Cuando afirmo que Nicolás no era malvado, me refiero a Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe obra que paso hace años el medio milenio, y no al inquilino de Miraflores con aviso de desalojo, que si tiene una hoja de vida llena de inexactitudes, desde su propio nacimiento cuestionado y muy en duda hasta la presente fecha por propios y extraños, quien no ha podido demostrar su origen aún cuando sus áulicos seguidores manifiestan, unos que vino al mundo en el estado Táchira, otros en la parroquias Candelaria y San Pedro de la capital de la República y en Cúcuta (Colombia). En fin, el sujeto en cuestión no pasa de ser sino un individuo sortario como lo llaman algunos, por haber sido ungido  por su padre putativo como candidato presidencial, cuando se vio que la llorona le estaba pisando los talones, y que al fallecer este, se vio coronado al ganar unas elecciones por cierto muy cuestionadas y arregladas por el CNE secuestrado por el régimen, pues la diferencia obtenida en el conteo final, le daba el triunfo sobre la candidatura de Henrique Capriles, por escasos 265.000 votos.

No cabe comparación alguna entre Maquiavelo y Maduro obviamente, pues el florentino «Italiano no era maquiavelista». El término es indebido, por una injusta deformación de su imagen por parte de los jesuitas de la época, sus principales detractores. «No era un miserable, ni un canalla. Era un fiel cristiano, un buen hombre de familia y un patriota que se desempeñó como servidor público durante 18 años». Con su obra, al ser tan conocida, sufre del mal de ser discutida por quienes no la han leído. Es importante conocer de dónde surgió El Príncipe. La versión final del manuscrito, publicado en 1532 (19 años después de escrito) el cual está dedicado a Lorenzo Medici, gobernante de Florencia entre 1514 y 1519. La poderosa estirpe Medici había regresado al poder después de 18 años de república en Florencia, y Maquiavelo, quien desempeñaba entonces el cargo de secretario de la Segunda Cancillería, fue acusado de conspiración, apresado y torturado. Tras su liberación, empezó a escribir de lo que en realidad era la idealización del líder público perfecto; con la fuerza para liberar al país del caos y la dominación extranjera que les asediaba desde el norte. Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe para “diseñar e invocar al redentor de Italia, capaz de crear con la ayuda de Dios, nuevos y mejores sistemas políticos que buscarán la gloria», afirman algunos escritores.

El Nicolás de marras, en cambio, violó todos los principios aludidos en la obra del florentino, pues apenas seis meses después de ser elegido presidente gobernó con la Ley Habilitante en dos oportunidades, desde el 19 de noviembre de 2013 hasta el 10 de noviembre de 2014, y desde el 15 de marzo de 2015 hasta el 31 de diciembre de 2015, tras la aprobación por parte de la Asamblea Nacional de su solicitud a través de la Ley Habilitante.

En mayo de 2017, mediante decreto N° 2830 convocó a la Asamblea Nacional Constituyente y definió los objetivos de esta, incluyendo “el perfeccionamiento  del sistema económico nacional hacia la Venezuela Potencia” y al mismo tiempo “desarrollar el Estado democrático social, hacia un Estado de Suprema Felicidad Social, con el fin de preservar y ampliar el legado del fallecido Hugo Chávez, y también la ampliación de las competencias del sistema de justicia para erradicar la impunidad de los delitos, especialmente (…) la promoción del odio social y la injerencia extranjera; el desarrollo constitucional de los valores espirituales que permitan reconocernos a los venezolanos y venezolanas, y finalmente el desarrollo de una cultura ecológica en nuestra sociedad”.

Como se puede inferir, nada de lo planteado se ha cumplido hasta la presente fecha, pues la tragedia que vive el pueblo venezolano es una clara demostración además de la ineptitud, incapacidad y negligencia en su gestión (¿) gubernamental, una evidente muestra de populismo y demagogia. De tal manera, que el sistema económico nacional para potenciar a Venezuela, brilla por su ausencia y por el contrario el país vive una de las más negras páginas de su historia, siendo Venezuela la única nación en el mundo que sufre una hiperinflación inaudita, pese a contar con los más inmensos recursos naturales: petróleo, gas, oro, coltán, y otros ricos minerales, que privilegiaban su ahora deteriorada economía, y que hoy padece de una brutal hiperinflación difícil de comparar con otras naciones subdesarrolladas, por lo que el aludido Estado democrático social hacia un Estado de Suprema Felicidad Social, es un dogma propio del su fanática creencia en el socialismo, marxismo, mal llamado bolivariano, con el cual pretende seguir engañando al pueblo venezolano. Y tampoco podemos hablar de la ampliación de las competencia del sistema de justicia para erradicar la impunidad de los delitos, especialmente aquellos que promueven el odio social y la injerencia extranjera, cuando en sus apariciones que suele realizar casi a diario en cadena por radio y televisión, impreca a sus adversarios políticos con términos groseros y hasta vulgares y la injerencia extranjera que tanto invoca, es tan palpable cuando se observa en el país la presencia de súbditos cubanos, rusos, chinos, iraníes y turcos, que si tienen injerencia en las decisiones del régimen. La desfachatez, pareciera ser la política de Estado del régimen de Maduro.

Por tanto, el Nicolás asentado en Venezuela ha dado demostración de ser un manipulador, falso, oportunista y cruel, nada comparable con el florentino, autor de El Príncipe, tratado político que se dice es una de las primera obras de filosofía moderna, especialmente de filosofía política, en la que se considera que la verdad efectiva es más importante, que cualquier ideal abstracto.

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