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Tercer mandato consecutivo busca el amigo inefable de Hugo Chávez, Daniel Ortega, en Nicaragua. Hoy ese país acude a las urnas pero no elegirá nada. Sencillamente siguen el ejemplo que ha mantenido al gobierno chavista por más de 20 años en el poder: comicios que son una farsa con candidatos de comparsa. No hace falta hacer una lista de similitudes.

Desde junio de este año el gobierno policial de Ortega y su mujer, Rosario Murillo, se encargaron de perseguir y encarcelar a los 40 líderes opositores que pudieran hacerle sombra en las elecciones generales pautadas para hoy 7 de noviembre. Los últimos comicios en 2016 los ganó de la misma manera y era obvio que repetiría la fórmula que tanto le sirvió a Chávez.

Tiene un consejo electoral a su medida, en el que todos los magistrados son oficialistas, y un sistema de votación que, aunque ha levantado sospechas y denuncias internacionalmente, se mantiene como garantía para cometer su fechoría de hacerse reelegir por tercera vez. Si desde afuera le parece a alguien que hay una lista de candidatos que compiten con Ortega, no es más que una ilusión óptica, pues se trata de aspirantes respaldados por partiduchos de maletín.

Una encuesta de CID-Gallup de mediados de octubre arrojó que 65% de los nicaragüenses estaría dispuesto a votar por cualquiera de los 7 candidatos opositores, y por eso Ortega los tiene tras las rejas, para que no puedan presentarse a las elecciones de hoy. Es obvio que si cualquier sondeo le da menos de 20% de preferencia de voto, busque asegurarse una victoria de cualquier manera.

La periodista Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, a la que le quiere cobrar la peor derrota política desde que le ganó holgadamente en 1990; el politólogo Félix Maradiaga; el economista Juan Sebastián Chamorro; el líder campesino Medardo Mairena; el periodista Miguel Mora; el exembajador del sandinismo en Estados Unidos Arturo Cruz; y un viejo político, Noel Vidaurre, todos se quedaron sin el chance de disputarle la presidencia, pues Ortega desde hace tiempo controla todos los poderes públicos para atornillarse en el mando.

Los nicaragüenses, igual que los venezolanos, desean desesperadamente un cambio pero no por simple aburrimiento, sino porque desde hace años el régimen de Ortega los tiene oprimidos, bajo la peor gestión de gobierno que hayan sufrido, y prueba de ello es el pésimo manejo que ha hecho de la pandemia en ese país.

Ya Estados Unidos prepara medidas de presión una vez que Ortega termine de consumar su tercer fraude electoral, también la Organización de Estados Americanos está atenta, pero es obvio que Nicaragua está en manos de un tirano que copia las recetas de este lado del continente. El futuro no es muy prometedor.


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