El azar cósmico precipitó que yo experimentase un temprano y lamentable (pero no premeditado, advierto) acercamiento a personas que luego alcanzarían notoriedad en nuestro hoy devastado país, por sus acciones criminales explícitas desde el ejercicio del poder de mando, o mediante asistencia de bajo perfil en el corrompido ambiente político venezolano. Por ello, cuando, dopado, alias Comandante Fetiche celebraba el triunfo electoral del asesino Daniel Ortega en Nicaragua (año 2007), estuve atento a lo que expresaba el malnacido discípulo pródigo de Fidel Castro Ruz encima de una tarima de mitin en Managua.

—Federico, Federico –gritó la bestia, que respondía al nombre de Hugo Chávez Frías–. Pregunta a José Vicente Rangel por dónde vienen las plantas eléctricas que compró Venezuela.

Una cámara enfocó a mi ex amigo poeta, el gordo Federico Ruiz Tirado, hijo de Luis Ruiz Guevara, el maestro del Comandante Fetiche que se ponía irascible cuando el golpista lo mencionaba en su horrendo y maratónico programa de televisión (Aló, presidente). Acerté al presagiarlo. Era él. Ya su padre me había informado que dos de sus hijos trabajaban para el gobierno de Chávez Frías, adscritos a la Cancillería. Uno de ellos murió, Vladimir. Hace años que no tengo informes sobre el tercero y menor, Leonardo.

Contratada por el Estado venezolano, una empresa había hecho estudios de campo para fabricar plantas eléctricas destinadas a sustituir las obsoletas instaladas por los gobiernos que padecimos en la llamada cuarta república. El proceso duró casi diez años, empero el senil y tutor del teniente coronel Hugo Chávez Frías (del cual se atrevió a decir «que no   cometer magnicidio» cuando uno de sus súbditos irrumpió en el Palacio de Miraflores con un tanque de guerra, noticia que leí en el diario El Nacional] no pudo instalarlas. Su pupilo político ya lo había sustituido en el mando de la república, y fue quien, al cabo, decidiría.

La banda del Foro de Sao Paulo proseguía bajo los efectos del triunfalismo, el «metanfetaterrorismo», cuando informaron al Comandante Fetiche que los buques de carga que trasladaban las novísimas plantas eléctricas de los venezolanos habían atravesado el Canal de Panamá.

—Me desvían la ruta de esos barcos que las transportan, deben traerlas a Nicaragua, porque será mi regalo para la Revolución Sandinista –repetía, en trance por la ingesta de heroica e inhalación de polvo blanco, el malnacido-. ¡Son tuyas, Daniel!.

Transcurrido algunos meses, el golpista sobreseído y presidente de Venezuela informaba que invertiría miles de millones de próceres impresos norteamericanos para comprarle a Cuba plantas eléctricas que serían instaladas en distintas provincias. El castrocomunismo no las fabricaba, motivo por el cual ese anuncio fue combatido por algunos detractores del naciente socialismo del siglo XXI. Esas chatarras todavía permanecen en algunas regiones, entre las cuales Mérida, donde resido y suelo señalarlas a quienes dicen haber olvidado ciertas canalladas públicas y notorias de Chávez Frías. Que me refute alguien, si se atreve: más de 10 países disfrutan hoy de un excelente servicio eléctrico, gracias a los inconsultos regalos de plantas que les hizo el peor enemigo que ha tenido la nación venezolana en su historia. Hoy agónica a causa de racionamientos de energía, entre otras penurias.

@jurescritor

 


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