Confieso que el pasado martes tuve que dar una de las ponencias más difíciles que me ha tocado en estos más de 5 años de trabajo con Cedice Libertad. El tema del foro: La propiedad privada en los casos condominiales y de propiedad horizontal.

El foco de atención de los ponentes que me antecedieron podría resumirme así: 1) se propone modificar la Ley de Propiedad Horizontal actual para incluir a los beneficiarios de la Gran Misión Vivienda; 2) existen más de 1 millón de viviendas construidas y entregadas, una cantidad doble de beneficiarios y es una realidad que debe ser atendida; 3) en la transición para evitar una crisis es necesario convivir con esta realidad y una propuesta de ley en estos términos da respuesta; 4) esto aplica a otras realidades, por ejemplo se afirmó que sería insensato eliminar los consejos comunales.

Para el lector de otro país, la Gran Misión Vivienda es un plan asistencial iniciado por Chávez a través del cual se ofrecían viviendas “gratis” (there is not such a thing as a free lunch) a cambio de votos e incluso Maduro amenazó públicamente con quitarle estas viviendas a quien no lo votara. No se otorgan en propiedad las viviendas sino que se “adjudican”.

Fue muy doloroso escuchar esa “propuesta” porque no se puede convivir con la dictadura; no se puede tolerar lo que es intolerante a tu propia existencia. Los consejos comunales son herramientas para quitarle competencias a los municipios y la Gran Misión Vivienda es un ejemplo de irrespeto a la propiedad privada. Son ejemplos de herramientas empleadas para destruir instituciones del Estado de Derecho.

Esta experiencia me recordó el libro Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt en el que la autora expuso cómo las víctimas del holocausto, pensando que se salvarían, ayudaron a los nazis para organizar los campos de concentración. Un pasaje como muestra de esta afirmación: “Sin la ayuda de los judíos en las tareas administrativas y policiales –las últimas cacerías de judíos en Berlín fueron obra, tal como he dicho, exclusivamente de la policía judía–, se hubiera producido un caos total o, para evitarlo, hubiese sido preciso emplear fuerzas alemanas, lo cual hubiera mermado gravemente los recursos humanos de la nación. (‘No cabe duda de que, sin la cooperación de las víctimas, hubiera sido poco menos que imposible que unos pocos miles de hombres, la mayoría de los cuales trabajaban en oficinas, liquidaran a muchos cuentos de miles de individuos… En su itinerario hacia la muerte, los judíos polacos vieron a muy pocos alemanes’)” Arendt, Hannah:Eichmann en Jerusalén, DeBolsillo, Madrid, 2010, pp. 172-173.

Recuerdo que fueron pocos los que se salvaron. Ayudar al régimen (y eso supone usar sus propios inventos) no significa necesariamente que se sobrevivirá o como algunos creen, evitará una crisis.

Este libro también es valioso porque muestra cómo distorsionar la ley es el mejor aliado de totalitarismos de este tipo. Otro pasaje ilustrativo: “Los asesores jurídicos redactaron borradores de la legislación necesaria para dejar a las víctimas en estado de apátridas, lo cual tenía gran importancia desde dos puntos de vista. Por una parte, eso impedía que hubiera algún país que solicitara información sobre las víctimas, y, por otra, permitía al Estado en que la víctima residía confiscar sus bienes” Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén, DeBolsillo, Madrid, 2010, p. 169.

No pueden hacerse análisis comparativos entre una Ley de Propiedad Horizontal y la Ley Gran Misión Vivienda, porque la primera es un instrumento que permite ejercer derechos y libertades y la segunda, que no es ley en sentido material, tiene un objetivo exactamente contrario. No pensemos que por estar en un próximo futuro en una transición podemos usar provisionalmente lo que ya existe porque será perpetuar la tragedia que estamos viviendo desde el año 1999.

El siglo XX es el siglo de los totalitarismos. Si algo nos enseñan tragedias de este tipo es que los regímenes totalitarios, y nosotros vivimos en uno, usan a las personas para sostenerse en el poder y una vez que las usan las desechan. Vivimos un genocidio económico porque esas herramientas que hoy algunos pretenden mantener en una transición violan la propiedad privada, no respetan la libertad económica y en definitiva nos han quitado nuestro proyecto de vida.

Me niego a ser partícipe de tolerar lo que es intolerante a mi existencia y donde se pretenda hacerlo, lo diré, porque este país se merece más que migajas, porque eso son las misiones, y merecemos ser tratados como ciudadanos libres, no estar para el capricho de los consejos comunales.

Termino agradeciendo a Cedice Libertad por este tipo de experiencias y aprendizajes. La tarea más difícil que tenemos es alcanzar la libertad y ser sus eternos vigilantes.

 


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