La impopularidad y alto rechazo al actual líder de la revolución, los altos niveles de corrupción; el descontrol en su partido político, producto de la lucha por la correcta distribución del poder, la riqueza, y el mayor bienestar y felicidad posible, no para el pueblo sino para los sectores  radicales, moderados y militares politizados; el fracaso de más de una década de las políticas económicas, el empobrecimiento general de la familia venezolana y la destrucción del aparato productivo nacional podría generar el cambio de tercio de quien lleva la batuta de la destrucción y aspira a la reelección.

Los ciclos inesperados y de impredecibles consecuencias que se están generando en el espectro político del país confirman la debilidad que tiene el régimen de Nicolás Maduro frente a un país desmoralizado y desesperanzado, en teoría por ellos controlado, pero ahora decidido a deslastrarse del cáncer que representa la clase política dominante y la complaciente.

He argumentado públicamente en varias oportunidades que el régimen tiene más debilidades que fortalezas. La guerra de encuestas y sondeos insisten en darle un porcentaje de aprobación que oscila entre 15% y 20% a quien mal gobierna el país cuando la realidad es otra, que equivaldría a la mitad de lo que las empresas que consultan periódicamente a los venezolanos presentan.

Guerra de analistas que señalan un panorama en teoría complejo. Medios de comunicación con programas cuyos moderadores pierden la objetividad para dar paso a una estrategia comunicacional sesgada, parcializada y tutelada por las partes en conflicto que manejan grandes capitales para direccionar y manipular la opinión pública. ¿El objetivo? Tapar la realidad imperante, que no es otra que la implosión y división de los partidos políticos, reducidos en lo estructural y con unos líderes que, con sus desatinadas actuaciones, han llevado a sus organizaciones al reducto del descrédito, abonando el terreno de la intolerancia, la confrontación y la deserción de sus componentes en los niveles bajos y medios, todos hastiados de la mercantilización de la política y del irrespeto permanente y osado del centralismo en todas las regiones del país. Estos señalamientos están sustentados en hechos bochornosos, públicos y notorios, de corrupción ética y moral de muchos dirigentes protagonistas de grandes escándalos que les descalifican para representarnos y conducirnos.

El único sector político que tiene un techo es el oficialista. Conscientes de esta irremediable realidad, sus principales operadores políticos, con sus alforjas llenas, hacen énfasis en blindar la división de los sectores de oposición; amancebados, blandengues, susceptibles y amantes de la comodidad y buena vida, que favorecen y alimentan la pugnacidad, nutren las finanzas personales y en menor cuantía la de sus partidos, en especial todos los que fueron judicializados como VP, AD y Copei. Las autoridades que dominan la tarjeta electoral hoy tienen un papel preponderante para favorecer al régimen que ha decrecido en absolutamente todos los procesos electorales que se realizaron después del fallecimiento del propulsor de la destrucción del país, cuyo sustituto  busca por todos los medios su permanencia en el poder, en contra de más de 80% de los venezolanos. Estas tres organizaciones, en un burdo entramado de ilegalidad, fingieron en una parodia política la relegitimación de autoridades que no representan a su dirigencia de base, mucho menos a su traumada, vejada y maltratada militancia, esa misma que pretenden seguir utilizando para apuntalar y acorazar las cúpulas, perversas y desgastadas que se han burlado de su gente. Estas  organizaciones en un país normal, en el que se respete el Estado de Derecho podrían legítimamente participar electoralmente para competir por la conquista del poder, pero en un Estado como el nuestro donde casi todo el espectro partidista ha sido víctima del injerencismo oficialista a través de los poderes públicos, pasan a formar parte del nuevo Polo Patriótico madurista. Decimos nuevo porque el Polo Patriótico  chavista está desmantelado, hoy  toda su vieja dirigencia y sus cuadros juega en contra de la reelección de Maduro, quien tiene cifrada sus esperanzas en la lealtad de estas cúpulas partidistas que buscan atomizar el voto opositor. A estas tres organizaciones que debemos descartar desde ya como una opción para el cambio se le suman otras genéticamente más parecidas y emparentadas con el régimen imperante como Primero Venezuela, Cambiemos, ahora asociada a Alianza lápiz y Soluciones para Venezuela, cuyos máximos representantes ejecutaron y ejecutan acciones ambiguas y contrarias al interés y sentimiento nacional.  Todas las prenombradas organizaciones en su conjunto trabajan individualmente para capitalizar fraudulentamente el voto tradicional de esas organizaciones a través de figuras que, al haberse presentado cómo aspirantes a la presidencia, no han alcanzado si quiera uno o dos puntos porcentuales en las preferencias del elector y en otros casos ni siquiera aparecen en las encuestas.

