Foto El Universal de Colombia

Quienes saben lo necesario sobre la educación emocional y las reacciones anímicas de los colectivos comprenden bien por qué es necesario hacer crecer personajes para fomentar miedos. Se trata de una técnica milenaria. Y en Colombia son muchos los que se apegan políticamente a esta estrategia para inocular pánico al electorado frente a la posibilidad de que Gustavo Petro se alce con la presidencia colombiana en junio de 2022. Razón no les falta

De allí nace la Coalición de la Esperanza en el país vecino.  Pero el conjunto que la integra es bastante más que una respuesta al temor de ver llegar a un clon de Hugo Chávez o de Nicolás Maduro a ocupar el Palacio de Nariño.

Se trata de un agregado político y electoral opositor al gobierno de Iván Duque, integrado por ocho partidos y movimientos sociales de centro y de centroizquierda y, de acuerdo con sus postulados, se orientan hacia cuatro lineamientos programáticos: recuperar la confianza en la democracia, poner la economía al servicio de la ciudadanía, cuidar la biodiversidad y proteger la ciudadanía y los territorios. Hasta allí todo bien. Hasta el principio ético básico sobre el que se apoyan que reza “No todo vale”.

Para esta ahora se avanzan nombres de varios candidatos presidenciales sin que ello impida que surjan otros. Son Sergio Fajardo, Jorge Robledo, Juan Fernando Cristo, Humberto de la Calle y Juan Manuel Galán. Pero la batuta la lleva sin duda el paisa Fajardo, por ahora.

Lo que ocurre es que esta coalición con sus buenas intenciones no termina de cuajar. Pero a la vez, nada de ello es extraño en cualquier proceso electoral en donde aun faltan luchas lunas por transcurrir hasta la medición final, la que en Colombia tiene dos pasos, primera y segunda vuelta. Muchos dudan de la capacidad de una oposición tan fragmentada para negociar entre ellos a favor de la superioridad moral o política o gerencial de uno de sus integrantes. Para ello dialogan sin cesar a la vez que con terceras agrupaciones que también adelantan campaña electoral. Una consulta en marzo de 2022 dilucidaría quién es el ungido con la candidatura presidencial entre los diferentes líderes y lo que se puede decir es que dirigentes políticos de mucho calibre están poniendo lo mejor de si para conseguir el compromiso de apoyar al que gane en la citada consulta, para lo cual deberán todos hacer un esfuerzo ciclópeo para diluir las diferencias.

En otra acera le van saliendo contendores también con la esperanza de unir a todos los electores que no se ubiquen en los extremos políticos y que consideren que debe haber una propuesta centrista para los colombianos enfrentando así la polarización y promoviendo la reforma. O sea que ambas coaliciones aspiran a casi lo mismo solo que esta se quiere calificar de “Coalición de la Experiencia”. Aún no se sabe claramente en dónde está la cabeza, pero lo que sí es claro es que esta sería una segunda iniciativa, opuesta a la anterior y ambas se consideran dignas representantes del centrismo. La revista Semana, ente influyente en las capas medias y superiores de los estratos socioeconómicos colombianos, ya ha calificado a esta como la “verdadera opción de centro”.

Llama la atención que en un país con una base histórica bipartidista se hable aún de polarización. El caso es que el centro se está convirtiendo en un sector crucial en esta batalla electoral porque la ciudadanía aspira a un cambio en relación con los extremos representados en Álvaro Uribe o en Gustavo Petro.

Si bien la batalla se encuentra en su momento más crítico o incluso pugnaz, nada de esto es negativo mientras se consigan dirimir diferencias y para ello todos intentarán remar en la misma dirección. De eso se trata el juego político. Colombia no es diferente del resto y la cordura debe primar.

Lo que políticamente sí es rentable es impulsar el temor en torno a la posibilidad cierta de que Petro se crezca dentro de la debacle en el terreno electoral. El fin de la película no está claro, pero la opción centrista será su mejor y más agresivo adversario.


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