Foto Juan Barreto

La hegemonía y los que defienden la supuesta «normalización», que también es complicidad con la hegemonía, pretenden hacer ver que el país va por un buen camino político, económico y social, y que solo hace falta que se elimine cualquier tipo de sanción internacional para que lleguemos a nuestro mar de la felicidad…

Es una desgracia semejante falsedad por dos motivos principales: abona el continuismo indefinido de Maduro y los suyos en un poder, donde no hay ni trazos de Estado de derecho; y desacredita aún más a gran parte de los que se proclaman representantes del rechazo a Maduro, extendiendo la orfandad política de la población.

Se comprende que haya cansancio, se comprende que haya desilusión; se comprende, sobre todo, que detrás de la mampara del «realismo político» se encuentren intereses impresentables. Todo eso se comprende.

Pero nada de eso justifica que se valide a la hegemonía despótica y depredadora que está destruyendo a Venezuela, y menos que se llegue a encomiarla -así sea de ladito-, y menos todavía que los que luchan contra todo este tinglado sean considerados extremistas antidemocráticos. Eso no se acepta.

No se puede dejar de luchar bajo ningún pretexto. El ejemplo de Pompeyo Márquez, cuyo centenario se conmemora con orgullo y tributo patriótico, que vaya por delante. Días antes de morir seguía incansable en defensa de los valores y principios de la democracia venezolana.

Porque de eso se trata: valores y principios; no de un poquito más de barriles de petróleo, o de perfilar la economía del bodegón. No.

No se debe tirar la toalla en cuanto a los valores y principios para reconstruir a Venezuela. No tiro mi toalla, ¿y usted? o mejor dicho: ¿y tú?


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!