Do Not Split es el título de uno de los mejores cortometrajes documentales nominados al Oscar.

El filme narra el desarrollo de las protestas estudiantiles en Hong Kong, para abogar por la independencia y la libertad democrática de la región, ante el yugo administrativo del Partido Comunista chino.

La película se consigue en la plataforma de Vimeo y cuenta con una duración de apenas 35 minutos.

A pesar de las diferencias de contexto, las demandas de los chicos asiáticos coinciden con las de los jóvenes en Venezuela, al exigir cambios inmediatos y el respeto por los derechos humanos.

La pieza revela la evidente brecha tecnológica y generacional del milenio, en el sentido de mostrar cómo se organiza una manifestación a través del aprovechamiento de la telefonía móvil e inteligente.

Ello contrasta notablemente con la percepción de la polémica caricatura de Rayma, sobre las influencias estéticas y culturales entre pasado y presente.

Es la falacia argumental de reducir a los consumidores de tabletas a la imagen de un rebaño de niños descerebrados en Tik Tok.

Do Not Split expone el compromiso político de cientos y miles de menores de edad, quienes enfrentan el terror de la represión de un estado tutelado desde un concepto caduco y anómalo del socialismo real.

Los chicos sienten el abandono de la antigua colonia británica, así como la crueldad de los uniformados armados con bombas lacrimógenas, cachiporras y hasta pistolas automáticas.

Vemos los efectos y las secuelas de los gases en las zonas urbanas de la batalla, provocando la ira popular por las injusticias cometidas, grabadas y publicadas en línea.

La urgencia del documental comparte el tono de los trabajos criollos realizados al calor de los eventos de 2014 y 2017, cuando salimos al asfalto para resistir los golpes de la dictadura contra el orden institucional.

Desde entonces y antes, el país entró en una fase decadente de hambre, miseria, muerte y listas de desaparecidos.

Inspirados en la memoria de los caídos, también surgieron iniciativas de contar la historia de las víctimas de la tiranía, por medio de títulos disruptivos, como la serie Selfiementary, a cargo de los cineastas opositores del gremio.

Do Not Split relata el mismo problema y consigue la nominación de la academia, porque la causa del documental recibe el respaldo y la visibilidad de los grupos de presión en Hollywood.

Allá nuestra voz no es tan resonante, por desgracia. Igual ocurre con los festivales extranjeros, donde el cine nacional se excluye, oculta u olvida, por la mezquindad, el interés y la falta de solidaridad de los curadores, obsesionados con incluir productos inofensivos y abstractos en sus programaciones.

Recomendaría darle espacio a la serie La república que tortura en cualquier grilla de los certámenes contemporáneos.

Por lo pronto, sugiero analizar y estudiar el caso de Do Not Split en las escuelas y universidades de la disidencia.

Aprenderán montones de lecciones y encontrarán cualquier cantidad de paralelismos.

Los chicos portan paraguas como símbolo, jamás se quitan sus máscaras para evitar ser escaneados por los sistemas de vigilancia, y refrendan las consignas del documental de Joshua, disponible en Netflix.

El coronavirus puso en pausa su lucha, siendo instrumentado por el poder, como en la cuarentena de Maduro.

Pero nuestro pliego de conflicto continúa.


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