La primera meta es seguir la máxima socrática: “conócete a ti mismo”, y a partir de allí seguir con el proceso de mejorarnos. Y la mayor mejora en nosotros mismos no es tanto buscar trabajar en lo que amamos (que está bien buscarlo) sino amar nuestro trabajo cualquiera que sea, siempre y cuando sea algo legal y aporte a la sociedad y a nosotros mismos.

En este proceso debemos anhelar vivir una vida sencilla y abandonar todo materialismo y obsesión por el consumismo. Pero si queremos algo aun mejor, debemos anhelar vivir el amor perfecto, que es el gratuito, el que no exige nada a cambio o se da para lograr el intercambio o cálculo interesado de beneficios. Estas deben ser las metas que inspiren todo nuestro año, que es seguir la máxima que asume Ebenezer Scrooge una vez que ve las consecuencias de su avaro egoísmo: “Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año”. Con este artículo se cumplen 3 años que le he dedicado a publicar en estas fechas sobre el tema de los propósitos de Año Nuevo.

La segunda meta es en medio de la terrible realidad que padecemos los venezolanos, especialmente los que nos quedamos “en el frente de batalla”, es decir, en el país; luchar para que dicha tragedia no nos amargue. No quejarse (o hacerlo solo por “terapia” en oración, con el psiquiatra o el cura), no obsesionarse con la comida, con lo material, mayor disposición a los sacrificios, a los ayunos, a las mortificaciones y todo ofrecerlo a Dios por nuestros seres queridos. No vivir en el pasado y en el futuro, vivir en el presente buscando ayudar a todos los que nos rodean y absorber al máximo este momento ideal de grandes aprendizajes. Jamás sin rencores, odios. Ejercitar el amor al enemigo (el que hace mal) sin desatender las responsabilidades que tenemos con la protección del débil y la responsabilidad de vivir la justicia y la construcción de una sociedad realmente cristiana (libre y prospera) ¡un país normal!

En lo tercero, después de la atención responsable a nuestra familia; está la mejora profesional o del oficio que desempeñamos en la vida laboral. En mi caso que soy docente la lectura y la escritura son fundamentales. En ese sentido cambiaré una meta que me propuse el año pasado. En el 2019 anhelé leer 4 libros a la vez (Historia Universal y de Venezuela, literatura no venezolana y venezolana) e incluso con las tradicionales lecturas de 5 minutos diarios del Nuevo Testamento y 10 minutos de alguna lectura formativa en mi religión cristiano-católica. Eso era un objetivo para una persona que no debe sobrevivir en un país donde no se valora el trabajo, y con unas horas moderadas tienes ingresos para comer. De modo que vuelvo a alternar historia de Venezuela con la universal y en la ficción la literatura venezolana y la extranjera; quedando en la lectura de 3 libros a la vez. Sin obviar el inevitable “picoteo” de otros libros, que en el 2019 supero los 40 libros. En relación a mis estadísticas bibliófilas leí 10 libros más que en el 2018, logrando la cifra de 52 y en su mayoría del tema histórico.

De igual forma seguiré con la lectura de mis maestros con los temas y autores que desarrollo en mis investigaciones. Volveré con los relativos a la escritura: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y George Orwell; y en la producción historiográfica: Marc Bloch, Jacques Le Goff, John Keegan y C. Parra Pérez, Germán Carrera Damas, Elías Pino Iturrieta, Manuel Caballero, Inés Quintero, Diego Bautista Urbaneja, Edgardo Mondolfi, Tomás Straka, entre otros. En la escritura debo insistir con las 1000 palabras diarias que estoy a punto de lograr. En el 2019 logré llegar a las 800 que son 100 más en comparación al 2018, aunque la mayor parte es mi diario. De modo que la meta debe ser más artículos científicos, ensayos y crónicas (y también críticas de cine y libros). En especial la presente columna (ya voy para 3 años ininterrumpidos sin faltar un solo miércoles) que aparece en – hay que repetirlo – el gran baluarte de la prensa libre venezolana: El Nacional, al cual le agradezco la confianza que me han tenido, muy especialmente a la prestigiosa comunicadora Patricia Molina por su paciencia con mis entregas y a mi maestro Elías Pino Iturrieta. La columna mensual dedicada a la venezolanidad en el Wall Street Internacional Magazine. Y algo que me gustaría iniciar son las cartas (emails) a maestros y personalidades aunque no me respondan, comentando y consultando temas fundamentales.

No podemos finalizar sin repetir los mismos anhelos de hace un año exactamente: no olvidar a todos los que sufren cárcel al luchar porque Venezuela sea una próspera democracia, a los enfermos en peligro de muerte por tanta ineficiencia que ya es maldad premeditada y a los que en general necesiten de nuestro apoyo. Comencemos con ánimo a pesar de las grandes dificultades (y fracasos) que hemos vivido, vivimos y se nos vienen encima. Ser buenos, nuestra familia, una sociedad y un Estado libre, bien valen el esfuerzo. ¡No nos rindamos jamás! ¡Feliz año!


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