“Alta moral siempre, tenemos los argumentos para vencerlos en el escenario que ellos quieran. Si quieren elecciones, vamos a elecciones, si quieren calle, nos vamos a la calle, si quieren batalla, vamos a la batalla, pero ni por las buenas ni por las malas, más nunca volverán a gobernar este país”.

Así se expresó el diputado a la Asamblea Nacional de Venezuela, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela sobre la posibilidad de las próximas elecciones y aseguró que la oposición jamás volverá a gobernar el país. Declaraciones que pueden ser interpretadas de diferentes maneras pero que sin duda el autoritarismo es su único origen.

Una interpretación a la declaración podría ser: el PSUV secuestra el poder absoluto del país por la eternidad. Esta suposición implicaría que para el diputado el tiempo no existe. Probablemente, la declaración se basa en el pensamiento del filósofo presocrático Parménides de Elea (ver su busto en la imagen) quien precisó: El ser nunca sido ni será, porque es ahora todo él, uno y continuo. Otra referencia, sería el pensamiento del filósofo austriaco Ludwing Wittgestein quien el 1922, afirmó: Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino la intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra vida es tan infinita como ilimitado nuestro campo visual. De esta manera, un primera conclusión sería que el diputado estaría negando la existencia del tiempo y demostrando que  solo vive el presente al afirmar la intemporalidad de la vida. Aunque sería de asombrar que existiese una influencia de la filosofía antigua o moderna en el pensamiento del diputado, pero no es descartable.

Una paráfrasis diferente sería: no aceptamos la existencia de ningún grupo contrario a nuestro ideal, cualquier transferencia del poder político del gobierno será a un grupo político con iguales ideales que los nuestros. Esta interpretación parece más real que la primera. Incluso, se aproxima mejor a los hechos registrados desde hace más de 20 años: gobernación a cargo de un único partido político, imagen de un líder fuerte y glorificado, ausencia de división de poderes, derechos individuales limitados, abuso de la propaganda política para ejercer represión social, censura de la información, control de la economía, así como adopción de ideales políticos para ejercer el poder. Si el diputado lo que quiso decir fue que el poder solo será entregado a un un grupo igual al PSUV, parecería la mejor interpretación dada la coincidencia entre características y hechos registrados en los últimos años. Sin embrago, surge una interrogante: cuál sería ese otro grupo con ideales similares al partido del régimen. Un elemento para elaborar la respuesta a esta pregunta sería los partidos políticos que el régimen ha capturado para confundir a la población y presionar a sectores de la oposición para que se sumen al modelo político.

La tercera y última explicación a las declaraciones del diputado sería: aunque finjamos unas elecciones presidenciales en 2024, haremos lo que siempre hemos hecho para dar como ganador a nuestro candidato. Una afirmación precisa y que sería la más cercana a lo que una vez más intentará el régimen. Pese al descontento social, a las miles de personas que huyen de la crisis por las fronteras, a la evidente cleptocracia establecida y al rechazo mundial al régimen no existe, hasta ahora, ninguna señal de desunión en las filas del régimen. Los sonados casos de corrupción en el gobierno no produjeron ninguna reacción. La supuesta falta de fondos públicos para cancelar las deudas laborales al parecer fue subsanada o al menos no es noticia. No parece haber ninguna señal que indique que el régimen limitará sus acciones para asegurar que sus electores recurran a las urnas en 2024 y formalicen lo que esperan sea su victoria.

Esta última interpretación adquiere fuerza si tomamos en cuenta que la Corte Penal Internacional anunció el establecimiento en el país de una oficina para prestar cooperación y al mismo tiempo ratificó que las investigaciones por supuestos casos de crímenes de lesa humanidad continúan. Esta es una noticia poco alentadora para convencer al régimen de actuar de forma transparente ante las elecciones presidenciales del próximo año. Sin embargo, es la mejor acción para garantizar justicia y al mismo tiempo ejercer presión sobre quienes pretenden perpetuarse. El mensaje es claro y no requiere interpretación: habrán sentencias judiciales por violaciones a los derechos humanos y no habrá rincón dnde esconderse.

Por otra parte, la oposición tiene un desafío: respetar y proteger el resultado de las elecciones primarias. En esta oportunidad, las elecciones son la oportunidad para lograr retirar el poder político del país. Claro que, al escribir lo anterior se escuchan voces que opinan que el régimen jamás entregaran el poder, que no hay persona capaz en la oposición para asumir la presidencia (como si la hubiese en el régimen) o que el día que el régimen pierda las elecciones saldrán millones de personas a las calles a defender la (seudo) revolución. Las dos últimas premisas no tienen ninguna posibilidad de presentarse, especialmente, la referida al apoyo popular del régimen, aunque no debemos despreciar el daño que podrían ejercer los grupos armados que mantiene el régimen, pero al no haber quien las mantenga desaparecerán.

En cuanto a la primera premisa, resultaría difícil precisar la reacción de la élite política y militar del régimen ante la amenaza de las sanciones judiciales y financieras que caerán sobre ellas. Es probable que unos entreguen a otros a cambio de penas menores. Es probable que traten de huir o es posible que se entreguen, no lo sabremos hasta llegado el momento de conocer un posible resultado electoral contrario a los esfuerzos del régimen. De cualquier manera, si el diputado prefiere la historia a la filosofía presocrática, el dictador español Francisco Franco le comparte su pensamiento: Yo no haré la tontería de Primo de Rivera. Yo no dimito, de aquí al cementerio.


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