Otras organizaciones como Unión y Progreso plantean un consenso inalcanzable. El MAS trata de contribuir en un equilibrio para lograr la mayor unidad posible, al igual que otras organizaciones que se han mantenido al margen y en disposición de sumarse con sus propuestas a una opción que enfrente al régimen. Las organizaciones regionales aún activas en el país están cesantes en este proceso porque la ley no les permite postular candidatos a la presidencia, lo que les obliga a adherirse a cualquier propuesta candidatural y direccionar su capital político para que sufrague por una tarjeta de algún partido nacional que les represente.

Otro segmento opositor está compuesto por individualidades que no tienen partido político y mucho menos una mínima estructura que les permita el crecimiento de su oferta al país, aunque trabajan por un interés real de cambio, según mi apreciación. De lograr su postulación seria por iniciativa propia y sus nombres restarían a la opción de la oposición que logre la mayor unidad posible que actualmente se trabaja con dificultades, pero a mi entender, todas superables.

Y un segmento adicional de dimensiones desconocidas sería el de los partidos que el permisivo CNE estaría validando para apoyar candidatos como Benjamín Rausseo,  quien por cierto intenta montar una estructura nacional con parte del precario equipo que manejó Juan Barreto en su desaparecido partido REDES. Este mismo personaje es quien  tiempo atrás  buscó una alianza con Claudio Fermín, hoy descalificado como una opción de oposición al autoliquidarse en su intento de dividir y evitar el triunfo opositor en Barinas en las elecciones pasadas por la gobernación del estado.

Observando este panorama podemos deducir que el conglomerado distorsionado, movedizo y en partes nauseabundo de los partidos políticos y personajes que los representan aquí señalados, como el complemento del Polo Patriótico, pretenden comprometer el triunfo opositor en las elecciones generales y formales a la presidencia.

La posibilidad real de decantar la oferta electoral y deslastrarse del sector nocivo y tóxico de la política venezolana hoy viva, activa y presente, se encuentra en las elecciones primarias, que están en manos de gente honorable que trabaja para vencer las adversidades y limitaciones. La exclusión o autoexclusión de algunos sectores de los que hemos señalado frente a esta convocatoria tiene un origen de peso y se fundamenta en la decisión tomada por muchos de ellos de presentar candidaturas para llevarlas hasta el final, para cumplir su compromiso con el régimen, que los empoderó con algunas de las tarjetas electorales de la oposición. Sin embargo, la lección que asimiló la sometida dirigencia regional, municipal y parroquial junto a la ciudadanía cuando perdió muchos espacios en el año 2021 por las decisiones erróneas del centralismo -factores en conflicto permanente, de carácter irreconciliable, que hoy se mantienen y se mantendrán en el futuro próximo- obliga inevitablemente a los venezolanos a seguir, por encima de esos partidos políticos, la opción que aglutine la fuerza de la esperanza y genere confianza. Quien se alce en las primarias con el respaldo mayoritario de los venezolanos definirá y explicará en su momento cuál o cuáles serán los instrumentos electorales o tarjetas que servirán para sufragar de manera segura para no dilapidar ni un voto.

Escribo estas líneas para pedirle a los venezolanos que rompan sus ataduras partidistas y piensen en Venezuela. Seamos creadores y protagonistas del cambio y transformación del país. Aunque faltan unos meses para esas anheladas y necesarias primarias, defendamos la propuesta y candidatura de nuestra preferencia y luego de obtener el resultado hagamos un solo equipo para vencer. Desde ya deslastrémonos de lo que representa el eje tolerante del mal que aquí responsable e inequívocamente señalo. No perdamos nuestro tiempo y esfuerzo en las trampas del gobierno. Les dejo esta sana orientación para el análisis y consideración de todos los interesados y a quienes tengan la oportunidad de leerla, les pido que la compartan.


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