Foto Prensa Miraflores

La semana pasada corrió el rumor que el presidente electo de Estados Unidos de América, Joe Biden, podría suavizar las sanciones impuestas a funcionarios del gobierno chavista, acusados de ladrones, asesinos, extorsionadores y defraudadores del patrimonio de la República de Venezuela. Esos mismos por los que se ofreció recompensa por su detención. El levantamiento de las medidas lo plantean a cambio de que se efectúen elecciones libres; ya veremos si son presidenciales, de diputados, gobernadores, legisladores, alcaldes y de concejales. Unos megarrecontra comicios.

Que lo llamen dictador, sátrapa o criminal le es indiferente; si el gobierno de Estados Unidos lo llama a conversar lo está legitimando. Lo reconocerán como el hombre que manda de hecho en Venezuela, sin que le importe que desconozcan la investidura obtenida mediante el fraude en las elecciones de 2018, él atenderá el teléfono y oirá lo que tengan a bien pedirle. Descarto que sea sincero en su respuesta. Esa es la política real.

La estrategia de Nicolás es transparente, hará lo de siempre: una reunión con discurso, mucha gente, bastantes medios de comunicación; que se entere el mundo entero de que él, en un acto de magnanimidad, se reunió para hablar de una democracia manchada de sangre, roja rojita. Sus negociadores se comprometerán en liberar a los presos políticos y soltarán a dos o tres de los cientos que están en las mazmorras de los distintos cuerpos de seguridad. Las conversaciones se extenderán con la excusa de que ahora si tienen una Asamblea Nacional patriótica, con unos diputados que representan al pueblo, una oposición sumisa y bien pagada que acompañará todas las manifestaciones de apoyo al levantamiento de las medidas contra los funcionarios y a las empresas del gobierno. El negocio está primero.

Por supuesto, Nicolás, para sentarse a negociar sobre posibles elecciones, pedirá que le devuelvan las joyas de la corona: Citgo Petroleum Corporation, Monómeros Colombo Venezolanos S. A., y el control de las reservas de oro guardadas en el Banco de Inglaterra. Lo más seguro es que proponga que se repitan las votaciones de diputados a la Asamblea Nacional, por lo que los recién electos se sentirán defraudados cuando sean desechados en la negociación, sin influencia en las decisiones, sin nada que alegar a su favor. El objetivo es alargar la agonía. Los comicios presidenciales deberán esperar. Este es el arduo camino de la oposición.

Es posible que en la mesa de negociaciones se sienten representantes de la verdadera oposición, alguien designado por Guaidó o por los partidos que lo respaldan y todavía persisten en funciones en la Asamblea Nacional, hasta que sea electa una nueva. Los beligerantes obtendrán reconocimiento. El diligente Tribunal Supremo de Justicia dictará sentencia para dejar sin efecto las intervenciones de las organizaciones políticas que eran opositoras y ahora son afines al gobierno. La lista es larga, empezando por Copei que fue el primero que intervinieron y le designaron varias juntas interventoras que denominaron ad-hoc.

El gobierno se opondrá a la sustitución de magistrados del TSJ, eso es su seguro de vida en el supuesto negado de que los opositores obtengan más diputados que ellos. Siempre queda el viejo truco de dejar sin efecto la elección o desconocer al órgano legislativo, de perjudicarle el resultado. El Consejo Nacional Electoral será objeto de una nueva reestructuración, saldrán los cinco rectores afectos al régimen y designarán otros. Eso sí, nada de mutuo acuerdo, de dos para cada una de las partes y un independiente pro-gobierno, serán tres de la dictadura y dos desconocidos, lo toman o lo dejan, y la oposición tendrá el mismo dilema de 2004, un CNE medio aceptable, con el argumento de quien tiene los votos todo lo puede. La experiencia dicta lo contrario, la administración chavista se aprovechará de cualquier ventaja, juegan sucio y la trampa podría estar escondida en un artículo anodino de un reglamento olvidado.

La oposición pondrá en la mesa los temas álgidos, el hambre que pasa el pueblo y la búsqueda de comida en basureros. La emigración forzada y los muertos en la frontera, en Táchira, en Zulia o en el estado Sucre, la complicidad del gobierno de Trinidad y Tobago con los ahogados o la presencia de la FARC en nuestro territorio. La hiperinflación provocada por las medidas económicas y la falta de papel moneda para efectuar las transacciones al menudeo. La escasez de gasolina, la expoliación de los pocos dólares que tienen los venezolanos por un combustible cobrado a precio internacional con calidad de socialismo del siglo XXI. La corrupción oficial en general y la militar en particular. Las desapariciones forzadas provocadas por órganos como la FAES. El pernil que ofrecieron a cambio del voto y que nunca llegó o estaba descompuesto. La compra de la vacuna del covid-19. La violenta represión en contra de los manifestantes. De todas maneras, siempre se podrá agregar uno que otro asunto que Nicolás se niega a resolver.

De repente, todo termina, los gringos se desencantan y entienden que le siguieron el juego a la dictadura sin obtener nada a cambio, sin mejoras políticas, aunque tal vez una que otra reforma económica financiada por el imperio.

Como cantó Rubén Blades: “Esto se acabó, vida / La ilusión se fue, vieja / El tiempo es mi enemigo.

@rangelrachadell


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