Decretar la Navidad para el 1º de noviembre con hambre, miseria y pobreza en el pueblo es un acto despreciable e inhumano por parte del Estado.

Es totalmente irresponsable ignorar la crisis descomunal y devastadora que se vive en los hogares venezolanos, sin la esperanza cierta de algún alivio en este último trimestre del año. No hay buen servicio de agua; son más frecuentes los apagones y bajones eléctricos; proliferan las colas inmensas para esperar la bombonita de gas doméstico… y ay si no estás en el sistema Patria, te quedas en el aire; colas kilométricas para surtir algo de gasolina con el riesgo de la matraca de los cuerpos de seguridad del Estado; una canasta básica que ya bordea los 530 dólares con un cestaticket de 40 dólares; un sueldo mínimo para trabajadores, pensionados y jubilados de 130 bolívares; derecho a la salud solo para quienes tengan seguros en dólares y el pueblo obligado a llevar todos los insumos en los hospitales para salvar sus vidas… Lo más doloroso es que el Estado lo sabe, pero fija su prioridad en obtener más poder sin importarle en absoluto el sufrimiento del soberano.

Exijo al Estado un poco más de humanidad, no mostrar tanto desprecio por el bienestar social del pueblo. La desigualdad social se ha incrementado y él es el único responsable.

¡Navidad con los estómagos vacíos no es Navidad!


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