¿Quiere saber cuál es la prueba más fehaciente de que el régimen no gobierna? ¿Todavía duda del hecho de que a la cúpula rojita lo único que le importa es salvar su pellejo y su botín? Vaya a un supermercado y trate de pagar con dólares en efectivo a ver cómo le va.

No es una exageración, es una realidad. Se supone que la moneda oficial del país es el bolívar, pero como ellos mismos se encargaron de destruirlo, de borrarlo del mapa, ya no cuenta. Son muy pocas las personas que pagan sus cuentas con bolívares.

Este es el primer signo de desgobierno, de que no están haciendo su trabajo, pues ni siquiera se molestan en regularizar la situación de manera oficial para proteger a los consumidores. La gente consciente se pregunta de dónde vienen todos esos billetes, y lo que es más grave, ¿adónde van? ¿Cómo salen del país?

Es simple, los billetes los ponen a circular los mismos rojitos, que son los que tienen el monopolio de los dólares en el país. Salen de sus bolsillos pero no son de ellos, porque la mayoría viene de la corrupción. Lo que ellos necesitan es que haya cierto sentido de normalidad. Ya la gente se acostumbró a usar la divisa como moneda de cambio.

Pero no crean que la intención es hacerle fácil las cosas al venezolano. En lo que el régimen es especialista es en crear un caos para mantener distraída a la población. Y entonces, la deja a merced de los más vivos. “No tenemos para darle cambio, tiene que consumir el billete completo”, “la cuota especial del condominio es de 33 dólares exactos y no aceptamos Zelle” y ni se diga de ese momento en el que los cajeros se transforman en agentes de delitos financieros y rechazan su billete con la satisfacción del deber cumplido: “Tiene una esquina doblada, ¡así no lo podemos aceptar! ¿No tiene otro?”.

Entonces, además de sufrir la gota gorda, el venezolano tiene que pelear con todas estas adversidades y arbitrariedades de los que hacen gala de la terrible viveza criolla. Al final, el desgaste de vivir en esta sociedad sin un gobierno que vele por su bienestar es más dañino que el covid-19. Con razón los venezolanos están cansados y no salen a protestar.

Pero hay que decirlo claramente, todo es producto del caos en que nos quiere ver sumergido el régimen para que no peleemos por el cambio, para que nos sintamos sin esperanzas. Hay que exigir los derechos, tanto al comerciante que impone sus reglas arbitrariamente como a esta cúpula rojita que ya tiene que preparar su despedida.


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