Decía Voltaire: “El hombre se precipita en el error con más rapidez que los ríos corren hacia el mar”.

La crisis venezolana no admite margen de discusión. Es innegable la tragedia humana, política, económica, social y hasta espiritual que atravesamos los venezolanos. Es inobjetable la desaparición de los principios democráticos y la violación flagrante de los derechos humanos en un sistema que mantiene 470 presos por motivos políticos, de los cuales 108 son militares según fuente del Foro Penal. Ni hablar de la falta de independencia de poderes, la violación de la Constitución, las leyes y la voluntad popular.

En este mismo orden, tampoco tiene espacio la discusión sobre la influencia que ejerce Cuba en el panorama venezolano o la presencia del Ejército de Liberación Nacional, reductos de las FARC y otros grupos guerrilleros que se pasean por Venezuela.

Después de una diáspora de más de 4 millones de personas, desidia, muerte y destrucción, no hay espacio para discutir la realidad y el sufrimiento de los venezolanos porque es más que evidente, pero tampoco hay espacio para más equivocaciones, no hay margen para hacer denuncias o iniciar batallas sin la suficiente certeza de lo que se dice, cada error le otorga argumentos a quienes intentan resistir manipulando la verdad.

¿Quién puede negar la presencia de algunos frentes del ELN en Venezuela? Nadie, pero es una torpeza inaceptable de algunos exageradores de oficio hablar de 40.000 elenos en Venezuela, cuando el pie de fuerza del ELN no pasará, a lo mucho, de unos 5.000 hombres en su totalidad.

El informe entregado por el presidente de Colombia, Iván Duque, al secretario general de la ONU, António Guterres, en el cual denuncia las vinculaciones de Nicolás Maduro con el ELN y otros grupos irregulares, perdió credibilidad técnica por incluir fotos que no corresponden a la realidad y que luego él mismo llamó de “ambientación” o de “referencia”.

En una de las fotos más polémicas se pueden apreciar niños en una actividad con aparentes elenos. La imagen fue extraída, según el presidente Duque, de un informe de Fundaredes, una organización no gubernamental venezolana que en su website, dentro de otros temas, presenta una serie de gráficos que hablan sobre la presencia de grupos irregulares en Venezuela, pero llama la atención que en estas imágenes no se lee ningún tipo de fundamento técnico o leyenda que refiera al método mediante el cual ellos han levantado esta información, mostrándose así poco fiables.

Fundaredes sostiene que grupos guerrilleros han reclutado a más de 15.000 venezolanos, pero de igual forma no revela cómo es que se llega a esa cifra.

Las inconsistencias numéricas también tienen que ver con la presencia de cubanos en Venezuela, desde 20.000, 40.000, hasta 100.000, son los números que muchos emplean para relatar una verdad, pero exagerada. Recientemente, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en su participación en la UNGA ha dicho: “En Venezuela hay 60.000 agentes del régimen cubano»; pero quienes manejamos fuentes informativas serias sabemos que la presencia de cubanos ha mermado y no sobrepasan los 15.000, incluidos los que se encuentran en misiones como técnicos deportivos, médicos, entre otros.

Coincidimos en que debe haber un cambio urgente en Miraflores porque Maduro y su sistema no son viables, nos une el querer la redemocratización de Venezuela, pero no es con la exageración ni falseando realidades que vamos a lograr que el mundo entienda la necesidad de tomar medidas contundentes para poner fin al sufrimiento de los venezolanos.

No logro entender por qué, si la razón nos asiste, debemos caer en acciones exageradas y guerras de micrófonos para llenar centímetros de prensa o lograr grandes cantidades de retweets. Estos actos lejos de herir al enemigo lo fortalecen.

Es preocupante que sigamos equivocando la táctica y la estrategia.

Buscar una guerra entre Venezuela y Colombia, lejos de ser una solución a la crisis, sería un completo desastre para la región y el argumento perfecto para terminar de poner en brazos de Maduro a todos estos grupos que no quieren la paz y que al final del día ni les importa Venezuela, ni Colombia, ni Maduro, ni Duque, sino su supervivencia.

La paz de Colombia es la paz de Venezuela y no al revés. Por ejemplo, existen algunas facciones del ELN que sí quieren la paz y es a ellos a quienes hay que abrirle la oportunidad de avanzar en un posible acuerdo, esta es la forma más inteligente de fracturar cualquier apoyo a Maduro por parte de grupos guerrilleros.

Exactamente lo mismo ocurre con Cuba. Para este país la seguridad nacional es primero y lo demás, en buen español, “les vale cero”. Muchos creen que el apoyo de la isla a Maduro se debe al petróleo, ignorando de esta forma los lazos ideológicos y los planes regionales que se tejieron desde tiempos de Chávez y Fidel. Cuba apoya a Maduro y lo seguirá haciendo por una razón: su propia supervivencia.

Cuba lucha por impedir que un Guaidó 2.0 aparezca en los predios del Consejo de Estado o la Tribuna Antiimperialista.

Falla Washington en su estrategia cuando intenta resolver Cuba y Venezuela al mismo tiempo, o asfixiando a Cuba para que suelte a Venezuela, los dos escenarios solo fortalecen la dependencia de ambos sistemas entre sí.

El único que mantiene una presión real sobre Maduro es Washington a través de las sanciones, por tanto, el presidente Trump y el señor Pompeo tienen la oportunidad de jugar cartas estratégicas a su favor para llevarnos a nuestro objetivo real y final: elecciones libres, transparentes, auditables, que son el origen de una transición que nos convertirá nuevamente hacia la democracia.

En paralelo la diáspora continúa creciendo al igual que el sufrimiento de nuestra gente, después de diez meses podemos decir que ya no hay espacio para más equivocaciones.


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