María Corina
Foto EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

En política, hay que tener cuidado en no confundir la gimnasia con la magnesia.

Acabo de terminar de leer el libro Nos quieren muertos, de Javier Moro, sobre Leopoldo López. “El sacrificio de un hombre, la lucha de una familia, la conciencia de un país”, según refiere el autor.

Buena lectura, a pesar de la imagen que se presenta del dirigente de Voluntad Popular como una mezcla de un nuevo Bolívar amalgamado con Jesucristo.

El sacrificio es innegable. Se siente. El batallar de su familia también. La injusta prisión, las condiciones del encarcelamiento, las torturas psicológicas y físicas de las cuales fue objeto el dirigente opositor, el irrespeto hacia su esposa y su familia. Todo eso es detestable y está muy bien descrito en el libro. Lástima que la tenacidad y valentía del esfuerzo de López estuvieron alimentadas políticamente por una alta dosis de voluntarismo, y en cierto modo, una suerte de martirio penitente cristiano. La lucha de López y su partido está llena de momentos impactantes, de acciones contundentes de corto plazo, pero carentes de una verdadera estrategia, de un acompañamiento cotidiano a las calamidades del pueblo llano (y no sólo de López y Voluntad Popular, también de otros partidos opositores), y de no poseer un desprendimiento individual suficiente en función de la tan reclamada unidad por la liberación de Venezuela.

Valga decir que su encarcelamiento y posterior exilio no fueron necesariamente en vano. A partir de su confinamiento en Ramo Verde, su esposa y familia emprendieron una exitosa campaña internacional a favor de su liberación, la de otros presos y de hacer visible el carácter antidemocrático del chavomadurismo. Fue a partir de allí cuando empezó a expresarse efectivamente la sensibilidad de la comunidad internacional europea y norteamericana sobre el irrespeto a los derechos humanos por parte del régimen. Lilian Tintori, a veces acompañada por Mitzy de Ledezma, puso a Venezuela en el mapa de un modo distinto y ninguna de las dos tuvo empacho en dejarse ver en el imperio o en las capitales europeas. El involucramiento de Estados Unidos que Capriles y otros líderes de la oposición evitaban, aun estando de visita en ese país, empezó a ofrecer resultados hasta convertirse el llamado imperio en el aliado que siempre estaba destinado a ser. Así que sí, el sacrificio trajo algunos frutos, pero el vergel hubiera sido más hermoso si la granja se hubiera cultivado con muchas otras manos, “tierrúas” unas y otras no tanto, con una estrategia adecuada para capear las venideras estaciones. Hubo sufrimiento y martirio, que valoramos y agradecemos, pero escogiendo una ruta corta, a veces llena de atajos, limitada y equivocada.

Calientico como está el resultado de la elección primaria de la oposición democrática, otra vez se presenta el momento de optar por distinguir unas cosas de otras, como separar lo que representa la cantidad de gente que salió a votar por la democracia, con toda clase de obstáculos, y lo que significa que haya ganado María Corina Machado.

La cantidad y calidad de quienes votaron da un mensaje claro tanto al chavismo como a la oposición. No queremos la continuidad del régimen. No nos compran con las bolsas CLAP. Estamos hartos de pasar trabajo, de no tener agua, electricidad, seguridad, mientras el grupito de enchufados de Fuerte Tiuna cuenta con todo tipo de privilegios.

Y también estamos cansados de unos dirigentes contrarios al chavismo que se han equivocado demasiado. Los acompañamos aquel famoso 11 de abril, los acompañamos en aquel referendo que Chávez fomentó para montar de una vez su comunismo chimbo, los acompañamos en 2015 votando por aquella asamblea que después nos trajo a Guaidó. Esta vez los volvemos a acompañar, pero queremos otra dirección.

