaban risiblemente y se ponían lentejuelas por todas partes, se canchaban unas pelucas y unos trajes hechos con manteles de flores y servilletas coloridas; iban poniendo las notas más graves o exacerbando al ridículo las voces más agudas y le iban inventando unas letras nuevas de disparate cada vez más degradadas al conocido bolero hasta reventar de la risa y hacer que las bromas siguieran saltando por los aires.

A esas alturas de su ejercicio ancestral y cotidiano del desparpajo, ya habían descubierto cómo es que le entra el agua al coco, qué es lo que se esconde debajo de la piel del mar, cómo es que flotan ventanas, torres y gatos al mismo tiempo en las habitaciones de fondos azules o variopintos y por qué le temen tanto los dictadores al humorismo. Imitaban las voces, posturas y atavíos de los cantantes de moda y las divas del espectáculo con singular exactitud y desfachatada socarronería, lo mismo que a los políticos de turno y otros camaleones con sarcasmo inflamado. Entendían cómo y por qué un urinario podía convertirse en una fuente para la insolencia y para la risa. Habían dado con el secreto del agua de babandí, así como con los otros misterios de muchas aguas picosas y entre tragos se reían de sus propias desgracias, a las que también volvían chistes para el regocijo propio y el de sus audiencias.

Se jugaban entre ellos con chascos mucho peores que las travesuras y crueldades de los muchachos de la cuadra. Transgredían normas y usos, modales y maneras de ser; se sorprendían todavía con el alcance exageradamente áspero, grotesco, que podían alcanzar las guasas entre unos y otros. Entre ellos mismos probaban nuevos chistes y renovadas rutinas, nuevos personajes inventados al tiro, nuevas expresiones de una tragicómica historia conocida pero que, vista desde su ángulo, siempre podía generar la risa. Su propósito siempre fue mitigar los dolores, las abundantes penas, mantener el buen humor a flote levitando en el aire y no pasar desapercibidos por la vida. Más de cincuenta años pasaron en esos sabrosos afanes de disparate: la gran cruzada del buen humor.

No eran solamente contadores de chistes. Eran, además y, sobre todo, una legión de bufones de primera, salidos de un aula de clases donde armaban presentaciones humorísticas, se mofaban de los profesores, se burlaban de ellos mismos e imitando, se mofaban de media humanidad.

Como quien observa con sonrisa complaciente el álbum fotográfico de la familia de una novia nueva, siempre nos asomaremos para volver a mirar a estos actores cómicos, estos comediantes nuestros, felices herederos del Quijote, Sancho Panza, Dulcinea, Rocinante y de esa carreta de pícaros españoles precolombinos; de Leoncio Martínez “Leo” y Francisco “el Jobo” Pimentel, de Antonio Saavedra y Rafael Guinand, de Aquiles y Aníbal Nazoa… Sucesores también de las películas en blanco y negro cómicamente mudas y de sus intérpretes. De Chaplin y Buster Keaton, de Laurel & Hardy, de Ben Turpin, de La Pandillita, Bob Hope ¡y hasta de los cómicos a colores! como Lucille Ball y Desi Arnaz, Carol Burnett, Jerry Lewis, Marty Feldman, Louis de Funes, los queridos locos de Monty Phyton, Luis Sandrini, Don Miguel Gila, Rowan Atkinson, Woody Allen, Peter Sellers, Mel Brooks… Sabían qué decían los silencios de Marcel Marceau… Se conocían al pelo las travesuras mexicanas de Tin Tan, de Viruta y Capulina y, por supuesto, de Cantinflas. Vivían como en las humoradas elegantes de Los Locos Adams y así también se conocían todos los capítulos de La Familia Monster que repetían al calco o reinventaban en versiones vernáculas.

Habían venido disfrutando de la comicidad amorochada de Charles Barry, Cayito Aponte, Pepeto López, Pedro Elías Belisario, César “Bólido” Granados y Don Domingo del Castillo, de Yeyo y Pilingo; de Kiko Mendive y Beto Parra, quien les daba la colita en su taxi maracucho ¡ese par -dicho por ellos mismos- hizo el conjunto de los mejores escépticos y cómicos musicales del Caribe y sus alrededores!, del Tío Simón, de Joselo y Napoleón Deffit, Amador Bendayán, Toco Gómez, Virgilio Galindo “Ruyío”; de Jorge Tuero, Roberto Hernández y Américo Navarro, así como de actrices cómicas como Olimpia Maldonado (la Gafa Pucha), Margot Pareja, Fina Rojas, Elisa Parejo, Romelia Agüero, Nelly Pujols, Betty Hass, Lucía Rico, Irma Palmieri y Nora Suárez; ¡Ah, Charles Barry! quien no reparaba en sacarse la plancha en algún momento inusitado de la escena y gritar ¡Afloja! con su rugido desdentado después de darle un trapazo con su saco de pordiosero a quien le interpelaba; de Julián y Chuchín, ¡dos vivianes de postín! Nombres todos que hacían y hacen sonreír con solo mencionarlos…

