Después de meses de incertidumbre, el live action de Mulan se estrenó en diversas plataformas, del streaming al theatrical.

El lanzamiento esperaba romper la monotonía de la cartelera de la cuarentena, generando un efecto de contagio positivo para la compañía productora.

Pero hasta la fecha, el resultado del experimento invita a no sacar conclusiones apresuradas y exitistas.

Para empezar, el filme engrosó 36 millones de dólares en la taquilla del gigante chino, responsable de propagar el coronavirus al mundo. Es una cifra menor al lado de los 85 millones recaudados por  La Bella y la Bestia en el mismo país, durante su primer fin de semana.

Solo superaría el bajo rendimiento de Dumbo, al obtener 11 millones en su corrida inaugural. Por lo visto, el efecto covid-19 sigue afectando el rendimiento de las salas oscuras.

Sería una explicación o justificación del escaso impacto internacional de la nueva pieza del multimedio del ratón Mickey.

No obstante, vale la pena atender a los 50 millones de dólares amortizados por Tenet en el mercado asiático de la pandemia. Por tanto, Nolan opaca a la escasa competencia del tiempo del distanciamiento social.

En cuanto a su proyección no tradicional, Mulan reporta mejores noticias, como el incremento de 68% de los suscriptores de Disney Plus.

Aparte, para ver la cinta se debe pagar un precio de 29,9 dólares. Así el largometraje acumuló 35 millones de dólares de ingreso neto para las arcas del emporio. Un número estimable, aunque inferior al ganado por Universal con Troll 2 en su distribución “Premium video on demand”.

Si Mulan reconoce un presupuesto de cerca de 200 millones de dólares, con suerte la película estaría cubriendo la mitad de sus costos de producción en sus diferentes ventanas de exhibición.

Hemos visto el filme para comprender el porqué de su discreto performance financiero.

Al respecto suenan dos teorías lógicas. Primero, el precio del boleto es alto para las condiciones replicantes del contenido. Segundo, el fenómeno live action puede atravesar por un ligero rompimiento de su burbuja especulativa, amén de sus irregularidades creativas.

Unos live action son de cal, otros de arena y humo.

Finalmente, las propias tensiones culturales del entorno generan una situación adversa para el desempeño del trabajo audiovisual.

La pieza sufrió amenazas de boicot, de eterna posposición y llega en un instante de alta conflictividad mediática, bajo el influjo de los dilemas de la red social en la era del confinamiento. Todo se expone al escrutinio, al prejuicio, a la crítica inmediatista, a una ola de indignación, a un debate polarizado, furioso e indignado, donde no hay espacio para el análisis reposado.

La gente espera y apoya veredictos deterministas, como de vocero irrefutable, en lugar de descubrir los múltiples matices de un cuadro estético o político.

Por ende, muchos impacientes del teclado matarán la conversación con un hashtag, un reclamo de cancelación, una denuncia por apropiación, un llamado moralista a la censura, por tal o cual motivo.

De Mulan advierto las obvias intenciones de agradar al público del Lejano Oriente, sin dejar de complacer a las audiencias occidentales de los últimos movimientos reivindicativos de las minorías.

En su afán de condescendencia, la película pierde esencia transgresora y opta por amoldarse a los criterios del estudio.

Al compararla con la fuente original, el live action de Mulan anula la carga humorística, el sentido musical y el impacto de los secundarios del largometraje animado de 1998.

La nueva versión es de tono serio y solemne, evitando ofender al espectador.

Ofrece una serie de postales vistosas, de imágenes limpias de un parque temático con fantasías en HD y peleas de artes marciales, a cada minuto, en plan de Circo del Sol.

Estimo digno y logrado el desempeño de la realizadora Niki Caro, contando una historia clásica a través de su marca de autora feminista.

La directora, de origen neozelandés, lleva 3 décadas en la industria, elaborando videoclips, capítulos de televisión, cortos, documentales, guiones y filmes laureados como Whale Rider.

North Country es una de las cimas de su carrera, al conseguir dos merecidas nominaciones al Oscar por los papales de Charlize Theron y Frances McDormand.

El reparto de Mulan incluye a estrellas de lujo del continente asiático. Gong Li dice presente en un rol de hada madrina disfrazada de bruja mala. Ella fue musa de uno de los genios de la quinta generación, Zhang Yimou, el director de Hero y La casa de las dagas Voladoras, citadas en el montaje de Mulan.

Los ángulos de cámara, las ediciones en ralenti, los cortes, las batallas cuerpo a cuerpo, las complejas danzas bélicas de los guerreros, buscan una conexión con la estética del género “wuxia”, cuya épica trascendió a las marquesinas globales por el esfuerzo técnico de Ang Lee en El tigre y el dragón.

Por algo también figuran Donnie Yen y Jet Li en el casting, dos maestros de la acción surrealista a golpe de piruetas y palmas letales. Competencia de Jackie Chan y sucesores de la escuela de Hong Kong, a la vanguardia de las corrientes explotadas por Bruce Lee y Van Damme.

Los intérpretes veteranos convencen, a diferencia de los actores jóvenes, quienes lucen impostados, estereotipados y ensayados.

La protagonista tiene un look adecuado para el papel. A veces cuesta creerle su fase de enmascaramiento masculino. De cualquier modo, la ambigüedad de la chica funciona en la idea de sugerir la mutación de los roles de género.

Una homosexualidad latente se palpa en el contacto con los miembros del batallón del emperador.

La fotografía replantea planos de Kurosawa en sus revisiones de las tragedias de Shakespeare.

Junto con el clásico animado, el live action de Mulan quiere ser inspiración para las mujeres empoderadas del milenio. Lo consigue, de forma legítima, superando los clichés de la tendencia victimista. Es decir, la película no le regala nada a su protagonista.

Mulan asciende por su temple y decisión de no doblegarse ante la oposición de un mundo de puros hombres. La protagonista no recibe una ofrenda por el simple hecho de nacer como mujer.

Al contrario, en China, las familias reciben a las niñas como una especie de maldición, tal como denunció el documental One child nation.

La protagonista se emancipa por cuenta propia, asumiendo la diferencia de su “chi”.

Mulan resume la trayectoria de Niki Caro. A pulso conquistó un lugar en Hollywood. Con las armas del adversario y la tradición, dominó un oficio y obtuvo el respeto de sus pares.

Mulan se emparenta con The Assassin de Hou Hsiao-hsie, un filme espléndido. Sería su duplicado para toda la familia.

De un acento conciliador, el subtexto afirma una condición femenina no reñida con los ancestros. Un feminismo light antes que radical, reactivo y extremo.

De repente es un mensaje de integración que suma en vez de dividir.


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