Los partidos políticos de oposición no son los responsables de la abstención electoral, no en la forma como lo piensan los enemigos de ella, que creen que la abstención la deciden los partidos políticos y no la gente. Esa visión del fenómeno no es correcta. Quienes la sustentan sobreestiman el poder de los partidos políticos y subestiman al ciudadano común y a la sociedad civil. La abstención surge del sentir y de la voluntad popular y no del mandato de los partidos políticos. Si éstos hubieran pedido la participación de la gente en los procesos electorales en los que la abstención se produjo hubieran fracasado en su empeño.

Los venezolanos, en su gran mayoría, no militan en ningún partido político. Incluso tienen reservas en relación con ellos. Los partidos políticos venezolanos perdieron mucho crédito a fines del siglo pasado con la crisis económica, los intentos de golpes militares fracasados pero en cierta forma aceptados por la colectividad, el inútil y perjudicial enjuiciamiento de Carlos Andrés Pérez y el vergonzoso malabarismo con las candidaturas presidenciales de 1998 protagonizado por AD y Copei. Ese conjunto de  hechos permitió el ascenso de Chávez al poder. Así lo reconoció públicamente el General Müller Rojas, jefe de campaña electoral de Chávez.

En el año 2005 ocurrió la primera abstención masiva contra el régimen chavista. Fue producto de la frustración y la gran arrechera (esta es la palabra justa) que causó la inicua manipulación del referendo revocatorio presidencial por parte de Chávez y de los poderes públicos sometidos a su arbitrio. Este atropello a la voluntad popular fue la confirmación de que en Venezuela había desaparecido la democracia y el Estado de Derecho. Los partidos de oposición que no querían la abstención, como Acción Democrática, se vieron obligados a secundarla. Los enemigos de la abstención sostienen que en esa oportunidad se le entregó todo el poder al chavismo, pero lo cierto es que para entonces éste tenía ya en sus manos los resortes más importantes del poder: la FAN, PDVESA, el BCV, el CNE, etc.

Las grandes movilizaciones públicas que se produjeron contra Chávez, las mayores de América Latina y quizás del mundo, brotaron casi espontáneamente porque estaban a flor de piel de la gente. Bastaba la más mínima convocatoria a una acción contra el régimen, para que la gente acudiera a ella en forma entusiasta y masiva. En tales concentraciones era frecuente escuchar las críticas que quedamente se hacían a los partidos políticos que hacían alarde de su presencia con banderas, pancartas y slogans altisonantes. Se deseaba menor arrebato partidista y que se destacara más la unidad de todas las fuerzas opositoras. Este sentimiento es más fuerte en la actualidad.

En la última elección del 6D la gente no votó pese a la intensa campaña desplegada a favor de la participación por parte del gobierno y de un sector de la oposición y la ausencia absoluta de propaganda abstencionista. El sentimiento colectivo se impuso porque en lo más profundo de su corazón la gente sentía que votar bajo las condiciones impuestas por el régimen era humillante e inútil. La abstención es producto del sentimiento de orfandad y frustración que la gente siente por la falta de unidad de la oposición. En el año 2015, con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), no hubo abstención electoral y la participación popular fue la mayor de todas las habidas en todo este proceso.

Con lo dicho no quiero difamar a los partidos políticos. Ellos son imprescindibles para articular y organizar las acciones públicas de carácter político. Lo que intento destacar es que este no es momento para el protagonismo de los partidos políticos y que es la hora de la unidad. Fue vergonzoso el carnaval de partidos, grupos políticos y candidaturas que acabamos de presenciar en las elecciones del 6D, haciendo comparsa al régimen que sabía muy bien cuál sería el resultado final de todo ese juego de falsa democracia. Cuando salgamos del chavismo y recuperemos la democracia será la oportunidad de los partidos. No hay un liderazgo indiscutible y unificador en la  oposición. El único aglutinante de ella es la unidad sin etiquetas partidistas. Eso debería estar muy claro para todos dirigentes políticos de la oposición.

¿Por qué no se conservó la unidad fraguada en 2015? ¿Cuáles fueron las causas de su disolución? ¿Es posible recuperarla nuevamente? ¿Hay voluntad política en todos los sectores opositores para esa empresa? Estas son las preguntas que deberían estarse planteando actualmente todos los actores políticos de la oposición.

 


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