Hombres nuevos, ideas nuevas, decían Zamora y los federalistas allá en el siglo XIX, todavía no enterrado del todo Simón Bolívar, convertido en bandera descolorida, pero no en compromiso. Con lo de nuevos individuos y doctrina se desató en Venezuela una conflagración feroz, arrasadora, que dejó al país aún más pobre de lo que ya era desde la larguísima, sangrienta e implacable guerra de independencia que se cerró, sin finalizar, el 21 de junio 1821 en la llanura de Carabobo; donde 177 años después cabalgó un aristocrático candidato presidencial –que, sin duda, lo hubiera hecho mejor- y privilegiados que no entendían lo que pasaba, como tampoco lo comprendieron partidos con 40 años gobernado, resolviendo a medias, y creyéndose dueños del país. Resultó que no lo eran.

Hombres e ideas nuevas, dijeron los militares que, fracasados en la insurgencia, recibieron un gobierno por errores de políticos y politiqueros que habían envejecido sin renovarse en el poder, y dirigentes sociales, económicos que, salvo excepciones, fanatizaron gobernar ellos mismos y en su beneficio a través del castrense que parecía lerdo e ignorante.

Ese, y quienes se le pegaron como garrapata, jalando con dulzura cariñosa sus testículos, no sólo no han resuelto, sino que incluso han empeorado las cosas. Equivocados, ineptos e inútiles, con ideas peores, quizás tendría que lamentarse Zamora en estos tiempos, sepultado y olvidado en alguna cárcel chavista. Además continúa existiendo represión y encarcelamiento de rebeldes como en tiempos del benemérito; pero no aquellos ciudadanos dignos que hicieron de la democracia y libertad objetivo por el cual luchar, y no un simple gallardete que dejar caer una esquina antes.

Gómez, con su fría crueldad, dejó que el país creciera. Hizo del petróleo y negocios elementos para que sus amigos, y a través de ellos operadores eficientes, empujaran el país adelante. Los tiranos de ahora siguen favoreciendo a obedientes, fieles, sumisos y cómplices; pero esgrimiendo extraordinaria incapacidad para avanzar, al contrario. Versión a contrapelo de Midas, lo que tocan, destruyen; llevan a la miseria y mientras caen al abismo de la ruina, devastación van robando para sus bolsillos. Lo que crece, en la revolución castro-socialista del siglo XXI, además del  desánimo, decepción y desesperanza.

La Venezuela obligada a un diálogo endurecido y poco dialogante, “el de esto tengo y con eso me quedo, tómalo o déjalo”, va como camina el cangrejo, para atrás. El gobierno no gobierna, ordena, olvida, cuenta sus ingresos personales y lo demás no lo manejan porque no saben. Y la oposición es sólo la muestra parlanchina de ese retroceso. Es un momento entreverado de complicidades y traiciones.

Se desmoronaron los partidos políticos de la época democrática, cuando con 30.000 profesionales comprometidos, eficientes se extraían, procesaban y comercializaban 3 millones de barriles diarios de petróleo, para desplomarnos en esta época sin sentido ni razón, en la cual la oposición habla, negocia pero no resuelve, los dirigentes no pasan de ser buscadores de titulares en los medios, y el Estado fracasado, corrupto, necesita 100.000 militantes para extraer y procesar bastante menos de un millón de barriles de petróleo; de los cuales parte se regala a la ignominia y fracasada pertinaz de 70 años que es Cuba, otra se envía a China para pagar deuda, no porque el castro-madurismo sea buen pagador sino porque los chinos son eficientes e implacables cobradores. Y el poco sobrante queda para desabastecimientos que, para suerte del régimen, parece lo necesita el imperio estadounidense.

Ésa es la revolución que nos ha dado la torpeza gobernante, decadencia, errores de percepción, corrupción y delincuencia desatada; lodazal que opositores afirman convertirán en algo bueno pero no explican qué ni cómo ni cuándo. Mientras el país desafía el sentimiento de la resignación que no encuentra salida.

No hay nación en el mundo ni en la historia donde el comunismo haya proveído felicidad, bienestar e igualdad. China no es comunista, es capitalismo del Estado asociado con emprendedores. Rusia es un comunismo que se hundió para convertirse en capitalismo de amigos del tirano, pero nos damos cuenta de que el régimen que nos destruye y la oposición que promete vaguedades, también en eso han fracasado, no tienen más comunismo que el uso del color rojo.

@ArmandoMartini

 


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