New York is a city of things unnoticed. It is a city with cats sleeping under parked cars, two stone armadillos crawling up St. Patrick’s Cathedral, and thousands of ants creeping on top of the Empire State Building”. (GAY TALESE)

De vez en cuando a uno le da por pensar en las mismas cosas sin parar, como si algo desconocido por encima de nosotros decidiese qué ideas o reflexiones van a adueñarse de nuestra cabeza. Y la primera de ellas consiste en esta sensación de solipsismo, de ser capaces de resolver todos nuestros asuntos desde la consciencia del yo.

Perdóneme por insistir en el asunto, pero es que me ha tocado vivir en este mundo electrónico hiperconectado y no puedo cerrar los ojos. De regreso a casa esta mañana, la luz roja del semáforo me obliga a detenerme al borde de la acera y esperar junto a un grupo de cinco peatones. Me veo a mí mismo de protagonista de una película del Oeste –western-, con sombrero de ala ancha, chaleco, pantalones tejanos gastados y botas de montar. Del cinturón que llevo puesto -en realidad del bolsillo trasero del pantalón- sobresale el revólver. El resto de pistoleros me vigila. Entre ellos detecto a dos mujeres y a tres hombres. Una de ellas gira el arma en su mano izquierda; juega con ella sin dejar de presumir y hablando en voz alta. La otra, más adulta, sé que me observa tensa desde el rabillo del ojo con la mano fija en su pistola. Y lo sé porque yo estoy igual de nervioso. No estoy relajado. Tengo que controlar a los hombres. Uno de ellos está palpando -acariciando, diría yo- la culata del colt -la verdad es que desde aquí no distingo si se trata de este tipo de arma de fuego-. Los otros ya se habían anticipado a la luz roja y llevan el dispositivo pegado a la cara. No han dejado de contemplarlo durante el tiempo que dura el rojo del semáforo encendido. Qué duda cabe que el último que desenfunda el arma –smartphone– es el más temerario, el más hombre, el más valiente de todos. Esta gente no piensa lo que yo pienso. A estos individuos no les preocupa vivir al margen de la red. No se han parado a pensar en los años de vida que pierden siendo esclavos. No parecen hombres libres. Ninguno de ellos vería las hormigas que veía Talese subiendo por el Empire State ni a la mujer hermosa que aprovecha el momento de calma para retocarse los labios rojos en la acera de enfrente.

 

 

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*«Nueva York es una ciudad de cosas inadvertidas. Es una ciudad en la que los gatos duermen debajo de los autos aparcados, dos armadillos de piedra parecen trepar por la fachada de la catedral de San Patricio y miles de hormigas se arrastran hacia la cúpula del Empire State».  (GAY TALESE)


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