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Foto: Twitter @nicolaspetroB

Los expertos hablan de narcoterrorismo. Es exacto, del mismo modo que al otro lado del Atlántico creció y se desarrolló la narcoizquierda, que paga muy bien a sus amigos. No pocos términos del ámbito político cobran sentidos nuevos y reveladores si se les añade el prefijo. Narcopresidentes: aquellos cuya campaña ha sido financiada por carteles del letal negocio, como Gustavo Petro. Al menos eso es lo que afirmó su hijo, entre otras fuentes. Como la sangre es más espesa que el agua, el hijo del narcopresidente, con su caso ya perdido, quiso salvar al padre alegando que este nunca conoció el origen de la ensangrentada plata que a través de él llegaba. Antes, el contable del cartel de Cali había detallado ante un tribunal cómo financiaron la campaña de Ernesto Samper. En fin. ¿Por qué iban a financiar los narcos campañas presidenciales? ¿Preferencias ideológicas? ¿Afinidad con su política exterior? El negocio del tráfico de drogas, de dimensiones inmensas, es letal en todos los eslabones de la cadena de valor, y aun después. Letal desde la producción, sea dependiente de plantaciones, sea droga sintética. Letal en su distribución mayorista y minorista. Letal en la competencia entre proveedores y distribuidores. Letal en sus efectos, ya fuera de la cadena de valor y en el cuerpo del consumidor, dado el imposible control de calidad o regulación de su venta.

Letal, por fin, para no pocos entornos económicos y sistemas políticos. El dinero que mueve el narcotráfico ha permitido desde antiguo corromper a jueces en Europa, la zona del mundo que supuestamente cuenta con mayores controles y regulaciones. A poco que hurguemos en las hemerotecas, encontramos en España sorprendentes errores judiciales que permitieron salir de prisión y escapar a diversos capos narcos. Hay Estados podridos por el narcotráfico, países donde los dueños del sector han creado Estados paralelos. A veces por la vía del terror, como en El Salvador… hasta que el presidente Nayib Bukele, detestado por la izquierda mundial, desmanteló por la vía rápida el paraíso de los asesinos. Naturalmente, el narcotráfico era una de las actividades principales que alimentaba a las bandas. El 95% de los asesinatos en El Salvador quedaban impunes; hoy son el 25%. En 2015 se asesinó allí a 6.656 personas: en 2023, a 154. Qué malo, Bukele.

Las fortunas de algunas caras visibles del Grupo de Puebla, o de sus familiares, simplemente apestan. No sé por qué a esa ristra de autócratas y ex autócratas iberoamericanos, muchos con antecedentes penales y encuadrados en la narcoizquierda, los avalan Zapatero y Sánchez. En el área donde han sido asesinados dos guardias civiles –entre gritos entusiastas y celebraciones de los jóvenes que grababan la atrocidad–, los recursos los tienen los narcos y las carencias, el abandono y la burla criminal los tiene la Guardia Civil. De la dejación del área y de la desprotección de los uniformados son responsables Marlaska y Sánchez. Pero no dimitirán porque antes deben cumplir el negro destino de revolcarse en todas las indignidades. Qué raro.

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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