Hace algún tiempo hicimos una analogía de los fenómenos sociales que se produjeron como resultado de la ocupación musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII con los de la ocupación cubano-bolivariana en Venezuela. Decíamos que de la sinergia social que resultó de la invasión musulmana en la península ibérica surgieron variados estamentos sociales entre los cuales se destacaron los muladíes, hispano-godos y cristianos que sin ambages se convirtieron al islam por razones prácticas. Particular significación adquirieron los mozárabes, un grupo social que, si bien conservó la libertad de practicar la religión cristiana con ciertas restricciones, sus miembros se adaptaron a las costumbres, las tradiciones y a la cultura árabe de los invasores a fin de mantener su patrimonio y una posición social de preeminencia.

En la ocupación cubano-bolivariana en Venezuela no ha sido extraño este fenómeno y por supuesto los mozárabes venezolanos, aquellos líderes sociales, culturales y políticos que crecieron inmersos en los valores democráticos, tal como los mozárabes en el cristianismo ibérico, no demoraron en adaptarse a la revolución bolivariana. Pero no todos se acomodaron, los astures, como se  llamaba entonces a los habitantes de la agreste  geografía de lo que ahora es el Principado de Asturias, no tardaron en rebelarse y ser los pioneros de la reconquista.

En la analogía que hicimos de este fenómeno social indicamos que uno de los más representativos y simbólicos genotipos de la adaptación mozárabe venezolana con la ocupación cubana-bolivariana era el dirigente social cristiano Eduardo Fernández y  agregamos a Claudio Fermín, Henrique Capriles y muchos más.

En contraste, el más representativo equivalente de los astures rebeldes fue el general Raúl Isaías Baduel, quien murió, lo mataron sería más preciso decir, sin doblegar un ápice de su dignidad. En esta suerte de analogías y simbolismos, Baduel fue un Rodrigo Díaz de Vivar de la Venezuela ocupada y humillada, quien algún día reclamará y logrará el castigo que merecen sus verdugos.

Como en estos tiempos revolucionarios, la conversión al Islam fue fomentada por los califas omeyas y los emires de Córdoba. Mozárabes se convertían al Islam para evitar el fuerte impuesto jizyah al que estaban sujetos como Dhimmis, como llamaban a judíos y cristianos que vivieron bajo el dominio musulmán inicial, un estatus que más tarde se extendió a otros no musulmanes como hindúes y budistas. La conversión al Islam también abrió nuevos horizontes a los mozárabes, alivió su posición social, aseguró mejores condiciones de vida y amplió el campo para nuevas y beneficiosas oportunidades.  No obstante, la apostasía o la renunciación al Islam para alguien que había sido criado como musulmán o había abrazado el Islam, era un crimen punible con la muerte.

Ocupación y rebelión

Como dice el profesor marroquí, Mohamed Chtatou, “en la España medieval, musulmanes, judíos y cristianos supieron inventar la tolerancia. La cultura andaluza de este período es la de una sociedad próspera y rica en esplendor, donde abundaba el diálogo y la circulación de ideas, textos en diferentes lenguas en beneficio del conocimiento y avance de la ciencia”. No obstante, esa sociedad de tolerancia e inmenso desarrollo cultural fue impuesta por la fuerza de una ocupación lo cual justificó la larga y persistente rebelión ibérica hasta lograr finalmente la reconquista.

Desde entonces se ha discutido si se justifica la rebelión violenta a una tiranía. Un buen estudio sobre este tema del politólogo Reynaldo Pereira de la Universidad Autónoma de México, “Locke y la teoría de la rebelión popular”. El propio Pereira lo resume así: “En primer lugar, en la rebelión el pueblo ejerce la violencia legítima para responder a la violencia del tirano. Ella supone un enfrentamiento recíproco entre ambos con un final abierto. La violencia de la rebelión es ilegítima cuando no se ejerce en el marco de la ley natural. En segundo lugar, la rebelión no debe destruir al cuerpo político (verbi gratia Pedro Carmona), más bien el tirano el que lo disuelve a través de actos contrarios a las leyes naturales. Para Locke la rebelión no implica un caos que dispersa a los individuos. Por último, la rebelión no es el resultado de la furia irracional; el pueblo toma las armas sólo después de hacer un juicio acerca de si el gobierno es o no la garantía del bien público”.

El cambio geopolítico

La guerra Ucrania/Rusia cambió el tablero geopolítico internacional de casi medio planeta. Venezuela se encuentra en medio de una dinámica compleja, resultado del predominio del realismo político que priva en la política exterior de la administración que preside Joe Biden. Una serie de complejos factores de los últimos años junto con un manejo pragmático de la política exterior, muy probablemente asistido por la Habana, han mejorado la posición del régimen de Maduro. Son tantos los factores primarios y secundarios que sería prolijo enumerarlos todos. Basta con decir que la guerra Ucrania/Rusia y su mensaje a China acerca de un potencial enfrentamiento con Estados Unidos han elevado las acciones geopolíticas de Maduro a mediano plazo, asentado como está sobre las primeras reservas de crudo del planeta y localizadas en el hemisferio donde la hegemonía de Estados Unidos tiene la mayor influencia comparada con el resto del globo terrestre.

Pensar que estas circunstancias hacen a Maduro invulnerable es sonso. Desde Thomas Jefferson en el poder, la política de Estados Unidos ha seguido un esquema simple  y práctico con adversarios y enemigos que no ha variado en dos siglos: negociación, sanciones o bloqueo y guerra, entendida esta como actos violentos que conduzcan a otro estado a rendirse a la voluntad de Estados Unidos y de sus intereses. Puro realismo político.

Todas las señales indican que Estados Unidos le ha concedido a Nicolás Maduro un plazo hasta el 2024 para realizar elecciones  comprobablemente libres. Pero es probable que Maduro piense que goza del tiempo suficiente para seguir maniobrando bajo la tonta convicción de que su posición ha mejorada como resultado de una inteligente estrategia y no de las circunstancias. Para Estados Unidos en la confrontación que se anticipa con China es vital que las mayores reservas de crudo del hemisferio estén bajo su disposición a mediano plazo, mucho antes que China opte por definirse como la primera potencia con una invasión a Taiwán. Maduro pues tendrá tiempo para entender que no puede ser un obstáculo en un escenario tan por encima de sus confinados alcances. Si bien las condiciones geopolíticas actuales favorecen a Maduro, los eventos que se anticipan son de tal magnitud y consecuencia para la historia de Occidente, que no puede dejar vestigios de la liliputiense revolución bolivariana.

Estados Unidos ha asumido esta compleja metodología para negociar o sacar por la fuerza a Maduro unilateralmente, sin muchos entendimientos con la oposición? Cierto. ¿Pero quién puede confiar en ese saco de gatos blancos, pardos, negros y mozárabes de la oposición con algo tan trascendental?

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