Naturalia | Foto Robert Cárdenas

La coreografía es una experiencia de largo aliento. Lograr un discurso y una estética personales  supone una sensibilidad atípica para aproximarse al cuerpo en sus distintas dimensiones expresivas, plásticas y musicales. Ser un auténtico creador de movimientos constituye una vivencia extrema que surge de un caos interno y conduce al éxtasis creativo. Treinta años de arte coreográfico representan ya una historia dentro de este ejercicio por parte de Rafael González, primero como joven creador, y luego al frente de la agrupación Espacio Alterno, por él fundada, dentro de la cual ha desarrollado un modo escénico que lo particulariza, donde un depurado tratamiento visual prevalece.

Espacio Alterno ha servido para ratificar la existencia de una escuela de danza surgida de las directrices artísticas de González, que ha logrado no únicamente mantenerse sino también diversificarse en otras iniciativas de las manos de sus integrantes. Este coreógrafo caraqueño ha logrado singularizar su codificación estética a través de una fusión de preceptos y técnicas formales con nuevas tendencias, todo dentro de su claro interés por el cuerpo escultórico y el cuerpo cinético, convertidos en una nueva visión del virtuosismo, donde a la investigación corporal se une una honda visión plástica del movimiento. Un vasto y sólido repertorio de obras ha surgido de sus permanentes indagaciones creativas.

Naturalia | Foto Robert Cárdenas

En esta reconocible escuela se han desarrollado nuevos intérpretes y sus correspondientes voces, muchos de ellos poseedores de importantes carreras artísticas en el exterior. Constituyen una especial generación de creadores inscritos dentro de las corrientes de la llamada danza posmoderna, poseedora, sin embargo, de cualidades versátiles que le impiden acogerse a una sola y rígida etiqueta. La condición docente de González queda perfectamente establecida a través de sus destacados discípulos. Espacio Alterno apunta, esencialmente, a la consolidación de un concepto y una estética singulares para la danza, todo a partir de un tronco común que permanece y se consolida.

Naturalia, el nuevo proyecto de Rafael González, llegó a la Sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño con un sorprendente dispositivo escénico, que participa de la reconocida concepción  esteticista de su autor. Podría afirmarse que la obra completa una triada creativa que también integran sus anteriores piezas Fuga y Entramado, a través de la cual el coreógrafo y artista plástico penetra en ámbitos originarios desde una perspectiva que equilibra visiones ancestrales y de nueva modernidad.

Naturalia | Foto Robert Cárdenas

Este reciente título se anuncia como un tributo a la Amazonía, en momentos de encontrarse este vasto y vital territorio en el centro de la preocupación global. No hay, sin embargo, intereses descriptivos ni de denuncia en su discurso. El planteamiento es esencialmente visual, dentro de una propuesta abstracta que sintetiza los gestos corporales de la nueva danza –referenciales en González– con códigos del emergente arte performativo de principios del siglo XXI. Pero la obra no se solaza en la mera exaltación plástica. Una energía densa, sin llegar a ser violenta, emana de los cuerpos de sus cuatro intérpretes, que contrasta con otra vigorosa surgida de impulsos primarios de sus cuerpos y espíritus.

Naturalia ofrece una singular recreación a la estética del barroco latinoamericano. Allí está la naturaleza agreste y sus elementos en su grandeza y su fragilidad. Las veradas de caña –elementos recurrentes en el referido trío de obras– adquieren en este caso una versatilidad impensada. Refieren a la inmensidad del bosque o a lo primitivo de una choza. Un viso de provocación se observa en la corporalidad que asemeja un árbol de material plástico y por tanto contaminante, integrado al resto de los objetos símbolos.

El valor de la propuesta estética de la obra, de la cual también es responsable el artista visual Robert Cárdenas, radica en la sencillez de recursos que le da origen y en su conversión en una instalación plástica de grandes proporciones, que es en sí misma un abigarrado paisaje.

Naturalia se acerca a lo performativo a gran escala.

Naturalia | Foto Robert Cárdenas

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