El madurismo, cada día que salen sus panegíricos a defender lo indefendible, llena su boca de bazofia al asegurar que la culpa es de un “bloqueo” que existiría desde que Maduro asumió el poder. Pero qué curioso que esa medida no les ha impedido a ellos, en especial a la cúpula del régimen, mostrarnos sus costosas vestimentas o camionetas último modelo, sobre todo de marca Toyota –sin duda las preferidas de este grupo de seudosocialistas– o incluso tener a sus hijos en el exterior: los de Jorge Rodríguez estudiando en México, la hija de Carmen Meléndez en Alemania, la descendiente de Néstor Francia y su consorte de la Alcaldía Metropolitana en Argentina, los hijos de Vladimir Padrino aún estarían en España y la “beba” del fallecido Hugo Chávez en Francia, países que por cierto son gobernados por las llamadas ultraderechas con sistemas de gobierno en los que impera lo que ellos llaman el neoliberalismo salvaje y el capitalismo.

¡Bueno! No faltará quien nos diga que todos ellos son “ricos de cuna”, como una vez respondió el gobernador de Carabobo cuando alguien lo increpó por su escandaloso nivel de vida.

Ahora bien, lo que estos corruptos y criminales no pueden ocultar, además de su nivel de riqueza y propiedades, así como sus constantes viajes al exterior y las residencias de sus familiares en las urbes más costosas del mundo, es que en Venezuela el salario mínimo en la actualidad está por debajo de 2 dólares mensuales. Obviamente, para la claque madurista esto es por culpa de las “sanciones” que Trump ha impuesto al neototalitarismo, es decir, se asume entonces que dichas medidas fueron tomadas desde finales de 2012, cuando Maduro asumió de facto la presidencia, hasta completar un sexenio en el cual el empobrecimiento de los trabajadores ha sido responsabilidad del “imperio”.

Seguramente, el hecho de que el salario mínimo estaba por encima de los 300 dólares mensuales cuando Chávez murió y ahora es prácticamente inexistente con la neodictadura madurista, lo cual ha originado una destrucción por completo de nuestra economía, así como el colapso de los servicios públicos y un éxodo sin precedentes que se aproxima a los 5 millones de venezolanos, ha sido porque todo, absolutamente todo en términos de hiperinflación y quiebra del aparato productivo nacional, así como cierre de miles de empresas, sin obviar los miles y miles de millones de dólares robados a la nación, se deriva de un gran complot contra la inocente cúpula del régimen, para la que esta desgracia humana es solo culpa de Estados Unidos.

Y pregunto: ¿Cómo es que ellos no se atreven a mostrarnos sus estados de cuenta bancarios, así como sus pasaportes? ¿Por qué no viven en apartamentos o casas de la llamada Gran Misión Vivienda Venezuela? ¿Por qué no vemos fotos de ellos haciendo una cola para comprar una bombona de gas o esperando un vagón en una estación del Metro, o de transporte público? ¿Por qué jamás vemos que ellos o sus familiares inscriban a sus hijos o nietos en escuelas o liceos oficiales? ¿Cómo justifican que también, como se hizo mención al inicio, su prole estudie en universidades del extranjero en vez de las universidades “bolivarianas” que ellos pregonan como las mejores del planeta?

¿Será que jamás se enferman o tienen que visitar a un médico en todos estos años, que nadie del pueblo se los encuentra en un hospital público o en los llamados CDI?

Es tal el nivel de hipocresía de los maduristas que nos aseguran que existen 3 millones de pensionados, lo que equivale, si tomamos como referencia los 2 dólares mensuales, a una erogación de 6 millones de dólares al mes que hace el “Estado” por este derecho de quienes cumplieron su vida dedicada al trabajo. O sea, que al compararnos con un país de la región que perciba como salario mínimo 300 dólares mensuales –el promedio en tiempos de Chávez–, lo que tendría el régimen en equivalencia sería 20.000 pensionados en términos reales con cualquier país de América Latina.

Si a estas cifras sumamos 4 millones de empleados públicos con la misma inhumanidad y perversión de este régimen sobre los trabajadores, tendríamos una erogación de 8 millones de dólares al mes, o lo que es lo mismo, casi 27.000 trabajadores con 300 dólares mensuales. En síntesis, lo que pudiéramos decir es que el madurismo de tener en tiempos de Chávez a 7 millones de venezolanos en condiciones aceptables de vida, ha llevado a la miseria a la espantosa cifra de 6.950.000 personas, entre trabajadores y pensionados, si es que quisiera hablar con sinceridad al país.

Lo que hoy el régimen destina a sueldos y salarios en la administración pública, redondeando el número hacia arriba, son 15 millones de dólares mensuales –en dinero inorgánico, convertido en “bolívares” electrónicos por el Banco Central de Venezuela– es decir, 180 millones de la odiada moneda estadounidense al año. Ante semejante realidad, para solo tener una idea de que el madurismo no podrá más nunca revertir esta situación, podríamos multiplicar 300 dólares por 7 millones de venezolanos – trabajadores y pensionados– de la administración pública, lo que redondeando hacia abajo nos arroja cerca de 2.000 millones de dólares al mes, 24.000 millones de dólares al año, lo cual al duplicarlos por efectos de beneficios sociales, vacaciones, aguinaldos, contrataciones colectivas y pólizas de seguro, tendría que disponer de 48.000 millones de dólares al año. Y preguntamos ¿Alguien podrá explicarnos cómo el madurismo podrá recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores y pensionados con tal diferencia de egresos desde las arcas de la nación? Es simple. Con el madurismo eso no es posible y estamos todos condenados a vivir en la miseria, y llevados como trabajadores hasta la muerte en una suerte de neoesclavitud.

Estamos escribiendo el capítulo final de la historia madurista. Ya no hay nada qué hacer. El abandono del poder de la cúpula de criminales se acerca, o por las buenas, o por las malas. Ellos que decidan cuál camino prefieren para su salida de Miraflores.

 


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