No Country for Old Men es una novela de Cormac McCarthy ambientada en la frontera entre Estados Unidos y México. El título de la obra hace referencia a la primera línea del poema Sailing to Byzantium de William Butler Yeats. Fue adaptada al cine en 2007 y ganó cuatro premios Oscar, incluido el de Mejor Película. Si bien su trama gira en torno al narcotráfico, el título bien pudiera encajar en la actualidad de una Venezuela inhóspita para los adultos mayores.

El envejecimiento saludable es definido por la Organización Mundial de la Salud como el proceso de desarrollar y mantener las habilidades funcionales que permita el bienestar de la tercera edad. En la actualidad hay 1.000 millones de personas en el mundo con más de 60 años, lo que supone 13,5% de la población. En 2030 se espera que aumente 56% y en 2050 se estima que se duplique hasta alcanzar los 2.100 millones de personas.

La OMS ha declarado la década comprendida entre 2021 y 2030 como el Decenio del Envejecimiento Saludable. Con esta iniciativa, los Estados miembros se comprometen a colaborar para mejorar la vida de las personas mayores. Tras la situación vivida debido al COVID-19, este tipo de acciones ha cobrado especial relevancia. En una época en la que el bienestar emocional de los mayores se ha visto resentido, la declaración de Decenio de Envejecimiento Saludable es una buena noticia para el mundo, pero una triste utopía para los venezolanos.

La simbólica pensión que otorga el gobierno de facto a más de 4 millones de adultos mayores los condena a la pobreza, al hambre y a la salud precaria, pues tampoco cuentan con acceso a medicinas debido a la escasez y los altos costos. La pensión de vejez, que era equivalente a menos de un dólar mensual, fue ajustada el Primero de Mayo de 2021 a 7 millones de bolívares, equivalente a 2 dólares con 48 centavos al mes. Quien dependa únicamente de una pensión del IVSS no solo está condenado a la miseria, sino que difícilmente podría sobrevivir.

En los hechos, el sistema de seguridad social se ha sustituido por programas asistencialistas improvisados, discriminatorios e ineficaces; tales como los esporádicos bonos de la patria que obligan al registro de las personas en sistemas altamente politizados. No existen políticas públicas con enfoque de derechos humanos sino migajas en formato de propaganda que profundizan la emergencia humanitaria compleja.

Una de las consecuencias de lo anterior ha sido la migración forzada de la población en edad trabajadora, dejando a niños y adolescentes vulnerables al cuidado de abuelos también vulnerables, en espera de una remesa que no siempre llega. Del mismo modo, los pensionados en el extranjero tampoco pueden acceder a sus pensiones de vejez fuera del país.

Mientras el mundo trabaja en pro del Decenio de Envejecimiento Saludable, miles de ancianos malviven o mueren de mengua en Venezuela, con una pensión ficticia y aún sin vacunas que los protejan de la pandemia. Padeciendo las intermitencias de los servicios públicos, la inseguridad y los obstáculos para la movilidad en las calles. Ignorados por una dictadura indolente, nunca han sido más vulnerables. Ancianos atrapados en territorio hostil cual civiles en una zona de guerra. No es país para viejos.

@leeficcion

 


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