Si comparamos la gestión política con la social y económica del actual régimen, podríamos sacar algunas trascendentales conclusiones. En el campo económico la gestión podría calificarse como la peor que pueda ocurrirle a cualquier sociedad, inspirada en sus  arcaicos dogmas ideológicos, mientras en lo político son sabios alumnos de la inteligencia de Fouché y Maquiavelo, convierten la lucha por el poder en religión. Con un convencimiento que les ha permitido imponer sus objetivos sin pausa y sin tregua.

Han arremetido ferozmente contra la propiedad en su término más extenso, la propiedad de nuestra existencia, la propiedad de las cosas creadas por el esfuerzo y la propiedad de la libertad como el éter insustituible de la vida humana.

La economía basada en el ingreso petrolero ha sido aplastada sin encontrarle ningún sustituto, tal como pretende Gustavo Petro en Colombia. La industria está en su peor momento, aunque simule una reacción espasmódica producto de algunas medidas económicas contrarias a las que se venían practicando, generadoras de un pírrico crecimiento en el comercio y en áreas de la tecnología, concentrado en Caracas y algunas regiones del país, en un panorama de desigualdad creciente basado en medidas paliativas que no resuelven la parálisis económica y el hundimiento que ha reducido el tamaño de la economía alrededor de 5 veces. Se importa, pero no se genera riqueza, no hay nuevas industrias, ni se expanden actividades productivas en el territorio. Los ingresos de más de 80% de los trabajadores constituyen una vergüenza mundial, ni siquiera el salario mínimo llega a superar el umbral de extrema pobreza, 1 dólar por día. El hambre acosa a los sectores más amplios de la población, la desnutrición infantil cubre importantes segmentos de nuestra infancia con la tragedia que representa una situación irreversible. Los alimentos que no nutren hoy a nuestros niños los condenan a convertirse en grupos disminuidos biológicamente, con limitadas capacidades de crecer y forjar un destino superior.

Es imposible cerrar los ojos ante la tragedia que la pobreza marca en el país. Grupos sociales extensos con cada vez menores capacidades para participar y desarrollar a plenitud sus potencialidades. Es lo que ocurre en el plano económico-social y en el meramente humano.

Si comparamos esta actuación del régimen, desde 1999, con lo que ocurre en el ámbito político encontraremos una situación totalmente contrapuesta. En lo político la actuación del chavismo-madurismo ha sido magistral con relación a sus fines ideológicos. Ante nuestros ojos emerge otro mundo, es como se observaba desde Finlandia a Estonia (en su época soviética). Otro continente. Si quisiéramos resumir esta trayectoria política ideológica se nos muestra -con el mayor descaro posible- una realidad totalmente distinta. La primera es la precisión en desmantelar aquellos logros obtenidos después de un siglo: la importancia de elegir, el proceso electoral en Venezuela se encuentra en un fondo de desprestigio, no se cree en las autoridades electorales, ni en los resultados de los procesos. Una de las principales tareas de la oposición es convencer a la gente que si vale la pena votar. El régimen por su lado envenenó este panorama con una desfachatez inaudita, convirtió al CNE en una guarida de sus militantes, allí son mayoría aplastante, no esconden su interés en legitimarse con votos manipulados. La segunda gran estrategia gubernamental es el desmantelamiento de la institucionalidad política, las consignas y distintivos de los partidos políticos son arrasados de forma inclemente y pasadas a manos de algunos títeres sin prestigio ni honorabilidad. Es decir, crean una realidad basada en el desprestigio del poder electoral y en representaciones políticas fraudulentas. En tercer lugar, pero igualmente importante y quizás más, destruyen el aparato comunicacional libre, construido durante casi un siglo entero, cierran RCTV; acaban con El Nacional, le roban la sede; cambian de cara El Universal y Últimas Noticias, cierran 300 emisoras de radio, 60 periódicos y 7 cadenas de TV. La total oscuridad informativa, el objetivo: apoderarse de la conciencia ciudadana. Podemos recontar los daños: aniquilado el prestigio electoral, es decir, la ciudadanía no elige, destruidos los partidos políticos tradicionales, aquellos que reflejaban nuestra idiosincrasia, arrasados los medios de comunicación libres, el saldo no puede ser otro que el “poder total”. La ciudadanía, sus partidos, su capacidad de elegir hundidas en el mar de la desesperanza. A estas tres estrategias políticas del gobierno se suma uno de los peores intentos por destruir Venezuela. La arremetida contra la educación. Nuestra red de universidades autónomas que tanto orgullo y valores nos aportaban está prácticamente ranchificada. Nuestros profesores y maestros sumidos en una pobreza desesperanzada. Son muy pocos los personeros del régimen formados allí y permanecido durante su juventud aprendiendo en sus aulas, por tanto: no aman nuestros claustros universitarios. La educación para el trabajo ha sido sustituida por formación ideológica socialista, el INCES”, es decir, INCE socialista no la institución capacitadora de los jóvenes. Se aprende a destruir no a construir.

Esta astuta estrategia política orientada a imponer el socialismo también ha sido culpable de la ruina de grandes logros en materia de servicios públicos, hoy la electricidad, el suministro de agua, las vías de comunicación. la conectividad, la seguridad personal y patrimonial de los ciudadanos están en el limbo, todo está en un proceso de deterioro indetenible. En la salud y la educación solo citaremos dos ejemplos, más de 20.000 médicos han huido del país buscando poder ejercer su oficio en otras tierras donde los respeten y les permitan poner en práctica sus conocimientos. La red hospitalaria es otro ámbito ranchificado, al igual que la extendida red de consultorios de atención primaria que cubría todo el territorio. El ejemplo más contundente es la huelga de maestros que estremece al país, un movimiento por salarios y dignidad. Al maestro no se le respeta ni se le reconocen sus méritos. Por ello protestan. Un último y criminal intento de acallar la conciencia ciudadana es el que ejecuta el teniente Diosdado Cabello contra las organizaciones civiles que suplen la atención a la infancia, a los más pobres, los desvalidos, instituciones integrada por ciudadanos responsables y capacitados que trabajan en pro de todos los sectores afectados por la crisis total que sufre el país. Hay que defender las ONG del intento de aplastamiento que lidera Cabello.

Estamos en un momento de reflexión, en nuestros momentos de soledad, de privacidad, ¿qué hacemos? Aceptar la realidad que estamos viviendo o intentar vislumbrar un futuro posible, hoy existe la oportunidad de valorar nuestra conducta y responsabilidades con el futuro. No se puede cerrar los ojos. Aunque seamos amantes del beisbol, asistir a un estadio construido con los dineros que debieron ser atribuidos al Hospital J. M. de los Ríos y aplaudir ciegamente. No se trata de culpabilizarnos, de llenarnos de formas paralizantes, sino de responsabilizarnos, no se puede ser indiferente, creer que Las Mercedes es símbolo de progreso y no un indicador de corrupción y un atentado a la ética política. Hoy Venezuela más que nunca está en manos de sus ciudadanos, su conducta, su moral, apoyar los gremios que combaten y las legítimas organizaciones de la gente que aún produce, las ONG que trabajan por los más pobres, los totalmente desprotegidos, con todos ellos debemos decidir el futuro. Hay tiempo aún para rescatar lo mejor de esas tenebrosas inteligencias políticas de Fouché y Maquiavelo.


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