Neomar Lander durante las protestas de 2017

“Neomar, libertador” fue el mensaje que llevó a la cárcel a cuatro jóvenes venezolanos que participaban en un homenaje a Neomar Lander, mártir de la resistencia asesinado durante las protestas del 2017. La actividad se desarrolló en la avenida Libertador de Caracas, específicamente a la altura del municipio Chacao, no por capricho de los organizadores del evento, sino porque fue precisamente allí donde hace cinco años la dictadura le arrebató la vida a Lander cuando este protestaba pidiendo democracia, justicia y libertad para Venezuela. Neomar no fue el único asesinado ese año, de acuerdo con las cifras del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), tan solo en 2017 más de 150 venezolanos murieron en el contexto de las manifestaciones contra el régimen dé Nicolás Maduro; la mayoría de ellos producto de la represión policial y de la actuación de grupos armados autodenominados “colectivos”.

Para una dictadura que juega a la amnesia colectiva, que algunos ciudadanos osen recordar sus crímenes constituye un delito y que lo hagan en medio de una protesta ciudadana es un agravante. Y esto va más allá del vehículo utilizado para expresar el mensaje, en este caso un grafiti, pues lo que realmente indignó a la dictadura fue la protesta en sí misma. Ustedes dirán que eso no es nuevo en Venezuela, pues matar y destruir es lo único que sabe hacer el chavismo.  Lo “novedoso” es que siga sucediendo pese a la intención de la dictadura de limpiar su imagen internacional con la complicidad de algunos factores internos y externos.

La verdad es que resulta relativamente fácil fingir ser democráticos cuando, más allá de algunas protestas por servicios públicos, las manifestaciones exigiendo un cambio de régimen han prácticamente desaparecido de todo el territorio nacional. De allí que la dictadura haya acordado con el fiscal de la Corte Penal Internacional la apertura de una oficina de seguimiento en Caracas y se haya comprometido a respetar a los derechos humanos e impartir justicia a las víctimas de la represión. Lo que demuestra lo sucedido en Chacao es que solo falta que la gente vuelva a tomar las calles para que el régimen de Nicolás Maduro aplique, como siempre lo ha hecho, la represión contra todo aquel que se atreva a disentir.

Una pinta en una pared en un país donde reina la censura no es en modo alguno vandalismo, es una necesidad. Para la dictadura un grafiti es sinónimo de “instigación al odio y asociación para delinquir”. Al final, todos tenemos un número cuando se vive en un régimen y tarde o temprano los represores le dan vuelta al bombo y salimos sorteados.

Aunque el acto en honor a la memoria de Neomar Lander no fue numeroso, sirvió para que la nueva puesta en escena del madurismo se cayera sin aún cortar la cinta inaugural de la oficina del fiscal de la Corte Penal Internacional en Caracas y sobre todo para enviarle mensaje a todos aquellos que piensen que basta con no meterse en política para vivir tranquilos. En la Venezuela de hoy, la gente decidió que “lo mejor” era olvidarse de lo público y concentrarse en lo privado, lo que significa muchas veces concentrarse en sobrevivir. Pero como el propio Neomar lo decía: “La lucha de pocos vale por el futuro de muchos”. Pronto serán millones quienes nuevamente entiendan que no habrá futuro, democracia y libertad mientras el madurismo siga en el poder.

@BrianFincheltub


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