Mientras el mediocre e impresentable expresidente español Zapatero se abrazaba públicamente al dictador Nicolás Maduro, señalado responsable por distintos órganos internacionales de crímenes de lesa humanidad, “logrando” la liberación del general Rodríguez Torres, ministro del Interior cuando ocurrieron los hechos en 2014 y después, pero caído en desgracia, una parte de la oposición (Plataforma Unitaria) y los representantes de la dictadura insisten en llevar adelante las “negociaciones” en México para superar la enorme crisis que afecta al país y que se traduce, como lo dicen todos los organismos internacionales, en pobreza crítica y miseria, a pesar de las burbujas que aparentan alguna riqueza mal distribuida entre beneficiarios y cómplices del régimen.

Nadie puede oponerse a una negociación. Es una regla básica de la sobrevivencia y de la solución pacífica de los conflictos, pero el proceso de México no es una “negociación” en el sentido que nos interesa, siendo más bien un ejercicio fundado en la mala fe de una parte que busca imponerse en un juego que, lejos de intentar encontrar acuerdos, lo que pretende es tiempo y acomodo para alargar y secuestrar el poder.

Si bien el oficialismo se muestra unido, sólido en sus posturas, exigencias y amenazas, al menos en apariencia, la oposición se muestra a veces debilitada, sin fuerza en sus planteamientos y sin estrategia cierta que permita lograr los objetivos que los venezolanos esperan, que es el retorno a la democracia, la liberación de los presos políticos y elecciones libres y seguras.

La oposición que participa en este ejercicio no puede confundir las herramientas de negociación con sus resultados. Sería un error garrafal. Y me refiero a las sanciones, a las que siempre he considerado legales y legítimas mientras persistan, como es nuestra situación, las razones por las cuales se han emitido.

Las sanciones impuestas por algunos países y grupos de países deben mantenerse. No son objeto de negociación. Por el contrario, son parte de la negociación. Es la herramienta que tiene la oposición y no solamente la reunida en la Plataforma Unitaria para sentar a la dictadura a negociar y poder lograr lo que se quiere.

La “liberación” de recursos para atender la crisis social se confunde con el levantamiento de las sanciones. Es claro que son 2 cuestiones diferentes, pero que pueden confundirse y conducir a un levantamiento progresivo sin ninguna contraprestación. El régimen y a ello accedió la Plataforma Unitaria, que pide que se haga todo por liberar 3 billones de dólares para la creación de un fondo para el país y enfrentar la enrome crisis social que atravesamos, aunque sean manejados por organismos internacionales, lo que no es fácil de entender en la práctica. La oposición sentada en México acordó que esos recursos “se liberarían” con ese destino y en ciertas condiciones, pero ¿a cambio de qué?

Conociendo a la dictadura y a su forma de «negociar», sabemos que una vez liberados algunos recursos y lograr un levantamiento progresivo de sanciones, los temas fundamentales pasarán al olvido y en pocas semanas volveremos a otros temas, a otras negociaciones y a otras exigencias.

Las sanciones se podrían levantar solo en la medida en que el régimen dé pasos atrás en la destrucción del país, cuyo nivel no merece comentarios. Es la carta que se tiene y aceptar cualquier arreglo antes de que se logren objetivos precisos, como la liberación de los presos políticos víctimas de torturas sistemáticas y generalizadas por delante, sería un nuevo salto al vacío.


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