Sería toda una buena broma ponerles juntos en un gran álbum de barajitas ¡Cómo les quisimos! ¡Cómo les hemos querido! ¡Cómo les seguimos queriendo! Juntos eran como El Zorro contra nuestras desgracias. Eran defensores del pensamiento agudo por el que transita el buen humor rayano a veces sin rubor en lo pedestre. Así, no le temían a hacer el ridículo, se reían fuera de libreto, cantaban afinados, se burlaban de las cursilerías y se creían agentes secretos del Escuadrón Tacamajaca. Unos procedían de las Residencias Jajajá o de La Bodega de la Esquina, su gracia meridiana venía El Show de las 12 y les encantaba voltear a la morrocoya. Satirizaban a los tiranos y se burlaban de los feos, incluyendo a los políticos y a los uniformados de autoridad.

Emulaban jocosamente hasta las payasadas de la lucha libre puestas en aquel inolvidable programa de los sábados por la noche Cachascascán narrado por Don Antonio del Nogal, quien comentaba cada detalle de cada pelea incluyendo el vuelo de las sillas que viajaban por el aire y desde un ring donde se habían maravillado con El Doctor Nelson y su pinza libanesa contra El Chiclayano, Antonino Rocca contra el Gran Jacobo y su pinza israelita, Bassil Batah vs El Médico Asesino, el Dragón Chino contra Bernardino Lamarca y su llave del cangrejo o el Gran Lotario, la Bestia Negra, venciendo a cuatro luchadores en el primer round de una pelea pactada a tres asaltos.

Alejados del mundo y del bullicio, les gustaba mucho irse en cambote a ese fundo lejano de Claudio Nazoa y pasarse días allá, noches enteras, noches circulares. Allí doblaban el tiempo de feliz solaz entre risas, música, visitas imprevistas y olores del anfitrión, aromas de la comida hecha por él, quise decir.

En medio de una de esas tantas noches redondas cayeron Emilio junto al Nené, que se habían llevado de convidada de honor a Doña Elisa. Sumaban como unos doce. ¡No, trece, como los apóstoles!, gritó Rafucho, el maracucho, a voz en cuello. Doña Elisa llegó y todos se pusieron -dizque- serios. Hechos los cálidos saludos de bienvenida, volvió el jubiloso regocijo y al cabo de un rato y muchos cigarros, ya en la medianoche del absurdo, Laureano pensó en voz alta a consecuencia de una airada y jocosa discusión y así, pronunció: Antes de seguir preguntándome por qué tú eres así, por qué son así y por qué el mundo es así, más bien podría atender al ser que soy yo… porque ya sabiendo mejor quién soy, disponerme a cambiar podría ser una posibilidad más cierta… quiero seguir dejándome tomar por las emociones y darle por esa calle del medio como un músico o como un intérprete que va sobre la cresta de la ola al momento de su representación ¡que se esfloretan si la emoción les toma!… Como diría el poeta Chuchú Rosas Marcano, esas ideas me enjambrean todo por dentro. Aquello me enjambrea la cabeza y el cuerpo todo, el corazón y sus latidos. El alma me enjambrea. ¡Ay!, gritó El Portu socarronamente ¡¡SShhsss, silencio, caray, por sabor, que este es el introito para nuestra huésped de honor!! Como me lo enjambreó -iba a decir y lo digo- Doña Elisa Lerner hace un tiempo cuando una vez nos dijo en una reunión de amigos humoristas como esta: En nuestro país, este que nos tiene, pero no nos sostiene en todo momento, de gritos, de insultos y cajas destempladas, el humor es como el susurro de una seda de alta costura. Cortesía de la historia, ingeniosa música de cámara para que no duela tanto ese último oído que se guarece en nuestra alma…

