Nicolás Maduro Guerra tiene la edad de Jesucristo y predica la palabra. De su papá. «Estoy presto para servir donde nos toque servir», le dijo a Venevisión, cuando le preguntaron si lo estaban preparando para ser el sucesor en el poder.

Nicolasito va rápido. En su cuenta de Twitter se presenta como músico, economista —la Unefa donde estudió ofrece una licenciatura en economía social que repite en sus ocho semestres la asignatura de defensa integral de la nación— y militante del PSUV, por el que se sienta en la Asamblea Nacional oficialista. A los 24 añitos era jefe de un nuevo ente creado por la revolución: el Cuerpo Especial de Inspectores de la Presidencia de la República. Desde julio del año pasado es vicepresidente de asuntos religiosos del partido de gobierno, que tiene la tarea de fusionar una curiosa trinidad: Bolívar, Chávez y Dios. Su padre lo llama «monseñor Maduro Guerra».

Visita catedrales y santuarios. La buena nueva que lleva con él es un programa ideado por su papá para equipar iglesias, en estos años en que se ha producido el milagro de convertir el salario en agua. Nicolasito estuvo en la ordenación del nuevo obispo de Guanare, Oswaldo Araque Valerio, realizada en el Santuario de la Virgen de Coromoto, cuya rehabilitación «es uno de los grandes esfuerzos de nuestro presidente…».  Habló ante el Consejo Pastoral de Gobierno Evangélico, se fue a Yare a departir con los Diablos Danzantes, se reunió con el párroco de Baruta, entregó más iglesias equipadas por aquí y por allá, fue a un templo en Guayana y a otro en Cumaná. Anda, dice, por el camino correcto.

Los afanes del primogénito ya están siendo recompensados. La Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt —su rector, Rixio Romero, sigue también la palabra de Maduro padre y retuiteó sin pestañear que Putin despliega armamento nuclear en Bielorusia— le reconoció «su trabajo y aportes» con un Honoris Causa y los cadetes de la Academia Militar del ejército lo hicieron su padrino. «No lo duden, como generación estamos escribiendo un capítulo glorioso en la historia de nuestra patria», les dijo. A Nicolasito le falta echar un vistazo a los sótanos de la DGCIM.

Con la palabra hallada se vuelve difuso el recuerdo del imberbe diputado Maduro Guerra en la asamblea constituyente —ideada para desconocer la Asamblea Nacional que habían perdido en las urnas— cuando,  dirigiéndose a mister Trump, afirmó: «Los fusiles llegarían a Nueva York y tomaríamos la Casa Blanca» (se supone que era un secreto militar el traslado de los fusiles a Washington). Quedan, sin embargo, las sanciones que en 2019 le impuso el odiado imperio y en 2020 contra sus «socios», los brothers Santiago y Ricardo Morón Hernández, señalados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento de Tesoro de Estados Unidos de ser figuras centrales en transacciones ilícitas del oro venezolano.

¿Preparan al sucesor? ¿Qué pensarán Jorge, Diosdado y Vladimir (Padrino)? Por ahora, son hermanos.


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