La dictadura venezolana se encuentra muy cerca de la implosión. Aunque hacia dentro ella se siente aún segura y cómoda, disfrutando de las mieles y tranquilidad que in solidum le da el ejercicio del poder y el “apoyo” del Alto Mando Militar, a lo externo la crisis que en todos los órdenes vive el pueblo está muy cerca de empujar y romper hacia adentro, con estruendo, las paredes que le dan protección y cobijo a los usurpadores de Miraflores. De modo que, si no se abren las compuertas y se alcanza un acuerdo con la oposición democrática en un futuro cercano, nada impedirá el escenario catastrófico que se avecina y que, con mucha factibilidad, pondrá fin al gobierno “revolucionario” que se inició con Hugo Chávez.

Es probable que muchos de mis lectores se sorprendan con lo antes señalado y den como un hecho que eso es producto de un estado de ilusión exacerbada de mi parte. Pues nada de eso. Mi apreciación es resultado del análisis y reflexión de variables claves que están allí, frente a todos nosotros.

El país se está cayendo a pedazos y las pocas acciones que pone en práctica el régimen simplemente empeoran las cosas. De modo que la debacle hundirá en lo inmediato a Venezuela pero, como consecuencia de eso, la dictadura saldrá del juego. En este escenario no habrá escapatoria posible para las testas coronadas. Veamos entonces varios de los bombillos encendidos que están a punto de estallar.

A mediados del pasado mes de enero, Bloomberg dejó encandilado a muchos con esta noticia: “Reservas en efectivo de Venezuela se hunde por debajo de 1.000 millones y el oro está bloqueado”. El quid del asunto es que el Banco Central de Venezuela está ya raspando la olla del efectivo y que, si bien tiene alrededor de 73 toneladas de oro en sus bóvedas, el problema es que no puede venderlo por las restricciones que Estados Unidos le ha impuesto a la red global de compradores, así como a los bancos e intermediarios. De modo pues que la caja chica de Miraflores se encuentra en estado de shock paralizante.

Pero el drama no se detiene allí. Un estudio realizado recientemente por el Fondo Monetario Internacional puso de manifiesto que el PIB per cápita, un indicador determinante para medir la riqueza del país, retrocedió hasta niveles de 1944. Lo anterior implica, ni más ni menos, que durante el año pasado los venezolanos recibieron, en promedio, un ingreso similar al que se percibía en 1944, hace 75 años. Eso, mis amigos, no es cualquier pendejada ni algo que se puede edulcorar.

Un indicador fundamental de la magnitud de la crisis deriva de la actual producción petrolera. Si retrocedemos en el tiempo nos encontramos con la siguiente data: en 1946, en plena Revolución de Octubre, Venezuela producía 1.064.000 barriles diarios; en 1998, al final de la segunda presidencia de Rafael Caldera, producíamos 3.500.000 de barriles diarios; y, según datos publicados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo, en 2019 se produjo un promedio diario de 1.013.000 barriles. La situación hoy es drástica. Los especialistas estiman que la producción petrolera para 2020 se ubicará por debajo de los 500.000 barriles diarios. ¡Fin de mundo!  Nos encontramos, pues, frente a un proceso de muerte lenta.

En cuanto a las posibilidades que tiene la “revolución bonita” de abrir las puertas del país a los empresarios e inversionistas del mundo libre, hay que decir que esa alternativa está hoy cerrada por una razón muy poderosa: Venezuela ocupa el puesto 188 de los 190 que integran el ranking Doing Business. Conforme a esa posición, estamos en el grupo de los países que ofrecen menos facilidades para hacer negocios. A lo anterior hay que añadir que, con respecto al Índice de Percepción de la Corrupción del sector público, que incluye a 180 países, nos encontramos en el grupo de los más corruptos.

A lo señalado hay que agregarle los graves problemas que confrontamos en materia de salario, alimentación, salud, suministro de agua potable, gasolina, gas, transporte público, servicio eléctrico, telefonía, Internet, desempleo, emigración, cierre de empresas, producción interna, servicio bancario, circulación de billetes, dolarización de la economía, desempleo, seguridad, etcétera, etcétera, etcétera. Todo eso pone de manifiesto que Venezuela experimenta una debacle que es propia de un país pobrísimo y en guerra.

La implosión está frente a nosotros y el que la quiera ver que la vea.

@EddyReyesT


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