Hubo sonrisas y un largo silencio. Muchos de los presentes no habían conocido aquella feliz expresión de la invitada de honor… Al ratico, Cayito se atrevió a romper la mudez transitoria, levantó su copa y ofreciéndole cantarinamente un brindis a Doña Elisa, dijo: Pudo más quien más amó… ¡Quien más mamó, eso, quien más mamó!; cierto, ¡cierto!, replicó Charly para desbaratar las seriedades. Todos nos reímos, alzamos nuestras copas y hasta le cantamos una canción a nuestra amada poeta, acompañados por la guitarra de Miguel Delgado y el piano de Carlitos Jorges. Ella se sonrojó… Desde su rubor, se le ocurrió citar a Shakespeare: The course of the true love never did run smooth. ¡Ese sí es un latinazo!, maulló El Gato, agazapado entre un chinchorro. En Sueño de una noche de verano, Shakespeare había escrito esa maravilla: El curso del amor verdadero nunca corrió suave… Doña Elisa es recuerdosa, dijo Pepeto en serísimo tono llanero, queriendo hacer una nueva gracia y prosiguió: ¡Qué portentosa memoria! ¡¿Cómo puede ella recordar las palabras de ese poeta de hace tantos siglos?! ¡Serán contemporáneos!… Ella se levantó. Quería comer algo y antes de marcharse momentáneamente, dejó flotando un nuevo pronunciamiento: Hasta en el lugar más recóndito hay un sueño enorme. Jorge Tuero peló los ojos e intercambió miradas con Otrova Gomas. Doña Elisa se devolvió para añadir: Mi buen amigo español Don Eduard Punset me dijo una vez: hay que escribir para la gente de la calle, para el ciudadano de a pie ¡Por eso, aunque ustedes no sean o no se declaren escritores, lo que hacen enlaza porque buscan la felicidad y la felicidad se irradia ¡pero hay que buscarla! ¿Verdad, Don Tito?

Así transcurrió una nueva noche redonda entre música, palabras al vuelo, contradicciones, disparates y nuevos números, ideas renovadas, bocetos para futuros programas. Tanta fue la afición, el ejercicio lunático, los años entregados por ese grupo de histriones por la televisión y la radio y los teatros y los bares, y tal la popularidad que se habían ganado a punta de burlarse de los políticos, chivos, chivatos, camaleones, comacates de la vida nacional para sostener los tiempos duros que se vivían que llegaron a lanzar a Doña Martha Olivo, a Malula, como concejal y lo lograron. Después se dispusieron a ayudar a conformar la Cátedra Libre de Humorismo Aquiles Nazoa en la universidad más importante del país, la más central y más bonita del universomundo, desde donde inventaron un candidato a la Presidencia de la República.

En una noche inolvidable como esa, amenizada por el Medioevo, Graterolacho tomó el micrófono y, como quien lee un texto de Rafael Guinand, dijo imitando la voz del Doctor Nigüin, palabras más, palabras menos: Desde la excelsa tribuna de este tan alto magisterio y en compañía de todos los aquí presentes y los del más allá, ausentes, pero de risueña recordación, anunciamos -complacidos y convencidos- la candidatura presidencial de Don Pedro León Zapata, andino y benemérito pero de verdad-verdad quien, luego de muchos años provocándonos la reflexión a través de la risa que producen sus caricaturas diarias publicadas en el querido consuetudinario El Nacional, ha llegado hasta nosotros convertido en epifanía para decirnos y demostrarnos con hechos artísticos y prácticos cómo es que se va a batir el cobre en este país de ahora en adelante y cómo es que vamos a alcanzar una vida digna sin más postergaciones, dilataciones, diletancias, culebrones, militancias y antiguas monsergas de librito.

El Aula Magna completa, repleta hasta las banderas y los tequeteques, se puso de pie y ovacionó cerradamente al amado candidato. Esa noche le pusieron una banda cruzada en el pecho y hasta una corona de laureles. Dio un discurso de los suyos ¡Y Zapata ganó las elecciones de ese año! Desde entonces y a esta parte, el humor como el buen gusto siguen transcurriendo entre nosotros como la sangre, como el ADN, como el oxígeno, como la verdolaga, como el ron, como el petróleo o el coltán subterráneos.

Es una fantasía, lo sé. Pero es más que eso. Es un tributo que me salió hacer y contarlo. Y, así, una vez contado y como durante tantos lunes vividos, como en tantas noches redondas, sonriamos a pesar de todo para escuchar por siempre a Cayito cuando canta con su voz resonante:

Se va la audición…. que les vaya bien. Pedimos perdón por lo de recién…

 


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