Venezuela inició el año con una terrible noticia. El líder indígena Salvador Franco, uno de los tantos presos políticos del país, murió en su celda en el Rodeo II, donde se encontraba secuestrado por el régimen venezolano.

Este integrante de la etnia pemón perdió su libertad, y después su vida, por el simple hecho de luchar por sus derechos ciudadanos, por no rendirse ante una tiranía y alzar su voz por una nación libre. Salvador cayó víctima de la represión y de la opresión, falleció en los calabozos de un régimen que sigue sumando víctimas y violaciones de los derechos humanos, que ya se cuentan por centenares.

Salvador Franco se suma a la lista de tantos venezolanos ultimados por las armas, por las torturas o por la indiferencia cruel de un modelo de gobierno que solo aspira eternizarse en el poder mientras saquea todos los recursos de un país corroído y enflaquecido tras 22 años de atropellos, corrupción y mala administración.

Salvador es otro caso como el de Fernando Albán, quien «se lanzó» (sí, así entre comillas) por una ventana de las oficinas de la policía política del régimen; Salvador y Fernando perdieron sus vidas, otros fueron torturados y humillados frente a una cámara de televisión como fue el caso de Juan Requesens, o imputados en delitos extraídos de una película de Hollywood sobre terroristas como fue el caso del periodista Roland Carreño.

Han sido incontables los casos de venezolanos que han sido ultrajados, golpeados, torturados y desaparecidos en manos de un régimen que no tiene compasión con nadie.

Y cómo dejar por fuera de esta lista al general Ángel Vivas, quien valientemente resistió y luego le hicieron pagar con encono su coraje y su honor, y a Óscar Pérez, quien fue salvajemente acribillado a pesar de que se había rendido ante las fuerzas leales al régimen venezolano. Son tantos casos y tan poco el espacio para mencionarlos a todos.

Lo sucedido con el integrante de la etnia pemón Salvador Franco es la más reciente evidencia del tipo de sistema al cual nos estamos enfrentando; él es el primer caso de un año nuevo que deberá ser, si Dios quiere y la fuerza ciudadana lo permite, el año del final de esta crisis política que nos agobia desde hace más de 22 años, aniquilando a la nación y arrastrándola a una crisis humanitaria sin igual en América Latina y el mundo.

No podemos permitir que la muerte de Salvador Franco quede así como si nada; no podemos permitir que el régimen siga atentando contra los pemones y contra todos los venezolanos. ¡No! ¡No!

Debemos impedir que la lista de torturados, ultimados en protestas y fallecidos –en cada vez más extrañas circunstancias– sigan en aumento. Debemos ponerle un freno a esto, el país debe detener los crímenes que se comenten en nombre de la llamada revolución, no podemos seguir con acciones o políticas cándidas, es hora de escuchar la propuesta de acción valiente que siempre ha planteado, por ejemplo, María Corina Machado.

Por Salvador Franco, por Fernando Albán, por todos los jóvenes caídos en las protestas de calle y por Venezuela, llegó la hora del coraje, llegó el momento de ser libres… Llegó el momento de decirle a los que cometen crímenes contra la humanidad: ¡Ya basta… Ni uno más!


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