La participación en las primarias opositoras ha podido haber sido igual de contundente, aunque con una proporción distinta respecto a la votación por los candidatos. Pero no fue así. La victoria de la señora Machado exige a los jefes de los partidos de oposición que entiendan que por ahora ellos no van pa’l baile y que les toca apoyar a la candidata de la unidad electa con el sistema que ellos mismo escogieron. Esa fue la decisión popular, dos cosas distintas, pero dentro de un mismo paquete. Y tiene que ser hasta el final. Hasta que la cuerda aguante.

El otro tema nacional que amerita precisar diferencias es el del referendo de diciembre. Hay opinadores de la oposición que se muestran partidarios de salir a votar dizque para no dejarle la bandera de la recuperación del Esequibo solamente al régimen. Perdónenme, compañeros, pero en lo que concierne al régimen, eso es puro “fake news”. Y eso hay que desmontarlo. El régimen, empezando por el mismo Chávez, con su canciller Maduro, nunca ha tomado la reclamación territorial de la Guayana Esequiba como un asunto de soberanía nacional venezolana. Chávez lo vio como una cizaña sembrada por el imperialismo para poner a pelear a países “hermanos”. Por ello declaró públicamente, y al lado de autoridades guyanesas, que no se opondría a la explotación de la zona en reclamación por parte de Guyana. Ahora Maduro tira este trapo rojo con el interés de desviar la atención pública de la contundente derrota que le propinó el país al votar masivamente en las primarias.

¿Por qué es un trapo rojo? Porque lo que resulte de ese referéndum no tiene ninguna validez jurídica frente al proceso de decisión de la Corte Internacional de Justicia, que ayer comenzó sus audiencias, y continúan hoy, sobre a quién asiste la razón sobre la soberanía de ese territorio, a Guyana o a Venezuela. El juicio en la Corte Internacional es un hecho indetenible, va a ocurrir. Si el régimen se tomara esto en serio, debería buscar el apoyo de expertos de todas las corrientes políticas e independientes y preparar una fuerte defensa de los derechos históricos que asisten a Venezuela en su reclamación. No sólo los funcionarios chimbos que siguen los dictados de La Habana. Eso es lo que hay que exigir en aras de la unidad nacional. Que el régimen demuestre en los hechos que tiene una posición distinta a la posición histórica asumida en conchupancia con Cuba.

Se ha criticado que la Plataforma Unitaria haya tomado una posición de “libre albedrío” respecto a la participación popular en el referéndum. No le queda otra. De oponerse a la consulta, se expondría a que el régimen le increpe que la dirigencia opositora no cumple con sus acuerdos, ya que en 2021 suscribió en México uno con el régimen en donde ambas partes reiteraron que “el Acuerdo de Ginebra de 1966 es el marco jurídico vigente entre Venezuela y la República Cooperativa de Guyana” para “alcanzar el arreglo práctico y mutuamente aceptable de la controversia entre las partes”, y que la Corte Internacional de Justicia “carece de jurisdicción para conocer la validez del laudo arbitral de 1899”.

El acuerdo ratifica los derechos de Venezuela sobre el territorio de la Guayana Esequiba, hace un llamado a Guyana “para que retome el camino de las negociaciones directas con el Estado venezolano” y expresa su interés en destinar “los mejores esfuerzos a la difusión pedagógica nacional y reconocimiento internacional de la posición venezolana.”

Llamar a no votar o abstenerse en el referéndum podría interpretarse como contrario a lo ya acordado con el régimen. Y llamar a votar y participar no ayuda en el aspecto pedagógico. De allí al eclecticismo del libre albedrío.

Pero la denuncia debe hacerse. El prominente jurista Allan Brewer Carías decía aquí mismo, en un artículo suyo, que la solución judicial de la controversia, a la cual apeló Guyana para llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, está establecida en el Acuerdo de Ginebra. Y recordó  que el juicio va, con o sin la participación de Venezuela. A eso es hacia donde debe apuntarse, no con un trapo rojo sino con uno tricolor.

@LaresFermin


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