Hemos venido insistiendo en el tema relativo a la usurpación del régimen venezolano, declarada y aceptada tanto nacional como internacionalmente, y del acuerdo general sobre la necesidad de un gobierno transitorio, la instalación de un Consejo de Gobierno y la celebración de elecciones libres y transparentes. Para cada una de esas fases se ha preparado una estrategia anclada en la formalidad constitucional y en las decisiones tomadas por el TSJ y la Asamblea Nacional.

Como se recordará, para inducir el proceso de cambio se puso énfasis en el tema humanitario y se acudió al foro internacional, gustoso de contribuir a resolver la hambruna, la desatención educativa, la salud y, obviamente, buscar soluciones al forzado y multitudinario éxodo de millones de venezolanos al resto del mundo.

Toda esa acción fracasó como consecuencia de la incompetencia y el miedo a que se integrara una coalición militar en defensa de dicha ayuda. A partir de ese momento se desplegó una acción hipócrita en defensa de la no intervención y búsqueda alterna de soluciones a la crisis considerando la negociación y el diálogo. De esta manera, un régimen debilitado adquirió fuerza nuevamente y corrió la arruga hacia adelante.

Nada es casual, los intereses de grupo privaron y pusieron de manifiesto el grado de colaboración de ciertos partidos y diputados, los cuales actuaron disimuladamente a favor del régimen, comprometiéndose a una solución negociada a través de elecciones parlamentarias, dejando de lado los objetivos primarios de cambio de modelo político y del usurpador; como consecuencia, se puso de manifiesto la colaboración con el régimen, la cohabitación y protección de intereses comunes, incluyendo la corrupción, como se ve en las últimas actuaciones de dirigentes que se autodesignan de oposición, inducen al país en la dirección incorrecta y congelan las aspiraciones de cambio de un pueblo sometido que, nuevamente, cae en la desesperanza al descubrir la complicidad y corrupción de sus supuestos líderes.

La vorágine centrada en la política interna, causante de una crisis crónica y, la protección de intereses foráneos, enmarcada en la dependencia intervencionista de Cuba; militar y estratégica rusa y china; los intereses terroristas del islam y el protectorado a la guerrilla colombiana, centrada en el narcotráfico como pivote de un gobierno dictatorial y militar, y de aquellos que han adoptado la política expansionista y desestabilizadora de los gobiernos democráticos del continente, inspirados en las directrices del Foro de Sao Paulo, apoyada con la falsa argumentación progresista del Grupo de Puebla, protegido por el gobierno mexicano.

Todo el esquema geopolítico derivado de lo anterior, sostenido por el crimen organizado internacional, ha creado un problema a los países democráticos que está afectando la seguridad del continente y no contribuye al cambio político en nuestro país, el cual queda huérfano de liderazgo, cada vez más sometido a los intereses de la dictadura y protección a su corrupción generalizada.

Al ponerse al descubierto el esquema de colaboración de la oposición oficial, y la disposición del régimen de no perder el poder, debemos hacer válido el principio político de la paciencia, que, afortunada y circunstancialmente, no ha permitido que sectores de la oposición accedieran a un gobierno de transición que sería una combinación sobreviviente del chavismo como modelo cubano para continuar sometiéndonos y sujetándose a países antidemocráticos.

La Asamblea Nacional se ha negado de manera implícita, mediante un discurso hipócrita, a seguir la voluntad de la mayoría. Nunca le dio sustento a la invocación constitucional de la intervención humanitaria, estando claro que un gobierno de estas características, apoyado en organizaciones delictuales, no saldrá sino por la fuerza y la rebelión popular. La AN tampoco apoyó los mecanismos de intervención de las Naciones Unidas de protección a los pueblos oprimidos.

Se dejaron pasar oportunidades importantes para el cambio político, la actitud colaboracionista ha privado y se ha convertido en campaña electoral, pero el derrumbe ético ante las acciones de corrupción e incompetencia ha profundizado la credibilidad y confianza para asumir el desafío que genere el desplazamiento del régimen. Ante la pérdida de liderazgo de la dirigencia de la llamada oposición ha llegado el momento de crear un poderoso bloque en el que participen personalidades políticas e intelectuales de gran respetabilidad ética y moral, que puedan organizar una vía alterna a través de un movimiento cívico nacional e internacional que conduzca las aspiraciones populares hacia el logro de terminar con la pesadilla de un régimen de amplio espectro dictatorial.

Ese movimiento cívico allanará el camino de nuestras mejores opciones de redemocratizar al país; por tal motivo, es imprescindible que esos venezolanos probos unifiquen su esfuerzo, convoquen la verdadera unidad, que involucren a las comunidades intelectuales, académicas y ciudadanas donde hacen vida de oposición para que con una acción táctica convoquen una asamblea y organicen de una vez por todas una representación democrática, pulcra, que sea la verdadera interlocutora de nuestros problemas. Es una necesidad ciudadana ante tanto desaguisado que permita renovar la esperanza de los venezolanos y, al mismo tiempo, se alinee contra las intenciones hegemónicas de los invasores cubanos y la pretensión expansionista de gobiernos antidemocráticos, cuyo principal objetivo es la explotación, depredación y control político continental en función de los intereses de organizaciones criminales y desestabilizadoras de la democracia del continente.

 

 

 

 

 

 

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