Millones de personas se movilizaron el pasado 8 de marzo en todo el mundo para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Este día es tan importante porque recuerda la persistencia de desigualdades estructurales que aún no permiten que las mujeres y niñas ejerzan con plenitud todos sus derechos. El 8 de marzo se escoge porque en 1857 miles de trabajadoras tomaron las calles en Nueva York para protestar por sus pésimas condiciones laborales, convirtiendo esta marcha en un hito por la lucha de los derechos de la mujer.

Hoy en día, en el contexto venezolano, esta lucha adquiere una importancia particular porque las condiciones de vida de las mujeres y niñas, dentro y fuera del país, son realmente adversas. No podemos olvidar que a diario la emergencia humanitaria compleja tiene un impacto diferencial sobre las personas venezolanas. Las tragedias son incalculables y es imposible hacer justicia en este escrito a las cientos de miles de mujeres y niñas que han sido víctimas de violencia de género, trata, abuso, explotación sexual y laboral. Sin embargo, lo menciono para que tengamos siempre presente que la crisis humanitaria compleja tiene un efecto diferencial sobre la población venezolana y por tanto requiere una respuesta adecuada.

El movimiento feminista y parte de la ciudadanía en Venezuela está haciendo una gran labor para visibilizar la crisis y sus consecuencias. En este momento, a las mujeres y niñas se le están violando múltiples derechos, tanto civiles y políticos como económicos, sociales, culturales y ambientales. Hace exactamente un año mi colega Julia Zulver y yo advertimos que la transición venezolana, entendida como un proceso que aún no se materializa, está dominada mayoritariamente por hombres. Esto es un problema grave porque la mitad de la población no está representada en la toma de decisiones, excluyendo de esta forma la visión de la mujer venezolana sobre el conflicto. Tampoco se ha incorporado un enfoque de género que tanto se requiere en nuestro caso. Ignorar la representación, así como las necesidades y opiniones de las mujeres, traerá consecuencias negativas para una Venezuela posconflicto, tal como lo demuestran las realidades de otros casos. Además, ya varios estudios han destacado que la participación de las mujeres en las negociaciones de paz aumenta la probabilidad de una paz duradera, pero en el caso venezolano esto sigue sin tomarse en cuenta. Ahora bien, esta situación aparenta ser una decisión del liderazgo político, pues muchas propuestas ya han sido formuladas por la sociedad civil y el movimiento feminista.

Dado que la situación de las mujeres y niñas es tan grave y preocupante, ¿por qué no se ha nombrado una comisionada para la igualdad de género? ¿Por qué se hacen cumbres y se nombran enviados especiales para varios temas excepto este? ¿Por qué después de más de un año el G4 no ha tomado medidas para incluir las demandas legítimas por parte de la mitad de la población venezolana?

No basta con conmemorar la lucha de las mujeres inspirada en el coraje de las neoyorquinas. No basta con politizar la causa feminista. No basta con invitar a las mujeres a las marchas. No basta con (re)victimizar a la mitad de la población. No basta con postergar la implementación de políticas públicas urgentes que puedan mitigar los efectos de la emergencia humanitaria compleja.

Es legítimo y más que necesario reclamar al liderazgo político que tome medidas ya. No debería ser tan difícil distinguirse del chavismo, solo es un tema de convicción.


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