El Nacional
Foto: Kenny Linares

Recientemente fuimos testigos del asalto militar a la sede del reconocido periódico El Nacional, en Caracas. Se le acusa de haber reproducido una noticia en 2015, que señalaba que Diosdado Cabello estaba siendo investigado en Estados Unidos por presuntos vínculos con el narcotráfico.

Este atropello contra El Nacional fue una acción militar, ejecutada una vez más por la deshonrada Fuerza Armada venezolana, utilizada por sus indignos mandos para complacer la retorcida arbitrariedad de particulares y no para cumplir el sagrado deber que les asigna nuestra Constitución: garantizar la soberanía de la nación y asegurar su integridad territorial.

No fue un acto de justicia lo que vimos, fue un capricho. Fue una expropiación violenta. Fue la maldad de un ignorante que, una vez más, utilizó el degradado sistema de justicia venezolano para hacer lo que acostumbra en cada aparición pública: amenazar y perseguir a todo aquel que no comulgue con sus retorcidas ideas.

Pretenden seguir aislando a la población al censurar, borrar la memoria histórica, desaparecer el acervo cultural del venezolano y atacar la libertad de expresión, de pensamiento y la prensa libre. El Nacional es un referente histórico que ha identificado a Venezuela como nación libre, soberana y democrática. Estamos hablando de un símbolo de la prensa escrita que durante casi 78 años ha mantenido informada a la población de manera veraz y oportuna.

Son muchas historias, noticias, análisis, acontecimientos y opiniones sobre temas polémicos o de interés para la ciudadanía que El Nacional nos ha mostrado de primera mano, con el fin de informarnos, educarnos y generar criterio propio en las personas.

Respetados talentos de la comunicación, destacados columnistas, redactores, escritores, periodistas y analistas se formaron y crecieron en El Nacional junto a sus lectores.

El Nacional forma parte de nuestra historia personal y colectiva. Cómo no recordar al poeta Antonio Arráiz, al caricaturista Pedro León Zapata, grandes escritores como Isabel Allende, José Ignacio Cabrujas y otras notables figuras del periodismo y la intelectualidad del continente que dejaron sus huellas en este importante medio, cuyo legado estará siempre en el corazón y mente de todos los venezolanos.

Aunque El Nacional no desaparecerá como lo aclaró su propio presidente-editor, es justo hacer un homenaje a quienes contribuyeron a consolidar este diario como un referente de la prensa nacional. De hecho, era una lectura obligatoria que se hizo parte de la familia venezolana para entretenernos y enterarnos del acontecer noticioso. Muchas generaciones crecimos teniendo de aliado este periódico para cultivar nuestro intelecto y aprendizaje.

Pero más pudo hoy el odio, el resentimiento y la ignorancia de un grupo de desquiciados que no tiene límites en la destrucción que le ha ocasionado al país.

La arremetida contra El Nacional es, sin duda, un síntoma claro de su desesperación por permanecer en el poder a costa de lo que sea, porque ya no tienen apoyo popular. Su estrategia, ante la merma de su influencia política, consiste en someter a la población sacando del camino todo espacio donde se promueva la luz del conocimiento y el saber. Necesitan solo personas que apoyen sus discursos demagógicos carentes de soluciones para el país. Son presas de un odio visceral que los empuja obsesivamente a atacar y destruir cualquier institución o espacio donde exista pensamiento crítico.

Con ese mismo propósito, la barbarie de los usurpadores ha llegado también hasta las principales universidades públicas del país, cuya infraestructura se encuentra absolutamente deteriorada por la conveniente intención de convertirlas en centros de ideologización o desaparecerlas. Estudiantes, profesores y centros educativos son un foco de perturbación para sus pretensiones totalitarias. Históricamente las autocracias opresoras han tomado a la comunidad universitaria y a la prensa como principal blanco de ataque.

Este nuevo ataque a la propiedad privada debe servir de ejemplo a quienes pretendan invertir en Venezuela, a quienes la autocracia les ha hecho promesas de proteger sus inversiones. En un país donde no hay seguridad jurídica, este sector no tiene garantías, porque ante cualquier capricho del autócrata, los militares, cumpliendo sus órdenes les arrebatarán lo que les pertenece, contando para ello, por supuesto, con el aval indecoroso de un dócil y obediente Tribunal Supremo de Justicia.

Un disminuido Diosdado Cabello, en medio de su soledad y su insignificancia, busca afanosamente destacar como el más perverso frente a quienes lo han desplazado como protagonista de los atropellos que le causan al país. Su necesidad de figurar ante la opinión pública lo empuja hasta esos niveles de insensatez. Mientras Maduro lo ignora, lo pisotea, lo avasalla y le mutila sus cuotas de poder, él reacciona expropiando un medio de comunicación, asaltando sus instalaciones y profiriendo amenazas como lo hace un patán al que su misma gente ha denigrado y menospreciado.

Expreso así mi solidaridad con El Nacional y sus trabajadores, con los representantes del gremio de la comunicación que día a día son tribuna de la lucha incansable por el rescate de la democracia en Venezuela.

Nos corresponde a los venezolanos buscar la solución a todos estos problemas, disponiéndonos a darle una aplastante derrota a los traidores a la patria en las próximas elecciones regionales. Lo haremos con el arma más poderosa que poseemos los demócratas: el voto, que será ejercido masivamente contra los ignorantes y resentidos que detentan de facto el poder. Solo así vamos a derrotar la barbarie para hacer renacer la esperanza del nuevo país que anhelamos.


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