Se ha escrito mucho sobre la capacidad del socialismo de fabricar pobres; se ha dicho mucho de la obra de miseria que ha arropado a todos los regímenes que han adoptado el modelo nefasto –que en mala hora– ideó Marx.

Es por ello que quiero que este artículo no siga repitiendo lo dicho, no quiero llover sobre mojado. No quiero caer en decir lo mismo que se vive y se siente en todas partes, en cada rincón de Venezuela; pues, los venezolanos saben cuando tienen el estómago vacío, cuando tienen los bolsillos limpios y cuando no tienen nada –ni siquiera un pastilla– para darle a sus enfermos cuando lo necesitan.

Más allá de los índices de pobreza (los cuales nos colocan por encima de Zimbabue, Sudán, Líbano, Surinam, Angola y Haití, como país con mayor miseria), más allá de decirle a usted –que lo ve y siente– lo mal que estamos, quiero pedirle que cambiemos esta situación.

Sí, el socialismo nos empobreció. Sí, el socialismo nos hundió; sin embargo, yo no pierdo las esperanzas; yo sigo creyendo en que una salida es posible y esa está en nuestras manos, en nuestra capacidad creadora.

El socialismo arruinó la industria, mas no nuestra capacidad de soñar. Sí, el socialismo destruyó las fuentes de empleo; sin embargo, nuestra fuerza sigue intacta. Sí, el socialismo nos quitó calidad de vida, pero no nuestras ganas de vivir, es por ello que yo no me rindo y es por ello que sé que al final triunfaremos.

 

Este modelo creó pobres; no obstante, muchos de los venezolanos (la mayoría, me atrevería a decir) no se acostumbran a vivir como pordioseros. Ese sistema quiso convertirnos en borregos que solo viviéramos de las dádivas del Estado; por suerte cada vez somos más los que creemos que, más allá de regalos, debemos vivir en una nación donde el trabajo sea la mayor fuente de riqueza y de sustento para todos los ciudadanos.

El actual régimen venezolano –siguiendo la receta cubana– pretendió crear una nueva sociedad, cambiarle la mentalidad y la cultura a los venezolanos, no solo generar miseria sino construir una marginalidad psicológica en nuestra población. Y, gracias a Dios, no ha podido.

Y así como ha crecido la pobreza en Venezuela, en la misma medida ha aumentado el repudio a los culpables y ha aumentado la aberración contra el socialismo y todo lo que este pensamiento encierra: hambre, tortura, represión, desolación.

Los socialistas pensaban que mientras más pobres hubiesen, más votos cosecharían para sus elecciones amañadas y viciadas, aunque el tiro le salió por la culata, pues 90% de los venezolanos aborrece a Nicolás Maduro y lo que este representa.

Hoy por hoy el país no quiere más socialismo, la nación demanda un pensamiento y líderes distintos, es por ello que viene creciendo el liberalismo, el capitalismo, como camino totalmente diferente a lo vivido por años en el país; es por eso que día a día esta corriente de pensamiento se expande y se multiplica para darle un cambio a Venezuela.

Solo con liberalismo económico, con libertad social y con voluntad de trabajo haremos el prodigio de convertir los escombros del socialismo en una Venezuela nuevamente grande y próspera, en transformar la pobreza colectiva en calidad de vida individual y nacional. Solo de esta manera lograremos la meta de un futuro mejor.

La pobreza debe ser el triste legado de un sistema superado y derrotado; hagamos historia, liberemos a Venezuela del yugo del hambre y del socialismo.

¡Aqui nadie se rinde!

 


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