Es un hecho.

La democracia, la libertad, el volver a caminar sin un paramilitar o un sapo que nos vigile, andar por nuestras calles y avenidas, entrar o salir del país con una sonrisa limpia y honesta del funcionario de migración que nos atienda y que nos diga “bienvenido a su país” o “que tenga buen viaje” sin la mordaza atemorizante de que te quiten el pasaporte o te digan que no puedes viajar o caer preso; marchar cívicamente con nuestra bandera de Nicaragua y decir lo que pensemos de la política, de los rufianes que se meten a ella pero que no lo son, decir lo que creamos del sistema institucional de nuestro Estado, vendrá, y para eso no se requerirá del voto ni del respaldo del sandinismo llamado “disidente”, el cual ahora bajo la marimba de organizaciones de sociedad civil fracasadamente opositora pretende erigirse en la impulsora de la insurrección de 2018.

Se necesita ir juntando voluntades en torno a la unidad política democrática, desempolvar la mística que se ha perdido y reconocer lo importante que es votar, defender el voto y luchar por ser libres en democracia para ser potentes y felices socialmente.

Ya el país vivió una plausible primavera ese año de 2018, cuando hombres y mujeres de la tercera edad y jóvenes, protestaron en Managua por sus reivindicaciones legítimas.

Esto sucedió cuando descarada e insensiblemente el gobierno revolucionario sandinista les estaba mermando los ya miserables fondos de sus pensiones y jubilaciones, y cuando los jóvenes, liberales y conservadores e independientes, iniciaron marchas cívicas y protestas por los reiterados robos al voto popular de los nicaragüenses, —deshonestidad  que los partidos tradicionales realizaban prácticamente en toda Latinoamérica con arreglos bajo los estándares de la  corrupción provinciana de aquellos viejos tiempos pero que con creces los sandinistas han superado—.

Hay otros antecedentes en ese mismo año, como la arrogancia gubernamental al no sofocar un incendio en la reserva forestal Indio-Maíz, que según analistas ambientales se pudo haber evitado la quema de más de 3.000 hectáreas de bosques si desde un inicio dicho incidente se hubiese atendido y se hubiese contado con apoyo internacional, el cual fue ofrecido.

Pero fue  la gesta iniciada por esos ancianos empobrecidos y abandonados, a los cuales los cantos revolucionarios por los pobres nunca los beneficiaron y las protestas cívicas de los valientes muchachos, quienes se enfrentaron a la policía represora quienes ante la verdad y la historia comenzaron la lucha que desde 2018 libra el pueblo de Nicaragua bajo una feroz represión, con un exilio creciente, una comunidad internacional insensible  y una economía de fachada positiva pero agrietada en sus estructuras.

Ahora que Daniel Ortega demandó torpemente a la República de Alemania por apoyar esta a Israel (al pueblo de Dios con el que se identifica el mundo Occidental libre y creyente), este alborotó un avispero, pues si a eso nos atenemos habría que contrademandar a Rusia cuando a través del peón de esta, el más grande genocida de América, Fidel Castro, infectó de guerrillas comunistas prácticamente a toda Latinoamérica, invadiendo soberanías y  generando una insurgencia dañina y terrorista cuyos efectos colaterales, los seguimos padeciendo.

Digamos que los pueblos se equivocan, lo cual es cierto hasta cierto punto, pero la otra parte la hacen los embaucadores y delincuentes que, desde la política y sus torres éticas y científicas, manipulan y tergiversan la historia y la realidad para que las gentes se inclinen hacia propuestas electorales infuncionales, desde el punto de vista de la prosperidad, el orden y la igualdad de oportunidad para todos.

Eso pasó en 1979 en Nicaragua con la llegada del sandinismo. Y en 2018, con un Ortega tiránico y con un sandinismo opuesto a él pero que arrastra los vicios despóticos del pasado cuando fueron gobierno, se ha dado a la tarea de hacerle creer a la ciudadanía y a la comunidad internacional que ellos, ellos únicamente, son los nuevos referentes de una oposición que sacará a su antiguo jefe y los enganchará a ellos en el poder. Lo que nunca más va a ocurrir.

Debe reflexionarse ahora que se cumplen seis años de esa insurrección cívica de ancianos y jóvenes, sus héroes iniciales y no aquellos aprovechados de siempre que han hecho de esta lucha hasta un beneficioso sistema de vidas personales gracias a la flojera y desconocimiento de la comunidad donante.  Esta tentativa de volver al poder de parte del sandinismo «disidente» del MRS, UNAMOS o bien de Monteverde y otros condimentos de la fracasada “sociedad civil opositora” y de algunos ingenuos y otros no tanto que los siguen, no es aceptable por el pueblo de Nicaragua ni moral ni políticamente dados sus antecedentes de 1979 a 1990 cuanto tiñeron de sangre y dolor al pueblo.

Esa malsana iniciativa no proviene de quienes se oponen a ellos, que viene a ser la mayoría ciudadana, !sino de ellos mismos! como Azalea Solis, Mónica Baltodano, Julio López Campos y por algunos de sus escritores y artistas como Gioconda Belli y Sergio Ramírez quienes han reiterado y afirmado sus anhelos de volver a sus sueños desde la izquierda, lo que promulgan en gran medida gracias al olvido y la complacencia mediática de un sector de la prensa europea y americana.

Nuestro abrazo reiterado a esos muchachos y ancianos, y a esos hombres y mujeres quienes de buena voluntad lucharon sin partido y hasta dieron sus vidas por un cambio democrático, el cual vendrá, indudablemente, desde las vértebras liberales, conservadoras, Contras, independientes y democráticas en general del pueblo nicaragüense, pero que quede claro, sin el respaldo ni el voto del sandinismo.


El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.


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