I

En estos días algunos compañeros de la UCAB me hicieron recordar de algo que el profesor Marcos Reyes Andrade decía: McLuhan es un payaso. En aquella época tal afirmación me parecía temeraria, pues de las cosas que me obligó a leer en los años de pregrado (además de sopotocientas obras de teatro) el erudito canadiense tenía mucho peso en mi joven cerebro.

Era la época en la que apenas se soñaba con los medios digitales, ni siquiera sabíamos lo que era un teléfono móvil, celular, y por eso la idea de que en algún momento el hombre tendría todos los medios que necesita en un dispositivo en la muñeca me parecía no solo ciencia ficción, sino algo aspiracional. Menos mal que he vivido para experimentarlo, parafraseando a otro grande.

Pero lo bueno parece que tiende a permanecer. Hay cosas que no se olvidan; al contrario, se añoran.

II

Si no, pregúntenselo a la gente de The New York Times. Hablando otra vez de aspiraciones.

Con una plantilla de más de 1.000 personas en su redacción, han podido reinventarse porque tenían el norte claro: ser indispensables para sus lectores. Así lo afirmaron en 2015 en un documento titulado Our Path Foward: “Nuestra aspiración primordial es la de cultivar una nueva generación de lectores que no puedan imaginar un día sin The New York Times”.

Y para eso hicieron lo que muchos creen imposible y hasta ilógico. Han logrado armonizar lo digital con el papel. Por supuesto, después de darse cuenta de que solo ser digital no paga.

Pero lo hicieron a su modo: se alejaron lo más que pudieron del “clic fácil” y dedicaron los recursos a su redacción. Prácticamente les dijeron “hagamos periodismo de verdad”. En Internet se afirma que el periódico publica cerca de 200 notas propias al día. Enfoques propios, temas propios, con contexto, contraste, entrevistados, opiniones.

III

¿Usuarios o lectores? A mí me da lo mismo cómo los llamen. Lo cierto es que lo original siempre tiene público, consumidores. Por eso, insisto en que no soy fácil, no voy por lo fácil, como The New York Times.

En la era en la que vuelven los discos de vinilo, las cámaras fotográficas instantáneas, y se registra el crecimiento de la industria editorial a escala mundial, hace su revival el “tubazo”. Mis colegas lo entienden, aquello que diferencia a un medio del otro. Lo que solo se puede leer en una página y no en otra.

Y ya no importa si está escrita en pirámide invertida o si es una pieza del nuevo periodismo, siempre y cuando mueva, aporte, se diferencie.

Una buena tarde de domingo con un vinilo de Ella Fitzgerald sonando y un montón de suplementos del diario es digna para captarla con una Polaroid.

Esto sí no lo vio venir McLuhan. Podremos tener un relojito que nos diga que no nos hemos levantado desde hace una hora de la hamaca, pero nada supera el placer de las cosas buenas y bien hechas. Ni siquiera un clic fácil.

@anammatute


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