Colombia vive actualmente el asedio del narcoterrorismo comunista internacional. Los criminales de lesa humanidad le midieron el aceite al gobierno de Duque, lo diagnosticaron débil y pusilánime, y se han aprovechado de esta circunstancia para asediar, desde todos los frentes, a la democracia colombiana, seguros de gozar impunidad total. Tal como lo señala el intelectual y analista político Eduardo Mackenzie, hay unas inquietantes embestidas simultáneas  https://twishort.com/9LTnc ):

“Mientras  en Santiago de Chile la ‘protesta social’ lanzada por grupos marxistas generan los saqueos, choques con la policía e incendios que destruyeron la iglesia San Francisco de Borja, donde el cuerpo policial de Carabineros realiza ceremonias oficiales, y la iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de esa capital; en Bogotá la minga indígena rompe los protocolos de bioseguridad de la ciudad y realiza, con la complicidad de Claudia López, masivos rituales mágicos anticristianos y experimentos de inmunización sanitaria con substancias misteriosas”.

El asedio es desde todos los frentes, Altas Cortes, medios, sindicatos, intelectuales orgánicos, ONG soristas, grupos terroristas, carteles narcotraficantes, colectivos y un largo etcétera. Las tácticas son diversas, desde la leninista de asalto golpista a la gramsciana de la cooptación de la infraestructura social y cultural.

El origen de todo este desastre es obviamente el narcotráfico, institucionalizado en la Constitución del 2017, instituida en La Habana, negociada por juan Manuel Santos y el comunismo internacional, para dar impunidad, elegibilidad y continuación de sus negocios ilícitos al narcoterrorismo comunista, para perpetuar ese régimen se instauró la dictadura del farcsantismo y esta está dispuesta a hacer lo que sea para instaurar el narcoestado colombiano. Para ello fue que se quería reunión clandestina entre los capos de esa mafia político-criminal, Santos, Timochenko, Cristo en la que se dio el toque final a esta farsa de protestas entre Minga indígena y paro nacional.

Es lamentable el rol de “compagnons de route” que juegan sectores supuestamente democráticos como los medios, que le hacen porras a la subversión narcotraficante y la CGT, que promueve el paro nacional. Peor aún es el flaco servicio que le hace el Estado colombiano al narcoterrorismo. Colombia es el único país en la historia mundial en la que el Estado promueve y financia la insurrección contra el sistema democrático: desde la justicia paralela (JEP) que garantiza la impunidad de los criminales de lesa humanidad, los ingentes recursos que le da al ala política  (partido FARC) de la insurrección narcocomunista, hasta el financiamiento que les da a organizaciones de fachada del narcocomunismo, hasta el financiamiento y tierras para narcocultivos que les da a organizaciones dizque indígenas como la CRIC y la ONIC, que son simples carteles de cocaleros dirigidos por las FARC.

Este estado de indefensión de la democracia frente al narcoterrorismo comunista llegó a su punto de inflexión: o el pueblo se resiste y derroca al régimen imperante que está implantando un narcoestado o este será victorioso por décadas como lo demuestra los casos cubano y venezolano. Las experiencias de Argentina, México, Ecuador ( salvado por la defección de Lenin), Bolivia, demuestran que si no hay una unión férrea del sector democrático, el socialismo del siglo XXI usa la estrategia del Foro de Sao Paulo de llegar al poder por la vía electoral para no entregarlo jamás. Ojo con el 22, nos dice Uribe, pues se debe parar la tolerancia con el narcoterrorismo comunista y crear un frente unido democrático, o esto se lo llevó la chingada, como dicen los mexicanos.


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