El capitalismo es el sistema económico y social triunfante en el mundo entero basado en la propiedad privada; generador de riqueza a través del mecanismo del mercado. El socialismo, por el contrario, es hambre, miseria y corrupción donde quiera que ha sido establecido. Muera el socialismo, viva el capitalismo y la democracia.

Poner orden en el caos debe ser el punto de partida para todo análisis, así como para lograr superar los escollos que surgen dentro de cualquier plan o proyecto que, por ser de orden político, en este caso, siempre es más enredado, que lo común. Todo se hace más engorroso porque entra en juego el poder del Estado. Es decir, de las facultades para mandar y atribuciones para hacerse obedecer; este poder va más allá y se sobrepone frente a la autoridad económica. Tanto así, que hoy vemos diversos países dirigidos por personajes inmensamente adinerados. Aparte, el ex presidente Samper agregaba que el poder político era afrodisíaco.

De allí una de las razones de donde derivan tantos inconvenientes para ponerse de acuerdo a pesar de que el fin y el objetivo son los mismos. Todas estas situaciones son comunes a pesar del apuro que impera en la mayoría de nuestros compatriotas por salir de este asunto satánico. Por tanto, hay que armar este rompecabezas; angustiante reto que, intempestivamente, se entrelaza sin saber por dónde empezar, mientras el reloj camina sin pausa.

Sin embargo, las piezas más importantes, digámoslo así, están puestas. Hoy nadie discute ni dentro ni fuera del país que Juan Guaidó es el paladín indiscutible de este movimiento. Tenemos otra pieza fundamental para cualquier proyecto político de grandes dimensiones: el respaldo mayoritario de los venezolanos que en ningún caso baja de 80%. El apoyo internacional, donde se encuentran alineados los países más poderosos del planeta, es de primera importancia. De la misma manera, el hecho geopolítico de que los dos países limítrofes —Colombia y Brasil— están encuadrados dentro de la causa democrática es un asunto básico.

Como han visto, un poco a la carrera, son muchos los factores que juegan en contra del régimen socialista que se hacen invisibles si no escudriñamos para conocer sus pormenores. Es necesario para avanzar hacia el capitalismo con mayor velocidad en la construcción de este enredo de piezas, insistir no tanto cómo conseguir la unidad de todas las fuerzas de oposición, ojalá fuera factible esta necesidad, sino conformar más bien un mecanismo que logre que circunstancialmente se agrupen todas ellas alrededor del liderazgo de Juan Guaidó, hasta que el país logre su estabilización política después de Maduro. Algo similar al Pacto de Puntofijo que nació luego de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, que por cierto copió el de España en 1975 tras la muerte del también dictador Francisco Franco, Pacto de la Moncloa.

Por último, insisto, este es el mejor momento que está viviendo este grupo de la resistencia venezolana opuesto al régimen comunista-socialista de Nicolás Maduro. Ahora, entiéndase bien, el éxito está supeditado a lo que hagamos cada uno de nosotros, y la comunidad internacional porque “nosotros solos no podemos”: frase que debe quedar escrita sobre acero bruñido. Algo más, debe hacerse una selección rigurosa de la higiene ética de los colaboradores y futuros candidatos corruptos o que se sospechen de serlo, deben ser detestados.

La marcha convocada para el 10 de marzo hacia la sede de la AN, por ejemplo, es un reto, y como reto es una situación delicada; sus resultados dependerán exclusivamente de todos los compatriotas. El objetivo final que tenemos por delante es la toma del poder, lo demás se producirá de manera progresiva para salir de este marasmo al que nos ha llevado este socialismo de moscardones.

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