China no se considera un país desarrollado por lla pobreza en la que aún vive parte de su población 

La diatriba más en boga en nuestros días, la que consiste en discutir cuál de las dos economías es la más grande, si la de Estados Unidos o la de China, ha llevado a más de un experto en los temas macroeconómicos globales a masajear las cifras de que se dispone en torno a este tema y a aportar interpretaciones singulares.

De acuerdo con el estratega de los temas geopolíticos macroeconómicos George Friedman, fundador y presidente de Geopolitical Futures, la China de nuestros días adolece de una debilidad intrínseca que se expresa en el dramático hecho de que un volumen muy sustantivo de su ciudadanía no ha conseguido ser extraída de la precariedad en términos de su calidad de vida, lo que conduce a que el país en su conjunto no pueda ser calificado de desarrollado.

Para sustentar su tesis, este prestigioso gurú examina de cerca dos variables y las compara con las de Estados Unidos, que si ostenta una irrefutable primacía mundial en términos del tamaño de su PIB –21 trillones de dólares– para terminar poniendo de relieve la forma en que el estrato más pobre del gigante asiático vive en condiciones similares a las de países muy pobres del planeta.

Es cierto que el tamaño del producto interno chino alcanza a ser casi 70% del estadounidense y ese hecho es la consecuencia de un vertiginoso crecimiento que ha ocurrido en apenas 4 décadas y que ya ha alcanzado la cifra de 14 trillones de dólares. Pero al distribuirse este entre el número de sus habitantes se ponen de bulto las falencias de un esquema dentro del cual se ha transferido riqueza de una manera grosera a ciertas actividades y regiones –las élites costeras que se ocupan de comercio, inversiones y banca– mientras se crean al mismo tiempo colosales bolsones de pobreza en otras.

Si a este cálculo del PIB per cápita, con las imperfecciones que esta metodología puede tener, se le agrega el análisis comparativo de la paridad del poder de compra, comúnmente conocido como PPP, y que mide la cantidad de bienes y servicios que es posible adquirir con una cantidad fija de dinero, el asunto de la exclusión de inmensas masas poblacionales en China adquiere niveles siderales, mayor incluso que otros países del Tercer Mundo.

Ello se torna aún más dramático y visible cuando se comparan estas variables con las de otros países. En términos del PIB per cápita China se ubicaría en el sitial 59 de todos los países del orbe, detrás de Costa Rica, Seychelles y las Maldivas; mientras que en términos del PPP estaría en la posición 73 detrás de Guyana y Guinea Ecuatorial. Estados Unidos, por su lado, país que adolece también de fallas importantes en la distribución de su riqueza, se encontraría en el quinto puesto en el mundo en cuanto a su PIB per cápita –tras Luxemburgo, Irlanda, Noruega y Suiza– y de séptimo si se considera su PPP

En definitiva, utilizar un método diferente de medición de las variables de uno y otro puede evidenciar hechos que no se consideran cuando se mide la fortaleza de ambos colosos económicos en los puros términos del volumen de su creación de riqueza o su producto interno. Puede que sorprenda, por ejemplo, que si se utiliza la medición propuesta por Friedman, son Australia, Singapur y Dinamarca los países más acaudalados del planeta.

Es que la fortaleza de China no viene dada, pues, por el tamaño de sus variables sino por la agresividad de sus cambios y la rapidez y pujanza de su penetración. De resto, como Friedman piensa, no es tan fiero el león como lo pintan…

 


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